Durante la construcción de la nueva terminal de contenedores en Moín, frente a las costas de Limón, se arrojarán 10 millones de metros cúbicos de lodo marino sobre un “botadero” en mar abierto que dejará el material a expensas de las corrientes marinas que viajan de norte a sur.
Si la cantidad de lodo que se lanzará sobre el Mar Caribe, se colocara en un terreno de 1 hectárea, la montaña de material tendría una altura de 1 kilómetro.
El Estudio de Impacto Ambiental (EIA) presentado por la concesionaria APM Terminals, a la Secretaria Técnica Nacional Ambiental (Setena), detalla que esos lodos marinos provendrán de una gigantesca operación de dragado que la firma efectuará frente a las costas de Moín, para ampliar el calado del fondo marino.
Actualmente en esa zona la profundidad del suelo marino es de 10 metros y se requiere quitar material hasta llevarlo a una profundidad de 18 metros, para permitir el ingreso de buques de transporte de mayor envergadura.
Según los estudios realizados por la firma ATM Terminals, el material proveniente de ese dragado no es apto para aplicar al relleno y construcción de las 78 hectáreas de puerto, patio de contenedores y oficinas previstas en el proyecto.
El “botadero” sobre el mar funcionará bajo el único argumento de ser el sitio que se utilizó para depositar desechos en obras anteriores, pese a que el propio estudio reconoce que se trata de una zona rica en especies marinas, que se verían afectadas por este material en suspensión enturbiará las aguas.
Dentro de la zona de mayor impacto directo del proyecto se encuentra la Isla de los Pájaros ubicada frente a las costas de Moín y según uno de los mapas que aporta el estudio de APM Terminals, el sitio de lanzamiento y la pluma de dispersión de esos lodos se ubica en mar abierto, muy cerca de la isla Uvita.
Para el biólogo y especialista en estudios de impacto ambiental, Freddy Pacheco, los documentos aportados por el concesionario no detallan los elementos técnicos que serían necesarios para evaluar científicamente el impacto ambiental que producirá el proyecto.
“En este estudio de impacto ambiental no existe un detalle de la forma en que van a mitigar el daño al ambiente, solo se detalla de dónde se sacará material y dónde se va a arrojar al mar”, explicó Pacheco.
El gerente general de APM Terminals, Rogelio Douglas, señaló que la elección de construir la nueva terminal de contenedores en el mar fue de del Gobierno.
Douglas alegó que toda obra de construcción provoca impactos ambientales y no quiso detallar la estrategia que utilizarán para mitigar los daños al ambiente, hasta que la Setena concluya el análisis del Estudio de Impacto Ambiental presentado por el concesionario.
“Lamentablemente no te puedo describir en detalle las acciones que vamos a tomar para mitigar el impacto ambiental porque la Setena está revisando en este momento nuestra propuesta y no queremos hablar antes de que ellos se pronuncien”, expresó Douglas. (Vea entrevista aparte).
MUCHO LODO
La construcción de la nueva terminal de contenedores de Moín, a cargo de APM Terminals, será un proceso dividido en tres fases a lo largo de los 33 años de concesión de la obra, iniciando con la construcción del muelle que tendrá 40 hectáreas y en el que se tardarán 3 años.
En esta primera etapa, la empresa tendrá que dragar 5,5 millones de metros cúbicos del fondo marino, que según el propio estudio, consta de una capa superficial de 4 metros de “arena oscura limosa y arena pobremente gradada”, bajo la cual se encuentra otra capa de “sedimentos de grano fino” de arena arcillosa, con unos 40 metros de profundidad.
«En el proyecto de la TCM, debido a que no todo el sedimento es apto para ser usado como relleno, un porcentaje importante irá a un botadero utilizado previamente en otros proyectos», dice el EIA.
Este “botadero” ubicado frente a las costas de Limón es motivo de preocupación para expertos, ambientalistas y ciudadanos, quienes temen grandes impactos en la vida marina de toda la costa Caribe Sur del país.
Al séptimo año se construirá la segunda etapa de 18,3 hectáreas para la que se dragarán 2,5 millones de metros cúbicos. Al menos seis meses antes de que termine la concesión, se debe tener construida la tercera fase de 20,3 hectáreas, para la que se deben dragar 2,7 millones de metros cúbicos más.
En total, a lo largo de los 33 años de la concesión se levantarán y depositarán en el suelo marino más de 10,7 millones de metros cúbicos de este material sin utilidad para las construcciones.
El geólogo especialista en sedimentología y evaluación ambiental, Allan Astorga, explicó que este material es ligero y se mantendría en suspensión durante un buen tiempo, a merced de una corriente marina que el propio EIA describe.
Esta corriente corre con dirección al sureste (paralelo a la costa) a una velocidad de 0,5 metros por segundo, y según se reconoce en el documento, el sedimento entraría “al área de corales y de pesca de pargo”.
“En general, los sedimentos en el agua alterarían la vida de individuos y comunidades de los diferentes nichos de la vida marina presentes en el lugar, como lo son: el plancton, el bentos, los corales, los peces, las tortugas, los cetáceos y las aves marinas a través de sus presas. El efecto específico del sedimento puede darse, ya sea por consumir oxígeno disuelto bajando sus cantidades disponible o aumentar la turbidez del agua (…)”, dice el EIA.
Para el biólogo Freddy Pacheco, la ausencia de datos claves en el EIA no permite sacar conclusiones sólidas sobre el impacto que provocarán los grandes movimientos de material dragado o importado, sobre los ecosistemas incluidos en el área de influencia indirecta.
El abogado ambientalista, Álvaro Sagot, consideró que este “botadero” de material requiere por sí solo de un EIA separado, como sucedería con un relleno sanitario en tierra; y aseguró que los impactos son mucho mayores que los que tiene la pesca de arrastre, recientemente prohibida en el país por la Sala Constitucional, dado el grado de destrucción de la vida marina que provoca.
“No se está considerando que en esa zona de la costa los acuíferos marinos están a flor de piel y se les podría provocar daños irreversibles. Depositar 10 millones de metros cúbicos en el mar es simplemente inmanejable, no hay medidas de mitigación para esto”, afirmó Sagot.
OMITE PROTECCIÓN A TORTUGAS
El estudio de impacto ambiental tiene un capítulo dedicado al “ambiente biológico” en donde se describen los diferentes ambientes de la fauna y flora terrestre y marina de las zonas aledañas al proyecto de la nueva terminal, como Moín, Isla Pájaros, Isla Uvita y Portete.
Una revisión de los capítulos VII y VIII revela un trabajo descriptivo del estado actual del ambiente pero no contempla propuestas de mitigación y compensación concretas para los daños que provocará la construcción de las 78 hectáreas de la nueva terminal.
Para el biólogo Freddy Pacheco, el EIA presentado por el concesionario no cumple con el objetivo de predecir, evaluar y mitigar el impacto ambiental sobre las tortugas marinas del lugar, “es el peor homenaje a Jairo Mora que se puede hacer”, expresó.
200 CAMIONES AL DIA
Astorga criticó el diseño y la ubicación de esta terminal, pues afirma que se pudo hacer sobre un sustrato más sólido en lugar de levantar millones de metros cúbicos de un material que no tiene utilidad y en una zona donde se requiere dragar mucho para alcanzar la profundidad adecuada.
El exsecretario general de Setena añadió que este puerto debe ser considerado como un “megaproyecto” por sus dimensiones e impactos, por lo que cada uno de sus componentes (empezando por el plantel de los camiones y el campamento en la costa para los trabajadores) requería de un EIA por separado.
Para Astorga, el EIA de esta terminal de contenedores carece de medidas concretas para mitigar sus impactos, como es el caso de los 137.000 viajes de camiones de transporte de material que afectarán la ruta 32.
Para los casi 200 camiones diarios que por 24 meses tomarán la principal vía de acceso a Limón, el EIA solo propone programar las entregas fuera de las “horas pico”, pero sin detallar cómo se distribuirán las entregas fuera de esas franjas horarias.