TLC con EE.UU ¿Desempate a la fuerza?

Luis Guillermo Solís: «Se profundizará el modelo actual». De ser aprobado por la Asamblea Legislativa, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC),

Luis Guillermo Solís: «Se profundizará el modelo actual».

De ser aprobado por la Asamblea Legislativa, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), forzaría un «desempate» político que, al realizarse por la vía legislativa, continuaría como tal, entre quienes apoyan y quienes se oponen a convertir los servicios públicos de telecomunicaciones y seguros en mercados de competencia.

De ocurrir lo anterior, dos economistas y un politólogo que se ubican en distintos lugares del espectro político opinan que el TLC será insuficiente para impulsar el desarrollo nacional.

Estas son las principales coincidencias a las que llegaron la economista de la UCR, Anabelle Ulate, el expresidente del Banco Central, Eduardo Lizano y el politólogo de la UCR, Luis Guillermo Solís, al analizar por separado tanto la calidad de la negociación realizada, como los efectos que el TLC podría tener sobre el modelo de desarrollo.

UNIVERSIDAD también intentó obtener los puntos de vista de la principal responsable de esas negociaciones, Anabel González, pero al cierre de edición, esto no fue posible.

FALTA MUCHO

En una pasada entrevista con UNIVERSIDAD, el expresidente del Banco Central Eduardo Lizano, había opinado que existía un «empate político» por el cual fuerzas sociales y económicas tenían a la «carreta del desarrollo» atascada en medio del río: unas tiraban hacia la preservación del modelo económico de mayor intervención estatal, y otras hacia un creciente liberalismo o rectoría del mercado.

Consultado ahora sobre si la aprobación del TLC con EE.UU sería una estrategia para romper ese «empate político» que caracteriza al debate nacional sobre las telecomunicaciones y los seguros, Lizano opinó que «con un solo hecho, como la aprobación del TLC con Estados Unidos, sería difícil decir que el empate se está rompiendo.»

Agregó que «hay varias cosas más sobre la mesa. Una es la reforma fiscal» sobre la cual «hay un inmovilismo, pues no nos movemos.»

Preguntado sobre cuáles elementos tendrían que darse para que, desde su punto de vista, ese equilibrio de fuerzas se dirigiera en la dirección correcta, respondió que «para hablar de romper el empate deberían darse varias cosas: la reforma fiscal, para que el Estado pueda cumplir sus funciones sociales en cuanto a salud y educación; el proceso de apertura, donde el TLC con EE.UU es solo un paso. Está pendiente, por ejemplo, el TLC con el Caribe, pero también el ALCA, la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio. Todo el proceso de mayor integración comercial y financiera. Una mayor integración de Costa Rica en la economía internacional es clave.»

Específicamente en cuanto al actual debate fiscal, consideró que «no hay posibilidad de desarrollarnos económica y socialmente si el Estado no cumple o redistribuye mejor el ingreso creando oportunidades de educación y empleo.»

Consultado sobre la oposición empresarial a que se graven más las rentas y el patrimonio, opinó que «hay grupos empresariales que están por detrás, apoyando a quienes se oponen a la reforma fiscal. Izquierda y derecha deberían estar interesadas en que el Estado redistribuya mejor y más adecuadamente el ingreso. Tanto unos como otros están metidos en un «barrial». Hay empresarios que piensan que el actual paquete va a recaer en ellos. Otros piensan que recaerá demasiado en la clase media y en los pobres, y no se llega a un acuerdo.»

Lizano agregó que entre el empresariado también «hay ciertos grupos piensan que el Estado debe gastar lo menos posible. Ven el gasto público como un barril sin fondo, porque no se ha anunciado nada sobre el futuro del déficit. Hay gente asustada porque piensa que la reforma no va a resolver el problema.»

Por otra parte, el economista no considera que una mayor integración de Costa Rica con Estados Unidos, por medio del TLC, implique una pérdida de soberanía en cuanto al manejo de la política económica.

«El Banco Central no está perdiendo ningún instrumento de política monetaria, ningún instrumento básico con este TLC», dijo. Sin embargo, reconoció que de aprobarse el proyecto de reformas financieras presentado por el Ejecutivo a la Asamblea Legislativa «sí hay una serie de instrumentos del Banco Central que dejarían de existir, que se cree que no son necesarios. Son instrumentos extraordinarios que no se usan desde hace 20 años. Pero tengo entendido que el viento sopla en contra en la Asamblea Legislativa. Hay diputados que quieren tenerlos en un botiquín. El peligro de tener uno con demasiadas medicinas es que se pueden tomar o beber más de la cuenta. Es un tema para discusión. La idea es simplificar y tener más transparencia», expresó.

Lizano tampoco cree que el TLC con EE.UU someterá al país a riesgos, en caso de disputas comerciales.

«En situaciones importantes en las que Costa Rica ha aceptado que un litigio se resuelva en instancias internacionales, por ejemplo el caso de los textiles en un panel de la OMC, el fallo favoreció a Costa Rica. También un panel del Banco Mundial favoreció a Costa Rica en el arbitraje de la disputa sobre una expropiación en Papagayo. Y, por el otro lado, tenemos un «mea culpa», y es que todavía no se han resuelto en los tribunales de justicia de Costa Rica, casos pendientes desde hace 14 años, porque no hay justicia pronta y cumplida», agregó.

¿Y LA DISTRIBUCIÓN?

Para Anabelle Ulate, catedrática de la Escuela de Economía, de la UCR, es un error considerar el TLC con EE.UU. como la panacea que asegurará el bienestar del país.

«Como economista, me interesa señalar el bajo rédito económico alcanzado hasta el momento con esta estrategia de liberalización comercial. Es decir, no se ha logrado sostener un crecimiento económico del 6% anual o superior. Por consiguiente, cualquier posición, a favor o en contra del TLC con Estados Unidos, debería enfocarse en los mecanismos que complementen o sustituyan los actuales en la consecución de este objetivo», dijo.

Y agregó que «no basta con argumentar que después de firmar el TLC con Estados Unidos se va a lograr acelerar el crecimiento económico, porque la experiencia de México con el NAFTA tampoco apoya ese argumento. Si bien refleja que han crecido los ingresos de los sectores asociados al comercio con el NAFTA, no ocurrió así con el del resto de los sectores. Agregarle problemas distributivos al lento crecimiento no es un camino que debamos imitar.»

Ulate consideró que de aprobarse el TLC con EE.UU., no implicará un cambio de modelo de desarrollo.

«Si se define el modelo de desarrollo como aquel que busca acelerar el crecimiento económico a través de la liberalización de los mercados, la atracción de inversión extranjera, la transparencia y el fortalecimiento del régimen de derecho, entonces la ratificación del TLC de Centroamérica con Estados Unidos no cambia el modelo de desarrollo, sino más bien lo refuerza y lo extiende», dijo.

Agregó que «la estrategia de negociar acuerdos comerciales precisamente muestra el compromiso de los gobiernos de la última década del siglo XX y principios del siglo XXI de apostar al libre comercio frente a los grupos de presión que buscan la protección. Los tratados negocian básicamente tres aspectos: tiempo para la liberalización de los mercados, sectores sujetos a la liberalización y normas que regirán el comercio. Bajo esta lógica, el Gobierno, independientemente del partido político que lo ejerza, debe continuar negociando acuerdos comerciales hasta abarcar todos los sectores y alcanzar las normas «internacionales» deseadas.»

No obstante, Ulate también resaltó el hecho de que este no es simplemente otro TLC, y cuestionó el resultado político que tendrá el que se lo use como estrategia para someter los servicios públicos al mercado.

«Si comparamos los tratados firmados hasta ahora, con el negociado por Centroamérica con Estados Unidos, este último supera a los anteriores en todos estos ámbitos. Particularmente, la introducción de los sectores de telecomunicaciones y seguros por el Gobierno de Costa Rica muestra la «utilidad» de esta estrategia para enfrentar a los grupos de presión. En el resto de los países centroamericanos estos sectores ya están abiertos, por eso se tratan de otra manera en el texto del acuerdo. Pero en el caso de Costa Rica, no había sido posible introducirlos en una agenda doméstica y de allí la importancia del Tratado. El rédito político de esta estrategia está por verse», agregó.

UN ESTADO MÁS DÉBIL

Por su parte, Luis Guillermo Solís, catedrático de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR, opinó que de ratificarse el TLC con EE.UU., es un paso más en un camino emprendido hace ya varios años, cuya dirección es minimizar al Estado como actor económico y social.

«No implicará un cambio en el modelo de desarrollo, profundizará el que ya tenemos y consolidará la tendencia hacia un Estado cada vez más débil, incapaz de promover una sociedad de oportunidades crecientes para el mayor número», respondió a UNIVERSIDAD.

Agregó que «durante más de dos décadas la economía y el comercio exterior de Costa Rica han experimentado grados cada vez mayores de apertura, los cuales han sido acompañados por una degradación progresiva del aparato y las potestades del Estado. Estos fenómenos, por lo tanto, preceden en mucho a la negociación del TLC y ya han tenido un impacto significativo en el modelo de desarrollo nacional. El TLC sólo afianzará esta tendencia.»

Al pedirle que evaluara la calidad de la negociación realizada por el equipo nacional, en el sentido de si, finalmente nuestro país entregó más que el resto de Centroamérica, para obtener lo mismo que la región, Solís dijo: «Puede ser, pero también fue el país que más espacio «ganó» en términos relativos, y eso no es poca cosa cuando el interlocutor son los EEUU.»

Y agregó que «frente a un conglomerado regional que tendió a defender sectores productivos específicos y poco rentables en el mediano y largo plazo (manufacturas textiles, productos agrícolas tradicionales, por ejemplo), Costa Rica empleó una estrategia de negociación más integral y diversificada. Esto le permitió administrar con mayor soltura los pequeños márgenes de maniobra disponibles (en temas como cebolla, papa, cuotas cárnicas) y matizar -aunque no necesariamente en los términos más favorables, pero matizar al fin- las condiciones y plazos en que se producirá la apertura de telecomunicaciones y seguros.»

Pero ¿cómo redituará este «negocio» para Costa Rica, teniendo en cuenta los magros resultados del NAFTA para México, y el hecho de que otros polos comerciales están surgiendo mundo, que relativizarán la importancia de EE.UU.?

Al responder a esta pregunta, Solís condicionó el posible impacto positivo del TLC con EE.UU a la capacidad política nacional de acordar un modelo más solidario y de crear las condiciones para ello. Además, resaltó el hecho de que desde un punto de vista geopolítico, todavía falta mucho para que la región, y Costa Rica, puedan relativizar la importancia de EE.UU.

«México no debe ser ni tiene por qué ser nuestro espejo. La situación mexicana responde a una dinámica histórica y comercial muy diferente a la nuestra, tanto en la perspectiva regional centroamericana como en la estrictamente nacional. Aun con grandes dificultades, la posibilidad de aprovechar los términos del TLC dependerá en gran medida de las decisiones que se adopten en la Asamblea Legislativa y de los compromisos que se fragüen entre las élites dirigentes: partidos políticos, movimiento social organizado, cámaras empresariales», dijo el politólogo.

«Con un adecuado acompañamiento, el TLC podría tener un impacto menos negativo en el modelo de desarrollo nacional, razón por la cual es necesario llegar a grandes acuerdos de naturaleza política, que orienten al país hacia una visión lo más solidaria posible. Ello también sería deseable en el marco del Sistema de Integración Centroamericano, pues la integración nos favorece. En cuanto a la nueva «realidad geopolítica», esta afecta poco a Centroamérica debido a la alta dependencia regional con respecto del mercado norteamericano y la subordinación de los actuales gobiernos centroamericanos a los EEUU», concluyó.

Así, pues, un proyecto nacional de desarrollo pactado sin trucos y caracterizado por su convicción solidaria, y una mayor y mejor distribución de la riqueza, son cosas esenciales que no vendrán por la gracia de ningún dios ni de ningún TLC.

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