Aquella mañana, el presidente Luis Guillermo Solís, seguro del respaldo del millón trescientos mil votos recibidos en la segunda vuelta electoral, tomó la decisión de pasar a la historia mundial y ordenó, con voz firme: “coloquen a la par de la tricolor la bandera del orgullo gay”.
Esta decisión colocó a Costa Rica como el único país en el mundo que ondea al mismo tiempo en la casa de gobierno dos banderas, en las cuales se combinan todos los colores posibles en la naturaleza.En sendas astas, quienes recorrimos Zapote, vimos alzados los bellos colores primarios del rojo, el blanco, el azul y, si alguno de ellos se destiñe por el viento y el sol, nuestro presidente, previsor como fue el primer jefe de Estado, Castro Madriz, nos lega como repuestos los colores del arco iris.
Creo que la idea de acoger los colores del arcoíris como salida cromática alternativa no es descabellada, como muchos envidiosos y mal convivientes no quieren comprender. De nosotros deben aprender Vladimir Putin y Obama, pues, los tiempos, señores, han cambiado y la economía domina el quehacer mundial.
Solo pensemos en las divisas que, por ejemplo, reportarían al país si los turistas encontraran en la entrada de los parques nacionales como isla del Coco, Santa Rosa, la Amistad, etc., una bandera del arcoíris en lugar de los colores de la “tri” deteriorados por el tiempo.
Sin embargo, no todo lo hecho por el presidente Solís lo comparto. Desde esta columna protesto por la corta de los árboles de Laurel de la India, no porque dejaran al descubierto nuestra casa de gobierno, sino por el daño sorpresivo que hicieron a los pobres yigüirros con domicilio permanente allí.
Los yigüirros, como la bandera y el escudo, son símbolos nacionales y deben haber sufrido mucho cuando llegaron a esos árboles que en la mañana dejaron en pie y en la tarde se encontraron sin nidos ni dónde meterse.
Eso no se hace con animales que todo el mundo supone son inferiores a nosotros, porque además en esos Laureles anidaban otros pajarracos y raras aves que hoy no sabemos para dónde volaron.
Pero, repito, me parece atinado el proceder del presidente Solís de darnos una bandera alternativa en caso que los colores de la “tri” se destiñan, máxime que estamos en época lluviosa. Y que en el mundial de fútbol el futuro es incierto.