Al nuevo gobierno se le pide que sea transparente, que se deje de malabares y cartas marcadas debajo de la manga, que rompa con las alianzas y contubernios, con las concesiones, con las consultorías, con los contratos amañados; es decir, que rinda cuentas de sus gestiones. Sin embargo, no basta un discurso mediático o populista que cautive corazones; más bien se requieren acciones concretas para involucrar a los “muchos que tienen poco”.
En la política económica interna, “la soberanía alimentaria” debe ser una prioridad y no una simple y célebre frase hecha, para que la descendencia agrícola no esté condenada a desaparecer de la geografía nacional, siempre y cuando se fortalezca con asesoría técnica, más un moderno equipo agrícola, y un racional financiamiento, que brinde seguridad para fomentar las cosechas; como también capacitación administrativa.
Soberanía alimentaria y capitales volátiles son excluyentes. Al parecer, el incentivo que reciben las transnacionales no es competitivo, en lo que ellas llaman estímulo del mercado. No obstante, para esto habrá que evaluarse las exoneraciones o privilegios; se trata de una política económica que vuelva los ojos hacia la dinámica del mercado interno, o directrices que incentiven a la pequeña y mediana empresa, especialmente, en la Zona Norte y Sur del país. ¿Y cómo se le da solución a la fiesta del cambio monetario? Para el agiotista fue una brillante estrategia monetaria y política (unos pocos celebran y los demás nos encogemos).
Hay otros retos que están en el tablero del nuevo gobierno: dar solución al déficit fiscal, para que se tribute con equidad; intervenir en una deteriorada infraestructura vial; establecer estrategias para el desempleo que ondea en Limón, Guanacaste, Puntarenas… ¿Cuál será el papel de las cámaras patronales? ¿Serán los colegios técnicos una posible solución… y si es así, cuánto durará la capacitación académica? ¿Cuánto puede ayudar el INA con su visión de adiestrar a los trabajadores en el ámbito de la tecnología y las áreas de servicio?
Pero volvamos al primer párrafo y a la interrogante sobre la voluntad política para negociar los conflictos con Nicaragua. Algunos son sutiles para ejercer el poder como el decano de la Facultad de Derecho de nuestra Alma Máter: con un puñetazo impone sus ideas. Otros muestran su sabiduría, al palparse las noblezas del toro, para indicar que es imprescindible terminar la Ruta 1856, alias la “Trocha”, con el objeto de “una defensa del territorio nacional”. Y a qué vienen esas poses guerreristas? ¿No será el oportunismo de una retórica recién pasada? ¿Habrá intereses particulares o regionales, como se comenta entre bastidores? En todo caso, ¿cuál será la política exterior hacia Nicaragua? ¿Hay que seguir respondiendo con soberbia, desplantes y declaraciones que exaltan el narcisismo etnocéntrico y patriotero, o convendrá un tono que acierte en la legalidad internacional y el equilibrio de la razón?