Perded toda esperanza

¡Perded toda esperanza los que entráis! DanteEn la peni no se conocía de derechos humanos, fue el lado oscuro de nuestros sistemas represivos y

¡Perded toda esperanza los que entráis! Dante

En la cima del final del camino está el Centro Costarricense de Ciencia y Cultura (Museo de los Niños, Auditorio Nacional, Galería Nacional…), en el espacio que otrora fuera la Penitenciaría Central. La peni se le decía comúnmente. Esta transformación de cárcel a centro de cultura, fue dejar de lado el castigo y el oprobio para convertir el antiguo presidio en un lugar de libertad, la libertad que da el conocimiento. Fue caminar de las tinieblas a la luz; es la visión de las estrellas al final del infierno. En ese transitar muchos perdieron la dignidad, la esperanza y la vida.

En la peni no se conocía de derechos humanos, fue el lado oscuro de nuestros sistemas represivos y de aislamiento social, que se imponen por el pago de una falta. Estaba seccionada en pabellones, todos ellos hacinados; siendo el pabellón oeste el que más mala fama tenía, pues ahí se formaban las peores bandas de criminales que azotaban a los ocupantes de los otros pabellones, Los hijos del diablo se llamaba una de ellas: golpizas, crímenes, violaciones, trasiego de drogas, pago de peajes hasta por un plato de arroz y frijoles mal preparados (el rancho servido en cualquier trasto), delaciones, crímenes por ganarse un espacio para medio dormir entre el albañal…, oscuridad del calabozo en donde el preso enfermo soportaba las durezas de su padecimiento y las de la propia sociedad que ahí lo mantenía.

Era uno o todos los círculos del infierno de Dante, en donde el que entraba perdía toda esperanza. También era el oscurantismo de las investigaciones policiales, como las realizadas por la Dirección de Investigaciones Criminales (DIC), muy ligada con obtener declaraciones aplicando métodos aviesos. Era una policía con los más oscuros procedimientos.

Una mañana de estas, bajando la cuesta de la peni, pensaba en los muchos que la subieron jóvenes y la bajaron ya viejos y enfermos; los que la subieron vivos y los tuvieron que bajar muertos camino a la morgue. Los que la subieron teniendo una familia en la que apoyarse, y la bajaron ya sin familia y sin ninguna raíz de la cual sostenerse. Subieron la cuesta siendo inocentes y la bajaron con un expediente criminal abominable, para posiblemente volverla a subir. Subieron la cuesta siendo criminales y la bajaron sin ninguna redención. La subieron siendo padres jóvenes y la bajaron sin saber que ya eran abuelos; habría quienes la subieron siendo saludables y la bajaron enfermos y derrotados… La mayoría de estos hombres la bajaron cuando les habían arrebatado toda dignidad.

Este presidio se cerró en el año 1979. Se cerró una parte de la historia oscura del castigo en Costa Rica, en donde se recluían seres humanos sin fe ni esperanza, por ser la parte de la sociedad a la que había que reprimir y esconder.

Ya han pasado 35 años de que se clausuró el viejo castillo penitenciario, pero no se abrieron nuevas esperanzas: el hacinamiento sigue imperando en la mayoría de nuestras cárceles. Los expertos hablan de sobrepoblación, de falta de lugares propios para la rehabilitación social… Las cárceles siguen sumergidas como escuelas del crimen. En alguna ocasión alguien con un cargo público de decisión se refirió a que los presos no esperaran ser atendidos como en un hotel cinco estrellas, pero no se inmutó por las condiciones infrahumanas en que viven estas personas. “Se lo merecen”, dicen algunos en forma ligera, sin comprender que muchas conductas de los seres humanos son una respuesta a las condiciones sociales en las que se han educado, a las oportunidades que no se les dio o a las puertas que la pobreza les cerró desde la niñez.

Que  la Penitenciaría Central y la DIC queden desterradas para siempre.

 

 

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