Pobreza y falta de empleo agobian a 32.727 nuevos hogares en 2014

María Eugenia González y su familia viven sin electricidad en una casa que alquilan por ₡70.000 al mes, y sobreviven con el trabajo de

María Eugenia González y su familia viven sin electricidad en una casa que alquilan por ₡70.000 al mes, y sobreviven con el trabajo de electricista que realiza su compañero. (Foto:  Katya Alvarado)

Mientras la línea que marca la pobreza en las zonas urbanas es de ₡105.976, para María Isabel Fuentes la diferencia entre tener o no un poco de paz el siguiente mes está en reunir al menos los  ₡150.000 que debe pagar por el alquiler de la casita en la que vive en Barrio Córdoba.

Hace tres meses perdió al hijo que era el único sostén económico del hogar, y hoy vive de las ayudas que le brindan en la Parroquia Nuestra Señora de Ujarrás, pues la enfermedad de su hija no la deja trabajar.

El hogar de María Isabel es uno de esos 32.727 que se sumó a las filas de la pobreza en el último año, y que hacen que el indicador ahora alcance al 22,4% de los hogares costarricenses, según la última Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Al templo católico de Barrio Córdoba se acerca muy despacio y entre gestos de dolor doña Teresa Jiménez, quien llega a recoger una bolsa con víveres para que pase otro mes junto a su nieto, que ya entró al colegio.

Doña Teresa está a cargo de su nieto y  espera que pronto le “arreglen” los papeles a ver si así dejan de cobrarle la atención médica en la clínica Moreno Cañas, por los muchos dolores que sufre. Ella es parte de ese 23,8% de las personas en pobreza que no tiene seguro de salud.

Estas mujeres son las jefas de su hogar, como lo son el 43% de quienes lideran las familias pobres del país, y son también parte de ese 23,9% de las personas en pobreza que, para empeorar su situación, no cuentan con un empleo.

“Yo a veces cuido chiquitos en algunas casas, y me gano como 15 mil al mes. De alguna manera tengo que sacar a mi nieto adelante”, dice doña Teresa, quien también engrosa la cifra del 72,3% de los pobres que subsiste con empleos informales.

Con un promedio de escolaridad que apenas supera los 6 años (la primaria completa), las opciones son realmente pocas y se limitan a sectores como la construcción, la agricultura o la manufactura básica (maquila), que ya de por sí también viven momentos precarios en el país.

MAL MOMENTO

En la casa que alquila la familia de María Eugenia González en Barrio Luján, en la periferia de la capital, no hay electricidad, se cocina en una plantilla de gas (cuando hay) y en las noches se alumbran con un foco.

Una estrecha escalera lleva a los dos únicos cuartos de este segundo piso: en uno duerme con su compañero y su hija de casi 15 años, en el otro está la cocina, la pila de lavar y una gata que alimenta sus tres gatitos.

El techo está carcomido por la polilla, y el piso del cuarto se terminó de aflojar con el último temblor de madrugada. Ese es el deterioro que según el INEC registran el 63,5% de las viviendas de las personas pobres, mientras que entre los “no pobres” las casas con estado “regular o malo” son solo un tercio.

El compañero de María Eugenia hace trabajos como electricista, pero no tiene empleo fijo y se pasa los días buscando alguna oportunidad en casas y edificios en obras.

Pero ese sector de la economía no está en buen momento, según dice el presidente de la Cámara Costarricense de la Construcción (CCC), Guillermo Carazo, quien afirma que desde el año pasado la cantidad de metros cuadrados tramitados han caído en un 10% con respecto al año anterior, que ya de por sí fue apenas bueno, con un crecimiento del  1,8% en comparación con 2012.

DILEMA

El economista e investigador especializado en temas de pobreza del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (IICE-UCR), Juan Diego Trejos, confirma el “dilema” que tiene el país al esforzarse por atraer inversiones y empleos de calidad, pero a los que no pueden acceder justo quienes más lo necesitan, pues no tienen la formación necesaria.

“El tema es qué hacemos con la gente que tiene baja educación, ahí la estrategia no sería traer inversión extranjera que ocupe empleo no calificado porque básicamente esa inversión es maquila y la competencia que se hace en ese tipo de industria es quién paga menos, qué país tiene los salarios más bajos para atraer esa inversión. Ese tipo de inversión no sirve”, señala Trejos.

Para  el investigador, el país tiene que hacer un esfuerzo por tratar de capacitar a esa población que se ha quedado rezagada, y hacer todo lo posible por evitar que más jóvenes se vayan de las aulas sin terminar la secundaria, como los 13.826 estudiantes que según el Ministerio de Educación Pública no volvieron al colegio tras el receso de medio año.

“Claramente el desempleo aumenta conforme menos educada es la gente y sobre todo la gente joven;  esa combinación de juventud con falta de educación es fatal. Ya la gente mayor, que tiene mucha experiencia en el mercado de trabajo, tiene menor riesgo de desempleo aunque no tenga formación académica y optan por el trabajo independiente, donde el problema ya no son los ingresos, sino la informalidad”, explicó Trejos.

Pese a ser un país de tradición agrícola, el trabajo en agricultura tampoco parece ser una buena opción, pues según Trejos se trata de un sector con problemas de productividad, que paga bajos salarios y que, por tanto, no hace gran diferencia en la situación de pobreza que viven las zonas rurales.

La línea de pobreza en el campo es menor a la de las zonas urbanas y se considera pobre a quien viva con menos de  ₡81.344 al mes, pero también aquí los ingresos de la gente suelen ser hasta 1,75 veces menores a los de quienes viven en las ciudades.

Mientras en el país la pobreza total alcanza al 22,4% de los hogares, en la zona central esta es de 17,2%, casi 20 puntos porcentuales menos que el 36,2% de pobreza que sufre la región Brunca, en el sur del país.


Doña Rosa espera

Dentro de un edificio que cualquiera daría por abandonado y que hace mucho fue derrotado por el tiempo, doña Rosa espera.

Espera que alguien se atreva a tocarle la puerta que resguarda el oscuro callejón que lleva a su cuartito, donde ni la luz de la calle se atreve a pasar.

Espera que sea alguno de esos “ángeles” por los que tanto reza, y que de tanto en tanto le llevan alguna ayuda para que pueda subsistir.

Espera que hoy no le duelan tanto los huesos para poder ir a la clínica y recoger las decenas de pastillas para sus decenas de enfermedades: osteoporosis, diabetes, presión alta…

Espera que sea alguien que le desarme por un rato la soledad, para poder conversar, para contar que nació en 1937, que trabajó muchos años en la Soda Palace y que viene de Tucurrique, ¡la tierra del pejibaye!.

Espera que el arroz y los frijoles que por “bendición” comió ayer, le alcancen para hoy, y para mañana. Siempre con café.

Espera que en el IMAS (allá en Barrio Amón) se vuelvan a acordar de ella y le vuelvan a depositar al menos los “diez mil pesitos” que le daban antes, pero que desde marzo no volvió a encontrar cuando va al banco.

Doña Rosa espera que ese cascarón de madera enclavado frente a Plaza Víquez, donde vive sola porque ya todos murieron, no le caiga encima sin antes ver a la gente que quiere, aunque ya no sepa dónde están.


Carlos Alvarado, Ministro de Bienestar Social:

“El aumento en la pobreza es preocupante”

¿Cómo analiza el Ministerio de Bienestar Social el incremento en la pobreza de 1,7 puntos porcentuales que registró el INEC para el último año?

-Nos parece muy preocupante, nos parece que confirma la tendencia de que el país no ha estado abordando el tema de pobreza de la mejor forma, dado que ha venido del estancamiento y ahora con este repunte de 1,7% en la pobreza básica y un poco también en la pobreza extrema. Necesitamos como país revertir la tendencia de los últimos años en temas de pobreza, los datos nos parecen preocupantes.

¿Complica esto la meta que se puso el presidente Luis Guillermo Solís de eliminar la pobreza extrema para el final del gobierno?

-Hace que el reto sea más grande, pero es el reto del país, no es solo la tarea de una administración. Hay que ver que estos datos porcentuales se traducen en familias y personas de carne y hueso. En efecto, los datos lo que muestran es una línea de base mayor, pero que igual tenemos que acometer con toda voluntad política y con toda premura.

La Encuesta de Hogares detalla que el desempleo es de un 23,9% entre las personas pobres y sólo un 5,7% entre los “no pobres”, con el problema de la escolaridad entre los pobres con costos llega a la primaria completa y esto les dificulta encontrar trabajo. ¿Cómo sacar a esa gente de la pobreza si no tienen acceso a empleos de calidad?

-El reto está en tres pilares fundamentales: uno la política de pobreza que tiene que ser enfocada en estos grupos, una política que no sea solo de transferencias sino que encadene con programas que sean relevantes para la movilidad social. Lo segundo tiene que ver con la política de empleo, que es algo que también es prioridad de esta administración, el generar más y mejores empleos, pero no de cualquier tipo, sino en sectores claves como agricultura, transporte, turismo, infraestructura y construcción, que pueden absorber a mucha de esta población. Hay que mantener programas que permitan la retención de los jóvenes en secundaria, que permitan elevar la capacitación de todo el recurso humano en el país, pero eso es un proceso. También tiene que ver con un crecimiento económico que favorezca este tipo de sectores; y hay también un componente territorial. Este tipo de trabajo en esos sectores no puede ser sólo para el Área Metropolitana, tenemos que generar crecimiento económico en todas las regiones del país.

En el análisis que hacía el Estado de la Nación el año anterior, los sectores que se señalaban como “oportunidades perdidas” son estos que precisamente dan trabajo a la gente menos calificada como la construcción, la maquila, la manufactura básica y la agricultura. ¿Cómo enfrentar el deterioro de estos sectores que afecta directamente a los más pobres?

– El primer paso es el reconocimiento de la problemática y lo que se haga para atenderla. También el reconocer el papel del empleo en esto. No es solo proteger de la inflación el ingreso de las familias, sino procurar más empleo y una ruta hacia la formalización, pero que no sea ni subempleo, sino que sean de mayor calidad. También pasa por un clima de mucha confianza entre las políticas de gobierno y los sectores que invierten, llámense empresa privada, cooperativas, etc. Porque tiene que haber la percepción de que hay políticas deliberadas de absorción de trabajadores en estos sectores. Hay que incentivarlos desde el gobierno para tener este efecto deseado para esta población.

¿Tiene el Estado capacidad para volver a formar a la gente que no pudo completar el ciclo educativo básico?

-Es posible también si hay un diálogo con los sectores productivos, hay que encadenar a esta población a procesos de capacitación que sean relevantes y los vinculen a trabajos, eso es fundamental.

¿Se ha concentrado el país demasiado en la atracción de inversión en alta tecnología y servicios, descuidando a estos sectores menos capacitados pero más necesitados?

-Lo que es inversión extranjera y sectores dinámicos hay que mantenerlos, irlos incentivando, no son tareas excluyentes sino complementarias. Tenemos que, mientras mantenemos nuestras políticas de atracción de inversión, tener la misma agresividad para incentivar estos sectores que hoy están más apagados, pero que tienen tanto que contribuir a la economía nacional.


El 20% más rico concentra la mitad del ingreso en el país

Aunque los datos de pobreza y desigualdad generalmente se presentan juntos, no siempre van de la mano y en esta ocasión mientras la cantidad de pobres aumentó, el coeficiente de Gini que mide la desigualdad se redujo levemente.

Pese a esto, la diferencia entre los ingresos del 20% más pobre y el 20% más rico sigue siendo muy grande, pues los del grupo más afortunado pueden tener ingresos hasta 18 veces mayores que los del quintil (20% de la población) menos favorecido.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) muestran que en el primer quintil el promedio de ingreso por persona ronda los ₡54.021, mientras que en la quinta parte de la población con más ingresos, el promedio por persona alcanza los ₡996.077.

En lo que respecta a la distribución, mientras el quintil más pobre se debe repartir sólo el 3,9% del ingreso nacional, el quintil más rico se distribuye el 50,1% del disponible en el país.

Pese a estos datos, el coeficiente de Gini (que mide la desigualdad en una escala de 0 a 1 donde 0 es la equidad perfecta y 1 la acumulación de toda la riqueza en una sola persona) muestra en esta ocasión una leve reducción al pasar de 0,522 en 2013 a 0,516, con niveles similares a los que se tenían en 2011 y 2012 cuando fue de 0,515.

El investigador y experto en pobreza del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica, Juan Diego Trejos, explicó que en esta ocasión la reducción del coeficiente de Gini se debe a la mejora en el ingreso que registraron los quintiles de ingreso medios (II, III y IV).

Mientras la quinta parte más pobre y la quinta parte más rica vieron crecer sus ingresos en el último año un 1,3% y 1,5% respectivamente, el quintil II aumentó en 2,2%, el III en 3,9% y el IV en 2,5%, mejorando levemente la situación de la clase media.


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