Desde luego que la paz tica, hoy un grave sinónimo de pasividad, nos permite dilucidar un amplio bagaje de “huellas culturales”, logros de los mal nombrados héroes y padres de la patria, que iban desde lo absurdo tales como “los costarricenses son un pueblo domesticado” como se le ocurrió afirmar a un viejillo que aparentemente fue presidente, hasta lo palpable como son los enriquecimientos ilícitos por parte de otros que también fueron mandatarios de nuestro país.
Aunque cabe decir que hoy lo que está de moda no es precisamente meterle cualquier cuento a un ministro, como se recordará, digamos hipotéticamente de seguridad, para que un bien nombrado fiscal general se brincara una sólida investigación judicial contra un alto jerarca, digamos por mencionar a cualquiera, un tal Arias, que hace tiempos no se escucha ni mentar siquiera; y así se logra boicotear el proyecto de democracia costarricense, una nube de humo que nada más costó un par de ideas tontas y una guerra civil. Es interesante ver cómo los héroes saltan a la luz y detrás van los séquitos de honorables personas de un pueblo que no ha despertado de esa paz inverosímil que nos está llevando al despeñadero de la ignorancia y la desinformación, pero hacia adelante, como decía otra señora muy respetable también.
Pese a este vago recuento de cuestionamientos en materia de política interna, por otorgarle un nombre un tanto adecuado, no todo es tan malo un poco más allá de nuestras fronteras; tenemos tan buenas relaciones con otra nación, dizque hermana nuestra, que hasta ya le anexamos una isla que bien parece que ni sabíamos, hace un buen tiempo, que todavía era parte de Costa Rica: esto puede que sea un síntoma de nuestra preciada paz. La paz, una marca identitaria de esta patria querida, y esa pasividad, es en lo que ha ido degenerando aquella paz tan nuestra. No obstante, detrás de esa cortina de actitud indiferente, se ha comprobado que se puede esconder una sarta de trapos sucios, carreteras y puentes de porquería, un sistema fiscal que hace aguas, un bello estadio nacional chino que quién sabe cuánto nos fue a costar, índices de pobreza y violencia que nadie debería ver y menos quienes nos consideran una de las naciones sino la más feliz del mundo. Cualquier malinterpretación hecha por mí, la dejo a criterio de ustedes.