La ciencia que cuenta es la que se cuenta

La comunicación de la ciencia es un factor de crecimiento del propio quehacer científico y una aportación para mejorar la calidad de vida de

La comunicación de la ciencia es un factor de crecimiento del propio quehacer científico y una aportación para mejorar la calidad de vida de las personas (foto archivo ODI).

La comunicación de la ciencia constituye el conjunto de procesos comunicativos que el personal científico e investigador utiliza para transmitir los procesos, conocimientos y resultados de su labor académica. La misma es fundamental en la génesis del conocimiento, pues la ciencia que no es comunicada carece de validez y reconocimiento.

Comunicar la ciencia académica es una actividad imprescindible para su desarrollo. Sin embargo, las particularidades que la caracterizan la convierten en una actividad compleja, plagada de diversos recorridos y escenarios que en muchas ocasiones se restringen al ámbito de los expertos con un grado de especialización cada vez mayor. Ello origina una brecha en su relación e intercambio con la sociedad y con otros especialistas de distintas disciplinas.

La comunicación de la ciencia no solo es un factor de crecimiento del propio quehacer científico, sino también una aportación para mejorar la calidad de vida de las personas y un medio para poner a disposición de muchos el gusto por conocer el aprovechamiento de los recursos, que son utilizados por la ciencia. Es por esta razón que deben desvanecerse las fronteras que dividen a la actividad científica de la sociedad y de otras expresiones humanas.

No obstante, el uso de un lenguaje técnico, el escaso contacto con especialistas de otras áreas, la carencia de tiempo y el poco reconocimiento hacia los procesos de comunicación dentro del ámbito científico han dado lugar a que los resultados, métodos, procedimientos y alcances de muchas investigaciones sean incomprensibles y de poco acceso para quienes no son especialistas. Esto convierte a la ciencia en una “caja cerrada” de difícil comprensión para la mayoría de las personas.

En otras palabras, el personal científico que desee comunicarse directamente con diversos públicos de la sociedad se enfrenta a varios obstáculos importantes, quizás el más básico de ellos sea el lenguaje, ya que debe desarrollar la capacidad de mediar pedagógicamente las ideas del lenguaje técnico de su disciplina, para transformarlas en expresiones de fácil entendimiento para un público heterogéneo.

Si la ciencia no logra ser comunicada de forma adecuada y llegar a la sociedad, lo hará la pseudociencia, lo que origina una serie de controversias y dificultades al dar cabida a mitos e ideas falsas como si fueran conocimiento científico válido.

Este hecho hace urgente que el personal académico se capacite en el desarrollo de procesos de comunicación de la ciencia, adquiera novedosas habilidades de comunicación, mejore sus relaciones con los periodistas y desarrolle procesos de comunicación dirigidos a diversos públicos de la sociedad.

LA IMPORTANCIA DE LA DIVULGACIÓN

Hoy en día existe cierto consenso sobre la responsabilidad que el personal científico posee ante la sociedad y el reconocimiento de la ciencia como una actividad con alto valor económico y político, de vital importancia en el desarrollo de las sociedades modernas. Asimismo, que se debe propiciar la participación y el acercamiento del gran público y no solo la validación y el asentimiento de las comunidades científicas y académicas.

Es así que debemos reconocer dos procesos principales que conforman la llamada comunicación científica: la difusión y la divulgación. La difusión es el proceso de comunicación entre pares o miembros de un mismo grupo o comunidad de especialistas, mientras que la divulgación es conocida como la forma de comunicación dirigida a que diferentes esferas de la población posean un acceso fácil, rápido y veraz a información científica de primera mano, de calidad comprobada.

La divulgación científica es una de las mejores formas de construir puentes entre la ciencia y la sociedad. Por medio de ella, la ciudadanía puede informarse y conocer más sobre el quehacer científico, además de estimular el estudio de las ciencias, promover la capacidad deliberativa en aquellos temas vinculados a la innovación e incitar el desarrollo de un sentido de responsabilidad –y corresponsabilidad– social, caracterizado por la asertividad y el pensamiento crítico en el progreso del conocimiento científico.

La dificultad inicial en relación con estos procesos radica en que los espacios de adiestramiento que posee el personal investigador para poder mejorar la difusión y divulgación de sus investigaciones son limitados, poco articulados y vinculantes a su labor investigadora. El resultado es que la comunicación de la ciencia se convierte en una tarea opcional, que no todo el personal investigador desea o está dispuesto a realizar.

A pesar de estas limitantes, es innegable que en el mundo académico es preciso ser un buen docente e investigador y también generar procesos de gestión y cogeneración del conocimiento, que involucren a diversos públicos.

La sociedad del conocimiento demanda la necesidad de promover un cambio de mentalidad del personal investigador en lo relativo a la comunicación de la ciencia, que asuma que toda política de investigación debe incluir una política de comunicación, la cual facilite la rendición de cuentas, la captación de recursos y el fortalecimiento de nuevas líneas de investigación.

Desde esta perspectiva, la divulgación de la ciencia puede efectuarse de varias formas: por medio de la escritura de artículos en los medios de comunicación, la participación en ferias o museos de ciencia, la transferencia al sector productivo y la realización de conferencias públicas, entre otras actividades.

Lo fundamental de estas acciones es lograr entablar un diálogo inclusivo con el público al cual nos dirigimos. Para ello, debemos dejar de lado prejuicios e ideas falsas en torno a las personas que se encuentran fuera de las comunidades científicas. Muchos ciudadanos no poseen conocimientos especializados en determinados temas, pero poseen el conocimiento local, vivencial y en muchas ocasiones las ganas de mejorar o resolver los problemas a los cuales ellos se encuentran expuestos o sus comunidades. El público no científico posee una serie de conocimientos, valores e intereses que son de gran utilidad en la reflexión y aplicación de la ciencia en contextos culturales.

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