Los indígenas y la Costa Rica homogénea y blanca

La identidad costarricense no se configuró alrededor de la imagen de una nación mestiza, heredera de las culturas prehispánicas. Más bien,

La identidad costarricense no se configuró alrededor de la imagen de una nación mestiza, heredera de las culturas prehispánicas. Más bien, a partir de la década de 1880, se comenzó a hablar de una raza costarricense homogénea y blanca, que se había formado durante la colonia, y a la que supuestamente pertenecía la totalidad de la población.

Pero 32 años antes, cuando en 1848 Costa Rica se declaró República, la conveniencia del origen «blanco» de la nación no estaba tan clara, y algunos elementos indígenas aparecían en las letras oficiales.

Por ejemplo, en el decreto en que se establecían los símbolos de la recién fundada República, se determinaba que la moneda tendría por el reverso «la figura de una india en pié, armada de arcos, carcaj y flechas…».

En esta imagen oficial parece buscarse un símbolo de lucha por la independencia, y a la vez la esencia de la nueva nación, buscando hacer un claro contraste con el pasado bajo el dominio español.

Así lo plantean Alejandra Boza, graduada de la Escuela de Historia, y Juan Carlos Solórzano, investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Costa Rica, en un estudio sobre «El estado nacional y los indígenas. El caso de Talamanca y Guatuso, 1821-1910».


DISCURSO NACIONALISTA

 

Boza y Solórzano explican que si bien no existen estudios al respecto, es probable que dentro del proceso de construcción de un discurso nacionalista hubiera algunos intentos de incluir elementos del pasado indígena, como parte de la identidad de la nueva nación.

Pero, acotan los historiadores, hacia 1880 el rumbo de las reflexiones nacionalistas era radicalmente distinto, ya que en esa época se comenzó a hablar de que todos los costarricenses pertenecían a una misma raza, homogénea y blanca.

Investigaciones previas señalan que a partir de 1880 se niega categóricamente la existencia de divisiones raciales y se empieza a hablar de una raza costarricense homogénea, la cual era singular y nacional por naturaleza, y una base satisfactoria para seguir el camino de la «prosperidad y la modernidad «.

Cuando esa versión se consolidó, los grupos indígenas que habitaban en Costa Rica desaparecieron del discurso nacional, como si efectivamente no existiera ni uno solo en nuestro país.

Cabe destacar que en el censo de 1883 solo se consignaron como indígenas a los habitantes de Talamanca y Guatuso, que sumaban 3.500.

TALAMANCA

 

El estudio de Boza y Solórzano explica que desde la independencia y hasta finales del siglo XIX la región de Talamanca, donde habitaba la mayor cantidad de indígenas del país, había sido un territorio de gran importancia política y económica.

Esto se debió, por una parte, a la creencia generalizada de que en esa región existían enormes yacimientos de minerales, en una época en que la minería era una de las actividades económicas más importantes del país, y por otro lado al hecho de que esa región era parte del territorio en disputa entre la frontera entre Costa Rica y Colombia.

Sin embargo, después de que se determinara que no existían yacimientos importantes y de que Costa Rica asentara su autoridad allí, Talamanca pasó a segundo plano.

Las escuelas de primeras letras y las colonias militares y agrícolas, fueron proyectos frustrados del Estado costarricense para establecer el control y posterior integración de esa población indígena.

«A pesar de que el Estado no logró integrar culturalmente a toda la población indígena, sí logró integrarlos a su control político. El Estado utilizó dos estrategias: por un lado estableció relaciones amistosas con los caciques, e inició un proceso de aculturación de varios de los personajes más importantes de la comunidad. Por otro lado reconoció la autoridad de los caciques, pero solo para luego poder apropiarse de ella».

Boza y Solórzano añaden que nombrar a los caciques como Jefes Políticos fue el paso más importante en el avance del control del Estado sobre la región, pues le permitió legitimar su autoridad y hacerla efectiva.

Una vez que logró eso, quitó al cacique de en medio y en su lugar puso a un funcionario «costarricense». Pero, acotan los investigadores, el objetivo que a largo plazo se había planteado el Estado de «…equiparar la administración de aquellos pueblos a la de los demás de la República», nunca se logró.

GUATUSO

 

El avance estatal sobre estos indígenas respondió a la iniciativa de Bernardo Augusto Thiel, obispo de Costa Rica, quien motivado por las noticias del exterminio a que sometían los huleros a los guatusos, organizó una expedición en 1882 y logró que se emitiera un decreto prohibiendo la esclavización de los guatusos y la extracción de hule.

«Si bien en Costa Rica existían noticias de los guatusos anteriormente, la primera mención oficial se hizo en 1867, en el mismo decreto en el que se nombraba a los caciques de Talamanca como Jefes Políticos. Lo único que se establecía era que se iba a intentar la reducción de esos indígenas».

El estudio añade que el primer funcionario estatal nombrado en Guatuso fue un agente de policía que instaló Thiel en su primer viaje, con la función de vigilar las acciones de los huleros y proteger a los indios.

En 1884 se estableció una guardia costarricense para reprimir a los huleros, salvar a los indios y proteger la soberanía nacional, pero la guardia se retiró en 1887 porque los soldados acosaban a las mujeres indígenas. En 1893 se levantaron cargos contra el Jefe Político de Talamanca, Buenaventura Corrales, por abusar de los indígenas.

A diferencia de lo que pasó en Talamanca, la coyuntura de los problemas fronterizos con Nicaragua, junto al interés de Thiel, fueron aprovechados por el Gobierno para convertir el exterminio a que los huleros habían sometido a los guatusos en parte del discurso nacionalista.

«La historia de los guatusos se convirtió en la de los costarricenses sacas, que en guatuso significa amigos, enfrentados a los malvados huleros nicaragüenses para salvar a los indígenas del exterminio», afirman los historiadores.


Entre otros aspectos, Boza y Solórzano concluyen que «a final de cuentas, tanto en Talamanca como en Guatuso, las formas tradicionales de organización social y política no se eliminaron, y más bien el control del Estado se limitó a los estratos jerárquicos más altos. Esto fue lo que a la larga permitió que los indígenas de Talamanca y Guatuso se mantuvieran como grupos étnicos diferenciados, haciendo posible, posteriormente la política de encapsulamiento».

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