Premian estudio que evaluó exposición de mujeres a plaguicidas

Una investigación sobre las mujeres bananeras expuestas a plaguicidas en fincas de productores independientes costarricenses, empleando marcadores biológicos, de la M.Sc. Vanessa Ramírez y 

Una investigación sobre las mujeres bananeras expuestas a plaguicidas en fincas de productores independientes costarricenses, empleando marcadores biológicos, de la M.Sc. Vanessa Ramírez y  la Dra. Patricia Cuenca, del Instituto de Investigaciones en Salud (INISA) de la Universidad de Costa Rica, recibió el Premio Familia De Gerolami 2001, durante  el acto de celebración del  50 aniversario de la Revista de Biología Tropical.

Las investigadoras consideran necesario implementar medidas de protección para las trabajadoras bananeras, como el uso de guantes, aparatos para el sellado, aplicación de los fungicidas con pinceles o el empleen atomizadores automáticos. (Fotos de archivo

Este reconocimiento se otorga al mejor trabajo publicado en el campo de la biomedicina en dicha revista, y consiste en una dotación económica y un pergamino. Fue instituido por la familia del Dr. Ettore De Girolami, uno de los cofundadores de la publicación.

Se trata del primer  estudio en el país que emplea biomarcadores para analizar daños genéticos, e incluso para realizarlo la M.Sc. Ramírez recibió entrenamiento sobre una de las técnicas empleadas en el Departamento de Toxicología Genética y Ambiental del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional de México (UNAM).

El trabajo abarcó a 110 mujeres: 55 empacadoras bananeras de la zona de Guápiles y 55 mujeres de esa comunidad, como grupo control.

 

En la época en que se efectuó el estudio, las trabajadoras tenían contacto con dos fungicidas llamados imazalil y tiabendazol y con el insecticida clorpirifós, pues ellas tienen que abrir las bolsas que cubren el racimo de banano en el campo y generalmente se encuentran impregnadas del insecticida.

Antes de empacar la fruta, deben atomizarla manualmente con los fungicidas. También  hay otras empleadas que después de la fumigación con los fungicidas se encargan de pegar los sellos con la marca de la compañía y para esa tarea no  usan guantes, ya que alegan que se les dificulta la colocación de la calcomanía.

El llamado grupo control o de comparación lo conformaron mujeres de la misma zona que  nunca habían trabajado ni vivido en una finca bananera y que no habían tenido relación con ninguna actividad agrícola. Otro requisito que se les pedía  era que sus esposos o compañeros tampoco hubieran participado en esas labores.

La investigación abordó a la población femenina, porque jamás se había estudiado el efecto de su exposición a plaguicidas, mientras que algunos de los hombres trabajadores de fincas bananeras incluso habían sido indemnizados por las empresas fabricantes de plaguicidas, cuando se les comprobó su esterilidad como consecuencia de la contaminación por esos productos.

Las investigadoras explicaron que en el caso de las mujeres, pese a que ellas sufren con mayor  frecuencia de  dermatitis, alergias, fiebres, mareos, dolores de cabeza y otros problemas de salud, no calificaron para una indemnización, ya que desde el punto de vista médico no se puede comprobar la relación causa-efecto.


RASTREANDO DAÑOS


El estudio de Ramírez y Cuenca partió de la hipótesis de que la exposición ocupacional a plaguicidas en forma prolongada y que no produce necesariamente problemas agudos, causa daño al material genético.

Para realizarlo, durante dos años visitaron la zona de estudio con la idea de conocer bien cada caso, pues tenían que valorar muchos aspectos para seleccionar tanto a las trabajadoras como a las mujeres que integrarían el grupo control.

Ya con las muestras sanguíneas de las mujeres, en el INISA realizaron los análisis, primero empleando un marcador biológico llamado micronúcleos en linfocitos y luego otro denominado ensayo cometa.

Ramírez explicó que con la técnica de los micronúcleos en linfocitos lo que se aprecia son daños grandes en el material genético, por ejemplo un cromosoma que no se integra bien al núcleo principal en la división celular o los fragmentos de los  cromosomas que sufrieron una fractura o un corte muy grande.

La otra técnica (ensayo cometa), también llamada electroforesis de células únicas, permite detectar daños o fracturas a nivel de la hebra del ADN en el núcleo de la célula. Esos daños se evidencian cuando los núcleos forman una imagen similar a la cola de un cometa, al ponerlos a «correr» en una electroforesis.

La gravedad del daño está determinado por el largo de la cola que se forme.  Con esta técnica analizaron 25 células por persona y de los resultados obtenidos sacaron un promedio de daño.

En la actualidad, las investigadoras están efectuando nuevos análisis con otra técnica llamada aberraciones cromosómicas.


AFECTADAS


Las pruebas realizadas con la técnica de ensayo cometa les permitió determinar que las mujeres que tenían entre cinco y 15 años de trabajar en fincas bananeras eran las que tenían más daños en el ADN, en comparación con las que no habían sido trabajadoras bananeras; es decir que aquellas que no se habían expuesto tan directamente a los agroquímicos.

Por la técnica de micronúcleos en linfocitos no encontraron diferencias entre ambos grupos de mujeres, porque tal y como se señaló anteriormente, esa técnica solo detecta daños mayores.

Según explicó Ramírez, los principales problemas de salud  que sufrían las mujeres trabajadoras que analizaron, eran las dermatitis o erupciones en la piel y alergias, síntomas que  se pueden asociar con la exposición a los plaguicidas.

Un dato interesante es que las mujeres del grupo control también presentaron reducidos sus niveles de colinesterasas séricas y eritrocíticas, lo que significa que están expuestas a los plaguicidas, probablemente cuando se hacen fumigaciones por aire.

La M.Sc. Ramírez dijo que esta reducción es un indicador de que  se está expuesto a un plaguicida de los grupos organofosforado o carbamato.  Añadió que llama mucho la atención que se presente en esa población que no ha tenido contacto directo o más cercano con los productos.

Por su parte la Dra. Cuenca es enfática al señalar que no existe ninguna duda de que la exposición a plaguicidas causa daño en el material genético, e indicó que las diferencias que se pueden encontrar en diferentes grupos de trabajadores dependen de la protección o desprotección en el momento del contacto con el producto.

Todo depende de las mezclas de plaguicidas a que están expuestos, de la calidad de los productos que manipulan, de las medidas o elementos de protección que se empleen, y del control de la salud de que dispongan los trabajadores, afirmó.

Ambas aseguran que de las fincas que visitaron, solamente en una se empleaba la atomización automática; en la mayoría de las empacadoras las mujeres no usaban protección. Asimismo consideran  que para evitar la contaminación a la que están expuestas las mujeres que empacan banano en las fincas productoras independientes, es necesario que  se implementen medidas de protección  tales como el uso de guantes, aparatos para el sellado, aplicación de los fungicidas con pinceles o que empleen atomizadores automáticos, etc.

Esta investigación fue financiada por la Vicerrectoría de Investigación de la UCR,  por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a través de la Fundación DANIDA del gobierno de Dinamarca, como parte del Proyecto PLAGSALUD, y  el CONICIT.

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