Desarrollar proyectos productivos
de carácter sostenible
y de conservación del
medio ambiente, de manera
que las comunidades
obtengan beneficios propios
y se eviten desastres
ecológicos irreversibles
de gran magnitud,
procura el Programa
Institucional Osa-Golfo Dulce,
que implementa desde
hace unos dos años la
Universidad de Costa Rica
en dicha zona.
Aunque la Ley Forestal regula el uso de la madera caída, es posible obtener permisos de extracción a gran volumen
Geólogos, antropólogos, trabajadores sociales, químicos y biólogos, entre otros, iniciaron una serie de proyectos que están dentro del ámbito geográfico de la Península de Osa, el Golfo Dulce y algunas regiones cercanas.
Además de que reúne características de investigación, acción social y hasta de docencia, es interdisciplinario, pues las investigaciones son llevadas a cabo por académicos de diferentes carreras, y tiene una vocación muy aplicada, porque la idea también es conseguir logros concretos para la mejora de la relación de las comunidades con el medio natural.
El Programa está coordinado por un grupo de cuatro profesionales de varias áreas: Gerardo Cortés, Hannia Franceschi, Margarita Silva y Jorge Lobo.
Este último, de la Escuela de Biología y coordinador del proyecto “Manejo forestal y realidad nacional”, manifestó que el programa tiene dos facetas: desarrollar investigación y mejorar el conocimiento, pero fundamentalmente buscar que llegue a algún lado. “Ahí juega un papel muy importante el investigador en sí: su preocupación por dar seguimiento a su trabajo para determinar cómo está siendo llevado a la práctica”, destacó.
Junto al estudio sobre manejo forestal, uno de los que están más avanzados es el de manglares en el Golfo Dulce, a cargo de Margarita Silva, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) de la UCR, que desarrolla un proyecto de aprovechamiento de la piangua. En principio, se ha apoyado a los piangüeros, a quienes se ha llevado a un nivel de organización que antes no existía y a mejorar sus prácticas de extracción y comercialización del producto.
MANEJO FORESTAL
Ante una práctica muy injusta para la naturaleza y los campesinos, de extracción maderera basada en extracción con maquinaria en grandes cantidades donde los madereros se aprovechan del recurso y provocan un gran daño e impacto ambiental, se está intentando mejorar el conocimiento de las especies de árboles para saber de qué forma aprovecharlas y al mismo tiempo, desarrollar un proyecto de madera caída con el Área de Conservación Osa (ACOSA).
En este sentido, se trata de aprovechar la madera caída de los bosques en una escala reducida y de esa manera evitar cortar árboles vivos y utilizar los que naturalmente caen por muerte natural y que muchas veces subsisten en el piso del bosque hasta por diez años en condiciones aprovechables.
Se procura extraer esa madera con tracción animal (bueyes) para evitar el uso de maquinaria y lo más importante es que esa madera, además de servir para uso local en la mejora de las casas de los campesinos y de los pobladores de la zona, pueda ser vendida con un marco de certificación, adquiriendo un precio mejor y que signifique una entrada económica para los lugareños.
Según el Dr. Lobo, en todo bosque tropical y como parte de su dinámica, hay una mortalidad natural de árboles, especialmente los más grandes.
A su juicio, ese recurso hay que conservarlo porque es parte del hábitat de muchos organismos, pero perfectamente se puede aprovechar una parte, lo cual es más conveniente que cortar árboles vivos.
Esta madera se procesaría en el mismo lugar, bajo un protocolo o una norma que garantizaría una serie de requisitos ambientales.
Entre estas maderas hay especies conocidas como Manglillo, Chiricano y Nazareno, que son duras o semiduras y que se conservan muy bien.
De acuerdo con el Dr. Lobo, ilegalmente la gente extrae madera para hacer sus construcciones porque el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) prohíbe el uso de madera caída, lo que significa una contradicción debido a que con base en la Ley Forestal se puede obtener permisos de extracción de madera a gran volumen.
Añadió que en Costa Rica existe una veda mediante la que se impide la corta de algunas especies, ya sea porque tienen un crecimiento muy lento o son raras, pero hay otras que pueden aprovecharse mejor, por lo que se requiere cambiar los parámetros de la Ley Forestal y su reglamento.
PROTECCIÓN ABSOLUTA
El Dr. Lobo expresó que hay que entender que en Osa no hay áreas únicamente destinadas a protección absoluta, como lo es el Parque Corcovado, sino que existe la Reserva Forestal del Golfo Dulce que es tan grande o más que el parque, en condición de protección pero bajo propiedad privada o institucional, en la que se ubican muchos asentamientos campesinos.
El biólogo citó que desde 1999 un grupo de investigadores de varias universidades, entre ellos tres investigadores de la Escuela de Biología de la UCR, ayudaron en una crítica y evaluación del impacto del manejo forestal.
“Esa experiencia nos hizo ver que la proyección de la universidad podía ser mucho más importante. Es por ello que una de las primeras acciones del programa fue pronunciarse sobre la amenaza que constituye la construcción de una serie de megaproyectos turísticos en el Golfo Dulce, como son marinas de gran tamaño. Se trata de que las decisiones del Estado sean las más convenientes posibles para la región”, arguyó.
El científico dijo que por ejemplo Osa perdió casi el 40% de su cobertura forestal y el área de bosques que está dentro de la reserva forestal se ha empobrecido e impactado por las actividades de manejo.
No obstante, considera que aún quedan reservas forestales y marinas muy importantes, que son de las pocas en el país que todavía están vírgenes o poco alteradas en relación con otras zonas, y por eso es importante establecer una relación armoniosa entre habitantes de la zona y sus recursos naturales.
“Estamos intentando alertar a las instituciones del Estado encargadas de aprobar las marinas. Plantearse un plan de manejo del primer parque nacional marino de esas características en el país, es como trascender de lo inmediato a lo futuro y plantearle al Estado las advertencias y las indicaciones técnicas que la universidad puede dar”, afirmó.
En el caso de las marinas les preocupa el impacto ambiental de la circulación de motores en el Golfo Dulce, especialmente sobre elementos de la biodiversidad tan importantes como son los cetáceos marinos, el incremento de la pesca deportiva y para su propio consumo, y el impacto que tendría la construcción de esas infraestructuras en una zona tan frágil como son las laderas de las costas.
“Ya se han visto problemas de erosión en algunas partes del Golfo, además del impacto social y económico. El problema es que hay una tendencia en Golfito de buscar grandes inversiones externas que den empleo a una zona que siempre ha dependido de recursos externos para sobrevivir y esa cadena histórica hay que romperla, porque así el pueblo no va a subsistir. Hay que buscar que las comunidades tengan sus propias actividades y no dependan de grandes inversiones en forma de marinas o de puertos comerciales o puertos libres que la mantengan viva”, opinó Lobo.