El reciente fallecimiento del doctor Rodolfo Cerdas Cruz es, sin duda, una pérdida grave para el pensamiento y análisis político de la sociedad costarricense.
Hace más de dos décadas que la política nacional carece de la elaboración de pensamiento político honesto y claro, sin cálculos personales y sin temores de incorrección política.
El silencio cómplice de algunos empeñó su talento, mientras la desidia de otros los condujo a la orfandad. Otros más, recluidos en las mazmorras de esta dictadura del consenso, redujeron su conversación a pequeños espacios, conversaciones con algunos allegados y a la tormentosa ansiedad del insomnio al ver padecer ante sus ojos a un país completo como si de una enfermedad terminal se trata.
No fue el despilfarro que hicieran los jóvenes de los valores nacionales, sino el saqueo de los voraces que no dudaron en invocar innovaciones, modernización y competitividad para echar adelante un proyecto nacional que no era otra cosa que minar las estructuras nacionales para luego vender los despojos al mejor postor.El modelo de país cambió y en ese tránsito extravió su raíz, sus orígenes, su identidad.
Así nos encontró, débiles y a la intemperie, la ventisca del proceso de globalización.
Perplejos, hemos visto cómo esta sociedad perdió la tranquilidad, producto de una cierta equidad del estado de bienestar social, para sucumbir en la zozobra de un modelo aventurero de mercado cuyos frutos más depurados son la corrupción, la inseguridad ciudadana, el crimen organizado y la grosera desigualdad social.
Pero no contentos con eso, los voraces reclaman la apertura, las concesiones, el secreto bancario, todas fórmulas de para hacerse de una comisión millonaria por abrirle la puerta a grandes capitales transnacionales.
Esa es la realidad que palpita ante nuestros ojos, atónitos, perplejos, tristes cuando no indiferentes o padeciendo la peor de las cegueras, la de quienes no quiere ver.
Pero el ojo crítico de Rodolfo Cerdas nos permitió, desde su columna dominical en el diario La Nación, hacer un ejercicio de mirada inteligente y reflexiva. Desde ahí seguía los acontecimientos de actualidad y encendía la alerta sobre improvisaciones erráticas, o hasta incompatibles con la ley o la decencia.
El doctor Cerdas Cruz llamó la atención muchas veces y sin claudicar acerca de los que estaba pasando.
Sin embargo, si queremos tener realmente una aproximación a su preclara lucidez, al proceso de sus análisis y a su atinado diagnóstico de la sociedad costarricense, es necesario poner la atención en su libro +Costa Rica en la encrucijada Globalización, identidad y democracia.
Se trata de una obra imprescindible para comprender nuestra sociedad contemporánea.
Analiza primero el fenómeno de la globalización, como el proceso planetario que es. Ubica a la sociedad costarricense en ese proceso y las consecuencias que en ella ha tenido.
Qué es ser costarricense en esta época, es más que una pregunta sobre la identidad, es un llamado a la reflexión sobre el qué hacer ante lo que ocurre en el mundo.
Quiénes somos los costarricenses es la respuesta a quiénes hemos sido, cómo hemos los procesos a lo largo de nuestra historia y cómo enfrentamos los retos actuales.
El instrumental metodológico y la perspectiva que nos muestra Rodolfo Cerdas en este libro es su legado, que se suma, desde luego, con la su última conferencia ofrecida en la Universidad de Costa Rica el 26 de agosto con motivo del 71 aniversario de la institución.
Este libro podría ser la base para una discusión política que desemboque en un proyecto de país acorde con los tiempos que vivimos y con los retos del futuro, pero sobre todo con nuestro ser costarricense y lo que convenga a la mayoría de esta sociedad.
Tampoco hay que perder de vista el llamado a la acción, a la participación activa del ciudadano.