La escritora británica Doris Lessing, nacida en Irán el 22 de octubre de 1919, criada en Simbabue, y premio Nobel de Literatura 2007, falleció el pasado 17 de noviembre en Londres, a los 94 años. Con una voluminosa obra que incluye relatos, novela, cuento, testimonio, autobiografía y ciencia ficción, esta escritora británica inquieta por la forma en que retrata algunas pasiones humanas que en general damos por asumidas, sobreentendidas, naturales, lógicas o normales, pero que conllevan los barrotes de la celda de nuestras neurosis.
Con ella se apaga otra voz más de los grandes autores de las últimas décadas que influyó en escritores y artistas de distintas ramas creativas.Conforme nos adentramos en este siglo XXI, van quedando atrás, y con raquítica cuadrilla de relevos, los grandes escritores del siglo XX, particularmente de la segunda mitad, vencidos por el anacronismo, la enfermedad del olvido o simplemente por el paso inexorable del tiempo. Quizás los paradigmas de la organización social han variado. La tecnología impactó la comunicación y el transporte y expulsó a la mayoría de ciudadanos a la intemperie de la globalización. Quizás ya no sean necesarios grandes referentes literarios y la literatura circule por el gran sistema cibernético planetario llamando la atención de muchos y sin retener la de ninguno.
Aunque los estudios optimistas señalan que nunca en toda la historia de la humanidad la gente leyó y escribió tanto, en este mundo tan alfabetizado el ciberlenguaje abandona la norma del idioma a favor del efecto del lenguaje.
Los grandes usuarios de la palabra leen con una mezcla de lector morboso y autor exhibicionista, curiosamente ambos mamparados por el anonimato. Al inicio de este siglo, más que nunca, el medio es el mensaje, como se deja ver cuando la gente afirma sin reparos que leyó o envió “un correo”, o tuiteó o sexteó un mensaje, o bien, la gran amenaza de exilio afectivo: “le borró del feisbuc”.
En este árido panorama de escasos grandes descubrimientos literarios quizás sea necesario el inmarcesible consejo de volver a los clásicos, incluso contemporáneos, que ya de por sí quedan pocos.