El 14-1-14 la muerte del gran poeta argentino Juan Gelman marcó de luto y ausencia este inicio del año: pero, apenas empezábamos a asimilar esa falta cuando este 26 de enero se divulgó la partida de otro gran poeta, su amigo, diez años menor, el mexicano José Emilio Pacheco. La poesía ha quedado dos veces sonta, de alguna forma disminuida. Ahí está su maravilloso legado, pero nuestro codicioso amor quisiera la ilusión de más textos de sus plumas.
Estos dos grandes pilares de la poesía latinoamericana dejan un legado que cruza e integra generaciones, que hilvana lo erudito y lo popular, que reconoce y exalta el vínculo indisoluble de su voz con los acontecimientos de actualidad en que se expresa. Ejemplos éticos y estéticos de una literatura que recogió la agitada segunda mitad del siglo XX para depositarla como cimiento para las jóvenes generaciones literarias del siglo XXI.
Ambos fueron amigos de este suplemento cuyos lectores les guardan especial afecto, por lo que aquí le rendimos un sentido homenaje a su partida. Primero con el último texto del mismo Pacheco, dedicado a su amigo Juan Gelman y otro del poeta Jorge Boccanera, antologador, biógrafo y también amigo cercano de Gelman, que sirvió de prólogo del libro Animales al azar de editorial Temblor de Cielo de México.
Para la revista mexicana Proceso José Emilio Pacheco escribía la sección Inventario, una serie de artículos, crónicas y reflexiones donde hacía gala de su sabrosa erudición y atinado sentido crítico. Precisamente el último Inventario que escribió, la noche del viernes antes de sufrir el accidente del que ya no despertó, se lo dedica a Juan Gelman, de ahí ofrecemos el siguiente extracto.
“Un acontecimiento trágico para Argentina y muy benéfico para nuestro país fue el exilio argentino de los setentas. Pero la consumación, hasta el momento, de estas relaciones fue la presencia durante veinte años de Juan Gelman. Sobre todo aquí concluyó su admirable Obra poética con libros de primera línea que no ceden, ni por un instante, a la decadencia ni al agotamiento: Incompletamente, Valer la pena, País que fue será, Mundar, Deatrásalante en su porfía, El emperrado corazón amora.
Estos libros, unidos a Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Los poemas de Sidney West, Cólera buey, Fábulas, Relaciones, Hechos, Notas, Carta Abierta, Comentarios, Citas, Hacia el sur y Bajo la lluvia ajena forman los dos tomos de su Poesía reunida, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 2011. Las mil 372 páginas constituyen por su extensión y calidad una auténtica hazaña de la poesía en lengua española. Gelman escribió hasta el último día. Hay dos libros a punto de aparecer. Uno de ellos, Amaramara, es un gran homenaje a su esposa.
Su apartamento en la colonia Condesa fue quizás el último refugio en que escritores de todas partes pudieron reunirse para hablar de letras y política, en un ambiente tan propicio como el que hallaron los republicanos en los viejos cafés de la Ciudad de México.
El exilio y el reino
Si uno hace un leve repaso de lo que se ha escrito en este continente verá que gran parte de nuestras literaturas se ha hecho fuera del suelo natal. Desterrar significa quitar la tierra bajo los pies, dejar a la intemperie, derruir la casa, demoler la ciudad de cada uno con todas sus memorias y sus costumbres. “El que se va no vuelve aunque regrese.” Contra la separación del país y de su lengua sólo quedan la defensa y la venganza de escribir. Gelman es el gran poeta del exilio. Su dimensión continental y panhispánica no niega sino acendra su argentinidad esencial, su pertenencia imbatible a Buenos Aires”.
Elena Poniatowska, escritora y amiga dijo a La Jornada.
“Cuando busco un adjetivo para José Emilio Pacheco encuentro la palabra fundamental. Para México él era indispensable, no sólo para la gente que vivió el movimiento de 1968, los terremotos, la corrupción gubernamental, sino también para los chavos de ahora que devoran los libros El principio del placer y Las Batallas en el desierto, además de su poesía.
“Sus Inventarios eran la realidad que todas las mañanas a él lo golpeaba, no sólo los acontecimientos políticos, sino el horror que se practica en México contra los humillados y los que tienen hambre. Él nunca creyó en la celebridad, a pesar de que era el intelectual más reconocido del país y académico de la lengua y miembro de El Colegio Nacional. Su cultura es piedra de toque en nuestra literatura y nadie tenía su cultura”.
RECUADRO
La voluminosa producción bibliográfica de José Emilio Pacheco incluye novelas, ensayos, poesía, traducciones, crónicas y artículos periodísticos.
En 1958, a los 19 años, se dio a conocer con La sangre de Medusa, un cuento que le publicó Juan José Arreola en Cuadernos del Unicornio.
Para 1963, publicó su primer libro de poemas Los elementos de la noche. Ese mismo año su libro de cuentos El viento distante.
El reposo del fuego de 1966, es su segundo libro de poesía. Le sigue la novela Morirás lejos (1967.
Luego, No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), El principio del placer (1972), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Tarde o temprano (1980) y Las batallas en el desierto (1981), Miro la tierra (poemas de 1983 a 1986), Los trabajos del mar y Fin de siglo y otros poemas (1984), Zona de desastre (1986), Ciudad de la memoria (poemas de 1986 a 1989), Tarde de agosto (1992), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000), Como la lluvia y La edad de las tinieblas (2009).