Marco Tulio Mena es bibliotecólogo y poeta; a lo largo de más de 25 años ha publicado los libros Para seguir viviendo, Declaración final, Para que florezca al mundo, Boca de Ángel, y más recientemente Animal en extinción, de donde reproducimos algunos de los siguientes textos. Su poesía enlaza imágenes y emociones propias de la poesía nacional de la segunda mitad del siglo pasado con voces urbanas más contemporáneas. El autor se suma a una generación poética costarricense que podríamos llamar de la transición.
Tanto en aspectos formales, de estilo y lenguaje, como en los temas que la ocupan, esta generación se nutre de la tradición, pero a la vez se atreve en formas más desenfadadas o inquietudes más inmediatas.
En la poesía de Marco Tulio Mena, palpita el sentir ante una sociedad que cambia atropelladamente y anhela un rincón tranquilo para detenerse a percibir el sereno fluir de su naturaleza.
Libro sin palabras
Tengo un libro sin palabras,
páginas en blanco que vociferan
su denso dolor ante los sordos.
Aquí encontrarán esqueletos
en busca de vida para sus huesos,
gremios de enanos, miopes sin lupa,
actores hinchados en sus curules,
aprendices de políticos con sus serruchos,
presidentes ejecutivos dormidos
en mansiones imaginadas.
Tengo una imagen triste
en la página del centro,
a un vecino que cayó muerto
en la mitad de la calle
y su hermano lo abraza
y lo besa y no resucita.
En alguna parte me verán
llevándome a mí mismo,
asediado por ladrones asesinos iletrados
habitantes de la noche.
Romper silencios
Traído por enormes mareas
vine a romper silencios:
Que la comunidad grite la denuncia.
Que los cobardes invoquen a los héroes
y los enamorados levanten la bandera
y marchemos al encuentro con la vida.
Desde lejos vi tu desnudez
y sentí tu súplica
entre tantos verdugos.
Desde allá, mi evasión busca la tuya
y remonta elevadas vías,
y aquí, residente en tus sentidos,
siempre quiero cantar en todos
lo que cantas en mí.
Es urgente la respuesta decidida
a la queja de tu corazón en el mío.
Para nacer juntos una y otra vez,
es urgente la paz, entre tantos buitres,
centinelas de la muerte.
La ruta de mi tristeza
Y esta es la ruta de mi tristeza,
el inventario de mis súplicas.
Estas son mis uñas
invadidas de pancartas.
La sangre que lloro
es poema con alertas y agonías
y advertencias de desahucio
a los depredadores humanos.
Nada tengo. Nada dejo a nadie.
Sé que mi pena se irá con todos.
No quise esta muerte para mí.
Imaginé un final digno.
Y he aquí mi paradoja:
En este mundo
palpitan mis fragmentos
y todos pasan indiferentes
sobre lo que ahora soy.
¿Qué haré con tanta estrella?
Poeta del retorno en mediodía.
Peregrino de cara al sol.
En el sendero exacto,
sin la sombra querellante.
Abierto en horizontes.
Lejos del bullicio del disfraz.
Cuerdo. Maduro. Prudente.
Sentenciado en el paraíso,
a vivir en sus dulces cauces.
Consciente de la respuesta
me extiendo en rituales
y con poemas encendidos
hoy canto sin tregua
en la palestra ambicionada.
Sobre la montaña desgarro mi túnica.
Ante el Universo exhibo mi sangre,
y pregunto a la vida, en su lenguaje:
¿Qué haré ahora con tantos ojos
abriéndose en los míos?
¿Qué haré con tanta estrella?
Mi sangre perdida
Camino con los que están y no están
y no tienen itinerario,
los que se buscan lejos de ellos mismos
perdidos en una selva de concreto.
Muchas veces he sido la ciudad ideal
y la vida generosa
ha caminado en paz.
Otras veces estallé
y volé
y busqué en vano
mi sangre perdida.
Siempre
escapé de toda cárcel
y en cada amanecer
mi alma se levantó
con los que agonizan.