Tzvetan Todorov «Literatura, arte, barbarie o civilización, dentro de mí todo está conectado»

El siglo XVII en los Países Bajos en Europa, marca una transformación en el arte occidental. El periodo barroco holandés cuenta algunos de los

El siglo XVII en los Países Bajos en Europa, marca una transformación en el arte occidental. El periodo barroco holandés cuenta algunos de los más altos representantes de esa transformación. Una de las características principales es la exaltación del individualismo. La consolidación de la Modernidad genera una nueva visión del mundo que está claramente representada en el arte de los Países Bajos. La Revuelta de Flandes catapulta a la burguesía europea como un actor importante en la política. El naciente capitalismo promueve otras relaciones sociales. Para los pintores, los temas de la nobleza y el clero, poco a poco cambian por escenas de la vida cotidiana.

En la siguiente entrevista, Tzvetan Todorov conversa acerca de su más reciente libro Elogio de lo cotidiano, donde hace un estudio cuidadoso de ese proceso y su importancia para el época actual.

Tzvetan Todorov «Literatura, arte, barbarie o civilización, dentro de mí todo está conectado»


Tzvetan Todorov (Sofía, Bulgaría, 1939) es Director de investigación en el CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), historiador de las ideas, lingüista, semiólogo y teórico de la literatura. Ha sido defensor junto a Roland Barthes del estructuralismo, ha trabajado al lado de Jacques Lacan, Jacques Derrida, Edward Said, Jean Hyppolite y ha sido representante de la narratología junto a Gérard Genette. Todorov no tiene, hoy en día, nadie que se le parezca. Su voz es cálida y su discurso sereno, simple, sin barreras, ni lingüistas ni culturales. Y lo más admirable es que Todorov se presenta ante el periodista, ante el lector, ante el estudiante, de forma humilde.

Científico del pensamiento, su último ensayo Elogio de lo cotidiano, parte de una visita al Museo de Bellas Artes para detenerse en cada una de sus salas. A pesar del cansancio que apremia al final, incita al lector a pararse ante los cuadros de los artistas holandeses del siglo XVII. Vermeer, pero también Metsu, Franz Hals, De Hooch…

-Esta obra está ligada a una serie de libros que he escrito sobre la historia de la pintura. Es un acercamiento diferente al de los historiadores de arte. Tampoco es sociológico. Para mí la pintura es una forma de expresión que conlleva pensamiento. He escrito dos libros bajo esta perspectiva. El primero, Elogio del individuo (Galaxia Gutemberg, 2006), que analiza la pintura del siglo XV, un momento muy particular de la historia europea en la que se descubre al individuo. Y la segunda, que se acaba de publicar en España, Elogio de lo cotidiano, en la que estudio el cambio de perspectiva sobre el mundo que nació en el siglo XVII en los Países Bajos.

Y podemos intuir que habrá una tercera…

-Pues sí, estoy trabajando en ella. Se llamará Elogio de las luces y está ligada al Siglo de las Luces hasta llegar a Goya.

¿Qué importancia tienen estos estudios, estas obras de arte, para un espectador del siglo XXI?

-En el siglo XVII, nace la modernidad. Estas obras nos muestran algo que no está solamente ligado al siglo XVII sino al XXI. A partir de ese momento, el hombre busca la igualdad. Ya no serán los grandes personajes, santos, papas, héroes, los sujetos de estos cuadros sino personas normales, como usted y como yo. Y por primera vez, la gente normal, por decirlo de alguna manera, no solo será el sujeto de las obras sino los que las adquieran y las cuelguen en sus casas. El arte sale de las iglesias y los castillos para entrar en las casas de los comerciantes. Y por primera vez también, estos cuadros no van a mostrar grandes hazañas sino la vida cotidiana. Por esta misma razón, los personajes principales de estas obras son mujeres. Mujeres que asumen diversos papeles: habrá maternidades, pero estas representaciones se alejan cada vez más de los prototipos religiosos y se acercan a mujeres comprometidas con la vida de todos los días. Este cambio que parece insignificante es, en realidad, inmenso ya que nos hace entrar en la era del individuo y en una sociedad en la que cada uno puede escoger sus objetivos. En la calle ya no habrá una masa de gente anónima sino individuos tan dignos los unos como los otros.

¿Puede anticiparnos entonces el tercer y último cambio social que aparece en el arte en ese periodo de las Luces sobre el cual está trabajando?

-El Siglo de las Luces que desembocará en la Revolución Francesa, es el periodo en el que se pone al pueblo en el lugar de Dios, del Emperador. La pintura del Siglo de las Luces es una recuperación de la pintura holandesa del siglo XVII. Los países bajos hacen una verdadera revolución en la forma de representar al ser humano y esa manera se extenderá por toda Europa a partir del XVIII.

Los ensayos que ha ido publicando desde los años 70 hasta hoy, empezaron siendo exclusivamente textos sobre teoría literaria para acercarse más tarde a temas políticos y ahora artísticos. ¿Este cambio tiene que ver con usted o con su forma de abordar la cultura en general?

-Se trata de dar una visión más amplia. Ahora intento incluir un horizonte extenso comparado con mi trabajo inicial que, sin embargo, no excluye lo que hacía antes. Cuando era estudiante y vivía en la Bulgaria totalitaria, había un control muy estricto en todos los campos de las ciencias humanas, de la literatura, de la historia. La ideología controlaba la cultura. Nuestra forma de reacción era interesarnos exclusivamente por los elementos formales de la poesía, la literatura, la cultura, porque así podíamos escapar a las exigencias ideológicas. Cuando me instalé en Francia inevitablemente el campo de mis intereses se amplió, sin embargo, no he perdido el interés por la teoría literaria. Ahora escribo tan a menudo sobre arte como sobre literatura, y sobre el conjunto de ideas que conciernen las demás prácticas culturales, como la democracia, el encuentro entre las diferentes culturas, la relación entre barbarie y civilización Temas que forman parte del marco general en el que se basa nuestra existencia. Dentro de mí, está todo conectado.

Hace cinco años publicó en Francia La literatura en peligro, en el que analizaba la situación de la literatura en Francia y las universidades. Sin detenernos en el libro impreso o digital, ¿piensa que el futuro de la literatura sigue en estado de alerta?

-No soy profeta, sólo puedo decir cómo entiendo la literatura hoy en día y en un futuro inmediato. La literatura no ha existido siempre y sus funciones han ido variando a lo largo de la historia por lo que es posible que evolucione con las revoluciones tecnológicas y culturales a las que asistimos hoy en día. Ahora bien, para mí, la literatura es absolutamente indispensable como representación de nuestro tiempo y de nosotros mismos. Nos abre una ventana única hacia la riqueza y la complejidad del mundo que nos rodea. No tiene nada que ver con la televisión, con el periodismo en general, porque la literatura tiene la ambición de mostrar toda la complejidad y la riqueza del ser humano. No sé si en el futuro la literatura va a desaparecer. Lo único que veo es que nuestros dirigentes tecnocráticos tienen siempre la tentación de ahorrar recortando los créditos de la cultura. Dudo que esta política sea la adecuada ya que la literatura no es ningún lujo, ni una simple distracción o entretenimiento, es un elemento primordial de la construcción del ser humano.

¿Qué piensa del arte actual, y las grandes cantidades de dinero que mueve? Por un lado hay una corriente más tradicional y por otro se expresa por medio del vídeo, de las instalaciones o la fotografía digital…

-Pienso que la característica de la época moderna no es la dominación de ninguna corriente en particular sino precisamente su pluralidad. No es algo evidente y es la primera vez que ocurre. Hasta el principio del siglo XX, o quizá más, había una forma de pintura que se imponía. No se valoraba la innovación fuera de los cánones existentes. Claro que había artistas innovadores pero realmente estos no fueron comprensibles hasta más adelante. Después de la Segunda Guerra Mundial esta norma desaparece. Hay obras que se venden muy caras aunque todos sepamos que estos precios no correspondan a un valor intrínseco, sino que es una manipulación de los propietarios, marchantes, comisarios, etc. Vivimos un mundo pluralista y, en particular, en lo estético.

¿Al estudiar tan de cerca los textos literarios, nunca le han entrado ganas de escribir ficción?

-La verdad es que no. Pero hago muchos esfuerzos en la escritura de mis ensayos. Intento que mis libros sean lo más legible posible. Para ello, introduzco en el estudio elementos de mi vida y relatos que me cuentan. El modo de escritura es para mí algo primordial. No es solo una exposición de ideas.

 

Tomado de El Cultural

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