Hypatia de Alejandría, embajadora del saber

El nombre ‘Hypatia’ significa ‘la más grande, la altísima, la suprema’ y ya desde la antigüedad fue una figura cultural relevante. Hypatia nació

El nombre ‘Hypatia’ significa ‘la más grande, la altísima, la suprema’ y ya desde la antigüedad fue una figura cultural relevante. Hypatia nació en el siglo IV en Alejandría, Egipto, provincia romana, perteneciendo, tras la división del Imperio a finales del s. IV por parte de Constantino, al Imperio de Oriente, comenzado ya el ocaso de su historia antigua. Alejandro fundó esta ciudad el 17 de abril del 331 a.C., después de tener un sueño en el que se le aparecía Homero recitando unos versos en los que Menelao se refugiaba en la isla de Faros, cerca de la desembocadura del Nilo.

Hypatia tuvo renombre en su época y fue considerada la mayor figura intelectual de su momento. Algunos relacionan a Hypatia con una lucha contra el integrismo cristiano a partir del Decreto del Emperador Teodosio I, en el cual los cultos y la cultura pagana fueron aniquilados con el cierre de las escuelas filosóficas de Atenas (la Academia y el Liceo) y el Oráculo de Apolo en Delfos y quien también puso fin a las Olimpíadas. “Después de esto, Alejandría ya no fue turbada por los filósofos”.

Alejandría era importante, entre otras cosas, por su gloriosa Biblioteca -Alejandro consideró el conocimiento tesoro imperial-, la cual sufrió varios incendios (durante la Guerra Alejandrina entre el 48-47 a.C. en tiempos de Julio César y durante del reinado del Emperador Aureliano, en el 275 d.C.), pero cuya destrucción definitiva sucedió en el año 640 d.C. por el Califa Omar, quien razonó que no valía la pena conservar tantos volúmenes si lo que enseñaban estos no coincidía con el Corán. Hoy queda solo un sótano húmedo y olvidado del Serapeo, en la actual Alejandría, después de la demolición por parte de un emperador romano en el 391 d.C., levantado siglos atrás por Ptolomeo para representar la síntesis entre las creencias griegas y egipcias, como señal inequívoca de las miríadas de textos que tuvo durante su esplendor.

La última persona dedicada a la ciencia que trabajó en ella fue Hypatia, cuya vida la hace la primera mujer de ciencia. En un momento en el que las mujeres disponían de escasas opciones y eran simplemente objetos que pertenecían a los varones, la alejandrina “se movió libremente y sin afectación por dominios tradicionalmente masculinos”. Sin embargo, en el Imperio Romano no era extraño hallarse mujeres cultas en las capas altas de la sociedad, pues tanto varones como mujeres contaban con un alto grado de alfabetización.

Viajó a Atenas y a Roma siempre con el afán de aprender y enseñar. De regreso, se dedicó a la enseñanza de la Matemática y la Filosofía. Enseñaba a miembros de cualquier religión, plausiblemente porque era la titular de una cátedra municipal de filosofía. Era visitada de todas partes de Alejandría. Asimismo, su casa fue un centro importante donde acudían los estudiosos para discutir filosófica y científicamente. En el año 400 d.C., fue oficialmente nombrada para explicar las doctrinas de Platón. Escribió junto a su padre, Teón, «La aritmética« de Diofanto y colaboró para producir una nueva versión de los «Elementos» de Euclides. Además, sostuvo el heliocentrismo frente al geocentrismo, calculando los valores matemáticos del movimiento celeste descrito por Ptolomeo.

Tuvo una vida política activa, como se desprende de lo escrito por uno de sus alumnos, Hesiquo el Hebreo: “Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente los escritos de Platón, o de Aristóteles, o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar (…) Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad”.

Los grupos de cristianos de la época, movidos por el obispo Teófilo, consideraban que la filosofía griega y el conocimiento científico eran una amenaza pagana que debía ser controlada, y los templos no cristianos, destruidos. Gracias al gobernador romano, Hypatia y sus seguidores lograron sobrevivir. Pero, en el año 412, Cirilo de Alejandría, sobrino del obispo Teófilo, convertido en el nuevo patriarca de Alejandría, fanático, extremista, intrigante y taimado, y luego canonizado por sus «méritos piadosos» (!), estaba convencido de solucionar drásticamente la tensa y difícil convivencia entre judíos, cristianos y paganos. Expulsó, primeramente, a miles de judíos. A continuación se ocupó de los paganos. Orestes, prefecto romano de Egipto y amigo de Hypatia, trató de convencerla de que se convirtiera al cristianismo para que no corriera peligro, pero no lo logró. Mientras Atenas había sucumbido a la magia y a las artes adivinatorias, Alejandría se mantuvo neutral respecto a la religión, pero esto no fue suficiente para los cristianos del lugar. Hay que agregar que Hypatia fue célibe (el celibato no fue obligatorio para los obispos sino hasta el año 692) y que usaba el tribón, manto propio de los cínicos, y que no tenía la protección de ningún varón cercano, pues su padre había muerto en los primeros años del siglo V.

Tuvo como discípulos a Herculino, Olimpo, Teotecno y Gayo. Se tiene noticias de Hypatia gracias a uno de sus alumnos, Sinesio de Cirene (370-415), Obispo de Ptolemaida (Fenicia), hombre rico y con mucho poder, quien dejó bastante información sobre ella, y uno de los personajes más originales de la Iglesia de los siglos IV y V es Sinesio (370-415). Fue iniciado por Hypatia en filosofía neoplatónica y en el misticismo de Jámblico, siendo él el preferido entre todos. En sus «Cartas», refiere a quienes ella le enseñó: 9 veces a Plotino, 3 a Porfirio, 126 a Platón y 20 a Aristóteles.

Llama a Hypatia su madre, hermana y maestra, benefactora en todo lo que para él tenía valor en dichos o hechos («Cartas» 16), un bien inolvidable, auténtica maestra de los misterios de la filosofía, un ser humano que añora con nostalgia y con profundo respeto y cariño («Cartas» 10). Curiosamente, muchas de las cartas las escribió Sócrates Escolástico en un momento de enfermedad, siendo Hypatia su consuelo («Cartas» 16), no mediando ningún sentimiento de esperanza en la otra vida ni resignación. El pesimismo continúa («Cartas» 81): ya le han dejado solo y es Hypatia un “bien indispensable”. Es ella quien recibe una copia de uno de sus libros para que le dé su opinión («Cartas» 124). También es “la predilecta de la divinidad”, la “muy venerable filósofa” («Cartas» 5). Llama la atención que Hypatia siempre respetó las creencias de Sinesio, distintas de las de ella.

Sócrates Escolástico narra que todo terminó cuando un grupo de cristianos impetuosos (parabolanos, monjes fanáticos de la iglesia de Cirilo de Alejandría) fueron en su busca en marzo de 415, y “espoleados por un celo feroz y fanático, cuyo cabecilla era un lector llamado Pedro, la detuvieron cuando regresaba a casa, la sacaron a la fuerza de su carruaje y la arrastraron a la iglesia llamada Cesareo, donde la desnudaron por completo y la asesinaron con fragmentos afilados de cerámica («ostrakois). Tras descuartizarla, llevaron sus miembros desmembrados a un lugar llamado Cinaron, y allí los quemaron”.

Juan de Nikiu agregó que el cuerpo despedazado de Hypatia fue esparcido por la ciudad. Apunta también que el asesinato se debió a cristianos fanáticos. Teófanes lo atribuye al populacho. Filóstrato más bien indica que se debió a cristianos ortodoxos del círculo de Cirilo que, sin duda, inició una campaña de desprestigio en su contra. Juan Malalas acusa a Cirilo de incitar al pueblo. Según Damascio («Frag 102), el crimen político de Hypatia quedó impune. Sócrates Escolástico («Historia Eclesiástica», VII, 15) indica que el asesinato de Hypatia deshonró a Cirilo y a la iglesia de Alejandría. Los alejandrinos tenían fama de cometer disturbios y asesinatos, como sucedió con Jorge, obispo arriano asesinado en 361, y Proterio, muerto en 457, ambos arrastrados por la ciudad y quemados, según lo indica Hesiquio y Sócrates Escolástico («Hist. Ec.», VII, 13)…y que murió, según Juan Malalas, mayor («palaiá gyné»), pero de imposible cálculo su edad cuando murió, ya que a las mujeres no se las inscribía, como los varones, en los censos de las ciudades. En el caso de los varones su registro tenía que ver con el pago de impuestos, el servicio militar, etc.

El asesinato de Hypatia, en el mes de marzo de la Cuaresma del 415, es uno de los crímenes más repugnantes cometidos por la Iglesia alejandrina y que tardó en olvidar. Hypatia fue asaltada en pleno día, golpeada brutalmente, arrastrada al interior de un templo cristiano, desnudada y, ya muerta, descuartizada desgarrando su cuerpo con piedras cortantes, para luego quemar sus restos en una hoguera para borrar su recuerdo (García Gual)… Otro crimen fruto de la unión entre religión y política.

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