Mundos de artificio
Belén Obregón
y
Vientre de Gaia
María Fernanda Vinueza
Colección Cucayo de Poesía, #19.
Riobamba / Ecuador, Casa de la Cultura de Chimborazo
2012.
Agradezco, a las autoras, el favor de permitirme conocer su libro plural cuyas páginas han despertado mi curiosidad por la lírica de este comienzo de milenio en la mitad del mundo.
Al margen, expreso que me guía la frase cenital del prólogo del maestro Diego Velasco cuando señala que ustedes ‘… experimentan con una poética de profundos significados…’ (pág. 6).Además, habiendo frecuentado una preceptiva anterior a la explosión del postmodernismo, yo sé que los elementos de análisis que antes creía seguros, hoy se han desdibujado.
Esta deriva sólo ha ido dejando, en pie, el hecho de considerar el poema a la manera de criatura autónoma compuesta por palabras y sintagmas y figuras literarias, cada una, generando sus propias referencias intrínsecas, evaporando la forma del conjunto. Pero esta es la regla del juego.
En Estrépito neural (Belén, págs. 11-12) brilla una exhortación moral, una oración compuesta cuya subordinada se apoya sobre una audacia verbal … no permitas que el aire ajeno / masturbe tus ideas (versos 9 y 10). Y, algunas líneas adelante: Mira ahora como los pétalos / han caído (versos 21-22). Este ‘como’ yace sin tilde aunque esté encerrado entre signos de exclamación. Asimismo, subliminalmente, el adverbio ‘como’ nos arrastra al infinitivo ‘comer’, fuerza ajena a cualquier retórica. Por eso, no lo recomiendo ni siquiera para establecer un símil aunque yo haya sido su víctima en mis años mozos. (Con esta salvedad, será útil ubicar otras varias fórmulas de comparación de las que el castellano es rico propietario.)
Víctima, también, de la norma de urbanidad de nunca corregir a nadie, permítanme anotar apenas el modo en que tal vez se hubiese resuelto la dicotomía, así: ‘Mira, los pétalos caídos / (…) la tierra llena de estiércol / (…) la lluvia / (que) cae / en todas direcciones / y te vuelve tan inmaterial.’ (Versos 21-27).
Por supuesto, soy yo el que tiene que acostumbrar el oído a cierta violencia, por ejemplo, a la interjección ‘ay’ convertida en una manifestación impersonal de ‘haber’: ¡Hay de mis bocas abiertas y mis agujeros sangrantes! (sic, María Fernanda, pág. 54, verso 8).
Desde mi orilla sólo puedo acotar la valentía de ruptura y hallazgos que esa violación, a manera de oxímoron, provoca.
La ley de gravedad de las vanguardias es ser irreverentes, en especial, con la lengua a la que, sin embargo, enriquecen incluso, en este caso, gracias a coloquialismos tomados quizá de la taquigrafía de los relampagueantes mensajes electrónicos de la juventud vigente. En Máquina de espasmos, aletea una imperativa petición: … Remacha mis 100es, ecuación que mi nieto me ayudó a descifrar: sienes. (Belén, pág.19, verso 7).
Ésta es otra regla de su juego creativo. Un léxico autorrenovándose, dándose vuelta alrededor de él, exprimiéndose, pariendo una espiral sin tregua de significaciones, un ajuste de cuentas con la comunicación. Ergo, quien lectoescribe, asume metáforas, no vocablos sueltos cuando hace saltar de su fondo, una realidad distinta a la que nos depara esa esclavitud semántica que los diccionarios prescriben.
Lo propio en Sentido de pertenencia: … Serás mía en los sueños / Donde tu género y tu número / Pierden la a, la o y los 9 dígitos. (María Fernanda, pág. 52, versos 1-3).
El asunto es que tales descubrimientos no sean solitarios fuegos fatuos sino que se codifiquen ingresando en calidad de ‘efectos’. Nunca, de ‘defectos’.
Este mecanismo, el de la codificación de los recursos, puede obsequiarnos instantes de felicidad.
Verbigracia, el andamiaje estilístico que alterna las referencias sucesivas a una Ella y a un Él (…) compartiendo diálogos con el psicoanalista (…) mirándose de reojo en las cenas (…) caminando juntos por calles distintas, imágenes que estallan en un perfecto duelo ideológico (María Fernanda, pág.43).
En este punto aplico la sinécdoque que, con una ‘parte’, permite mostrar ese Todo, que acabo de merodear con ojos de resucitado agradecido.
OTRO ACORDE
Me agrada la diversidad morfosintáctica de los títulos que florecen en ambos poemarios, por ejemplo, a veces, a Belén le basta una única y nueva palabra (‘Proximismo’), o un sustantivo con su calificativo clínico (‘Estrépito neural) o con un adjetivo de término (‘Dragón de acuario’) o con un inicial epíteto (‘Absurda tinta’), logrando incluso pinceladas enigmáticas (‘Quinto vacío’ y ‘P de anulación’). María Fernanda, además, ensaya algunos títulos extensos y alucinantes, a veces, con una acción transitiva y su complemento directo (‘Oigo el canto de los muertos’) o con la elipsis del verbo (‘Mi bisturí clavado en la yugular’), o con una pregunta anexa (‘No estoy, nunca estuviste / ¿Soy, la que respira en tu oído?’).
Las autoras ejercitan figuras de vanguardia cuya aspereza que rima con el comienzo del milenio, por contraste extremo, concluye en armonía:
Escuchemos a Belén Obregón: Su lengua sutilmente, cianuro / Polvo alucinado en cristal emotivo / Erosiona llanto y destino malévolo / Salpica en detalle la comisura hasta el pecho / Río de labios verdugos, ciegos, carnívoros / Ácido punto y coma, explota mis miles / Remacha mis 100es / … (‘Máquina de espasmos’ pág.19).
Escuchemos, ahora, a María Fernanda Vinueza: Ella, de falda corta y pensamientos espirales / Él, de ojos en el cielo y varias veces en los pechos de ella / Ella, de solitaria presencia y lágrimas escasas / Él con ganas de morir y no morir en el intento / Ella, con ganas de hacerle jaque mate / Él, con un futuro de jardín sin excesos / Ella, de una locura irónica en la piel / Él tratando de despegar sus pies del asfalto / Ella, de tantas bocas y tantos cuerpos / Él, de tumultos espermáticos entre las piernas / Ella, tan puta como puta / Él, buscando joder vírgenes / …’ (‘Matrimonio’, pág.43)
En fin, delicias retóricas y gramaticales servidas en ‘Vientre de Gaia’ y en ‘Mundos de Artificio’.