Tristano muere (Anagrama) es el más reciente libro de Tabucchi . Pertenece a un género cercano al relato literario pero que no está fuera del ensayo ni de un monólogo interior, desencantado, de gran carga moral y existencial, en el que aparecen retratados, bajo una luz exégeta, personajes y situaciones de todas las épocas. Tristano es un soldado de la Italia fascista que termina poniéndose del lado de la Resistencia y se convierte en un héroe. Antes de morir conversa con un escritor, una especie de fantasma, confesor y cómplice de ese Tristano que se está apagando. «El libro de mi vida», lo calificó su autor que acaba de afeitar sus bigotes añejos.
Admirador de Borges y Pessoa, entre muchos otros, Tabucchi ha sido un escritor de una clasificación difusa, imprecisa, nebulosa. Sostiene Pereira, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro; Nocturno hindú lo mostraron como un exquisito novelista. Pequeños equívocos sin importancia lo situó como un fino cuentista; Dama de Porto Pim como un viajero con dotes de narrrador pintor y La gastritis de Platón, junto con los innumerables artículos periodísticos que publica en varios diarios del mundo, lo ubicó como un ensayista incisivo y esclarecedor. La televisión, la guerra, Berlusconi, los italianos, Estados Unidos, el racismo, son sólo algunos de los temas a los que suele referirse en sus columnas y ensayos. Su pasión por Portugal es tal que escribió Requiem en portugués y recibió de manos del gobierno portugués la nacionalidad como regalo. Incluso fue candidato a legislador de ese país por un pequeño partido en las elecciones europeas de 1995.
Usted mostró un personaje que encarna cierta paradoja moderna. Se realza la importancia de la oralidad dentro de una época donde prima la comunicación electrónica.
Sí, tiene razón. El hombre se distingue de los otros animales sobre todo porque habla. Y articula un lenguaje estructurado. Los otros animales se comunican pero la suya es una forma de comunicación simplificada. Nosotros tenemos un lenguaje estructurado que se expresa a través de la palabra. Creo que la palabra goza de un privilegio muy antiguo, desde siempre, porque es la función primaria de la comunicación entre los hombres. Entonces, en la base de nuestra civilización está la palabra. En el principio era el verbo. Lo dice el Evangelio de San Juan. Pero antes del Evangelio de Juan los mitos griegos más antiguos, como el mito de Orfeo, atribuyen a la palabra un poder que la escritura no tiene. La palabra puede además evocar a los muertos, atraer al fantasma. La palabra sirve para celebrar un rito. Todavía hoy, el rito se celebra con la palabra. Cualquier rito. Cuando el sacerdote celebra la misa, celebra con la palabra. No se puede celebrar con la escritura. Cuando el Papa envía un mensaje al mundo, no manda un telegrama. Habla. Cuando un jefe de Estado declara una guerra, lo dice en voz alta. Luego viene a continuación la escritura. Esto significa que la voz goza de un estatus más importante que la palabra. Pero hay una paradoja. Que sin la escritura, la palabra no permanecería.
Y Tristano habla, no escribe.
En cuanto a Tristano, tiene la conciencia de que su palabra es superior a la escritura, porque la palabra es vida, es biológica. La escritura es mineral. No obstante, también se da cuenta -y ésa es la paradoja- de que sin el escritor que está escribiendo su palabra no permanecería.
Usted no usa computadora, ¿Verdad?
No, pero no porque la odie. Podría usarla. Por ahora prefiero usar el cuaderno. Es decir, la mía no es una posición de hostilidad hacia la computadora. Es una preferencia porque no siempre escribo en casa, escribo donde se presenta la oportunidad.
VIAJANDO…
También, o sentado en un café, o en un banco de plaza. Por eso, cómo decir, es más cómodo llevar en el bolsillo un cuaderno pequeño y una lapicera. Y es un hábito que siempre he tenido.
Algunos personajes de sus libros deambulan entre la vida y la muerte. ¿Prefiere escribir sobre los vivos o los muertos?
Creo que escribir sobre una cosa también significa escribir sobre la otra. No son dos cosas opuestas, son complementarias. Quizás en un mundo como el nuestro, se prefiere no hablar de la muerte. Pero yo creo que hablar de la muerte significa también apreciar, estimar más la vida. Porque quizá nosotros, todos, si pensamos que algún día moriremos, haremos más de nuestra vida un tesoro. La respetaremos, la amaremos más. Tal vez, los hombres sean estúpidos, todos nosotros. La humanidad es estúpida. El hombre es una criatura estúpida que tiene una pequeña idea de inmortalidad. Piensa que no morirá nunca.
¿El hombre de hoy o el de siempre?
En general, el de siempre. Hoy particularmente creo que se piensa poco en la muerte. Como contrapartida, hay muchos cadáveres que vemos dando vueltas. Pero en la muerte, en su realidad, pensamos muy poco o casi nunca.
¿En qué está trabajando actualmente? ¿Está escribiendo literatura o ensayos?
No, no. En este momento nada. No se puede escribir siempre. No se debe. Hay que hacer también pausas largas. Además, también es bueno leer, como decía Borges. Es una actividad más noble porque es más abstracta, decía él.
¿Todavía dicta clases en la universidad de Siena?
En este momento, estoy a punto de jubilarme. O sea que estoy trabajando desde un punto de vista burocrático para tramitar mi jubilación. He enseñado durante muchos años.
¿Se siente cansado?
No, no particularmente. He servido al Estado, no al Rey de Inglaterra, como decía Bohumil Hrabal, «Yo he servido al Estado durante casi 37 años y creo haber hecho mi contribución».
¿Y qué está leyendo en este momento?
Estoy leyendo a Wislawa Szymvorska, una grandísima poeta polaca que ganó el Premio Nobel en 1996. Me encanta leer poesía.
¿Y siempre vuelve a Fernando Pessoa o ya conoce su obra letra por letra?
Siempre volvemos a los poetas que amamos. Siempre vuelvo a Borges, a Emily Dickinson. Porque las cosas que se aman se visitan muchas veces. Por otra parte, estos son poetas tan grandes que cada vez significan algo más, algo distinto que antes no habíamos entendido. Es como mirar un cuadro bello. Si usted tiene enfrente un Tiziano, no dice: voy al museo pero ése no lo miro porque ya lo vi. No, lo sigue mirando con el mismo placer.
¿Hay algún libro que haya escrito que lo haya transformado para siempre?
Radicalmente… no creo. Nos transformamos todos, poco a poco. Pero no necesariamente a través de un libro sino de la vida que vivimos todos los días. Las nuevas experiencias que tenemos. Naturalmente, también los libros, los que leemos tanto como los que escribimos, nos tornan siempre un poco diferentes.
¿La literatura, la filosofía, el arte, el psicoanálisis, la política pueden ayudarnos a superar momentos de incertidumbre como los que presenta esta era?
Creo que el arte tiene poco poder frente a los cañones y la bomba atómica. En la Edad Media, en el siglo XVI, había guerras espantosas mientras seguía existiendo una bellísima literatura, una filosofía. En el siglo XIX, mientras Napoleón llevaba la democracia también llevaba masacres a toda Europa. A Rusia, a la Península Ibérica, a todas partes. Mientras las guerras ensangrentaban a Europa seguía habiendo una grandísima literatura. Estaban Stendhal, los grandes poetas y también una filosofía óptima. Pero no fue Stendhal el que mandó a Napoleón a Santa Elena. Stendhal dejó un testimonio de lo que era Napoleón; los desastres de la guerra son uno de los testimonios más espantosos y también monstruosamente bellos de un período trágico de Europa, pero no fue Goya quien venció a Napoleón. Por eso no creo que la tarea de tranquilizar al mundo o de resolver los grandes problemas de las guerras y las masacres le corresponda a los artistas y a la literatura. Picasso pintó Guernica pero no frenó la mano de Franco.
Usted trabaja para el Parlamento de Escritores Perseguidos, un espacio donde se protege a quienes son hostigados por su trabajo intelectual. ¿Esa es para usted una forma de asumir un compromiso político?
Es también de compromiso físico y humano porque para mí es muy importante defender la libertad de palabra, pero antes es necesario defender el cuerpo, del cual sale esa palabra. Porque si usted mata a un escritor, el escritor ya no puede decir nada. Y a nosotros nos preocupaba salvar a personas que eran amenazadas de muerte o que habrían sido asesinadas y ponerlas a salvo físicamente, ofrecerles un refugio, hacerlas salir de su país y darles un lugar donde nadie les corte la garganta.
¿Y usted cree que los intelectuales del mundo reaccionan como la humanidad espera ante acontecimientos globales, como la invasión de Estados Unidos a Irak, por ejemplo?
Mire, cómo reaccionan los intelectuales no es muy importante. Tiene una importancia relativa. Mucho más importante es cómo reaccionan los gobiernos de distintos países y las personas. Yo vi millones de personas en todas las grandes ciudades: en Tokio, en América latina, en Europa, en Estados Unidos cuando ese país invadió Irak. Le pregunto: ¿esas personas eran todas intelectuales…? En suma, creo que los intelectuales tienen una responsabilidad muy limitada. De lo contrario, siempre se corre el riesgo de atribuirles la culpa a ellos.
Sí, pero algunos de ellos dicen que su compromiso tiene que ser como el de cualquier ciudadano. Otros, en cambio, piensan que el intelectual tiene la responsabilidad del compromiso político por tener un papel distinto al resto. ¿Con quién está de acuerdo usted?
Yo creo que no existe una regla. Se lo digo con toda sinceridad. Yo elegí una posición. Personalmente siento una gran responsabilidad y, como usted sabe, opté por un compromiso político, pero no sólo eso, sobre todo civil. Hago lo que puedo. Pero ésa es mi posición, mi elección. Y no pretendo con eso que todos seamos iguales. Mire: además la palabra intelectual es muy ambigua. Muchas veces no se sabe qué define. Por ejemplo, un poeta o un escritor, ¿es un intelectual? ¿O lo es solamente un filósofo, o un ensayista de política, o alguien que escribe en los diarios? Entonces, si un poeta es un intelectual, y yo creo que lo es, ese poeta es libre de escribir una poesía sobre un niño muerto en un bombardeo estadounidense o escribir una poesía sobre la luna, o hacer una oda a la zanahoria, como hizo Neruda. También las zanahorias existen. Y si encuentran un poeta que quiere cantarle a una zanahoria, que lo haga. Debe ser libre.
¿Usted espera pronto una Italia sin Berlusconi?
Berlusconi… Pero el problema no es Berlusconi. Berlusconi es simplemente la personificación de algo que ya existía y que existe. Es decir ya existía el berlusconismo sin Berlusconi. Al igual que en Estados Unidos el problema no es Bush; el problema es el Estados Unidos profundo, analfabeto, fundamentalista, racista, belicoso, místico que naturalmente, en un determinado punto, Bush interpreta como ningún otro. Como político es la expresión del alma de su pueblo en un momento histórico determinado.
¿Ocurre algo similar en Italia?
No, lo mismo no. Italia, por suerte, no tiene bombas atómicas y no puede agredir a ningún otro país. No tiene la CIA y no puede ir a trabajar a América latina. No puede instalar ningún Augusto Pinochet, no puede bombardear ninguna casa de gobierno ¿Entiende? Italia es así. Pero Italia, en su historia, inventó cosas, naturalmente, y después las exportó al exterior. Italia es un país muy creativo. No puede invadir otros países pero puede expresar ideas, hacer invenciones y exportarlas. Y no siempre esas invenciones son buenas. Italia inventó muchas cosas buenas, estuvo muchas veces a la vanguardia de lo bello, en muchos momentos de su historia. Pero sucede que un país tan creativo como el mío, a veces también inventa cosas como el consultorio del doctor Calligari. Y como usted sabe, al fascismo también lo inventaron los italianos. No es un invento de Alemania, lo inventó en 1922 un señor que se llamaba Benito Mussolini. Inventó el Estado ético y corporativo: el fascismo moderno. Italia exportó esa idea rápidamente a toda Europa. De inmediato, a Hungría, Alemania, Rumania, Portugal y después a España. Y desde allí se difundió a muchos otros países. Esperemos que Italia ahora exporte ideas buenas. Porque el Berlusconismo es una Weltanschaung, una manera de ver el mundo. Y puede ser que también llegue a exportarla.
¿Y qué hace la izquierda italiana para combatir o contrapesar al berlusconismo?
La izquierda es una cosa muy compleja. En este momento, las izquierdas de todo el mundo se buscan un poco a sí mismas, están perdidas. Da la sensación de que olvidaron valores y no son más ideologías, sino otros valores. A veces, puede darse incluso que hasta la izquierda italiana sea un poco berlusconiana y no se dé cuenta.
¿Y usted se identifica con alguna izquierda italiana?
¡Ah, no!, mire, para mí ya es difícil identificarme conmigo mismo. Imagínese si me identifico con alguna izquierda. -Y se ríe largamente-.
Pero seguramente usted está de acuerdo con alguna izquierda italiana y sus exponentes, como Gianni Vattimo, por ejemplo.
Hay muchas personas, muchos intelectuales de la izquierda que me parecen interesantes, que están trabajando y hacen su aporte, pero repito, el problema no son los intelectuales, el problema son las secretarías de los partidos. Es decir, no es tanto tal o cual filósofo, tal o cual pensador el que va a orientar el voto de masa de una población. Es el representante político de determinado partido, el secretario del partido, el presidente de un partido que después va a los medios de comunicación, a las reuniones en las plazas, a los canales de televisión y que orienta la elección de los ciudadanos. De lo contrario, sería muy optimista pensar que un libro de Vattimo influye a sesenta millones de personas en Italia. Me gustaría mucho que fuera así, pero no lo es. Es más probable que sea un estúpido conductor de TV el que influye sobre sesenta millones de personas.
¿Y usted se considera un anarquista, como lo han clasificado alguna vez?
No. Me considero independiente. Sí usted establece una igualdad entre anarquista e independiente, sería su extrapolación. Yo tuve una infancia con una fuerte influencia de un pensamiento anárquico, anarcoide de mis abuelos, etcétera, pero yo personalmente me considero simplemente independiente.
Desde esta parte del planeta se percibe una Europa que trabaja por su unidad, pero ¿es posible esa unidad con un racismo creciente e inquietante en todo el continente?
A esta altura la Europa unida es una realidad. El racismo no tiene nada que ver con esta Europa unida. Nosotros tenemos partidos en Italia que son racistas, o que por lo menos expresan una ideología racista y xenófoba pero no creo que eso tenga que ver con Europa. La Constitución europea, el Consejo de Europa en Estrasburgo, en Bruselas no tienen nada de racistas. Es el inicio de una gran unión, también política, pero sobre todo económica que representa una unión de ciudadanos pertenecientes a una misma área cultural y geográfica. Quizá, no le gustamos mucho a Estados Unidos. En suma, también una potencia económica distinta del dólar no le gusta demasiado a Estados Unidos, que es un país al que le gustaría dominar el mundo en forma absoluta. En todo caso, si hay una forma de racismo respecto de Europa, la he visto venir de Estados Unidos. Cuando Francia y Alemania criticaron duramente la invasión de Irak en el Consejo Mundial de la ONU, la reacción de los estadounidenses fue histérica: tiraron al río Hudson el vino Bordeaux, boicotearon todos los productos franceses. Esa es una reacción racista.
¿Y con George Bush electo de nuevo continuaremos estando en guerra?
No me parece que Bush sea un hombre muy pacífico -se ríe-. No lo veo como San Francisco de Asís. No sé qué opinión tienen de él ustedes en América latina. A mí me parece una persona que ama mucho las armas…
Tomado de Clarín.