El estudio de la literatura ha manifestado, en las últimas décadas, un interés por toda la producción literaria que no es del todo “referencial” al mundo de la “realidad”, entendido por David Roas como “una construcción artificial de la razón” (Roas 29); la literatura fantástica problematiza la intromisión de lo “irreal,” de lo “sobrenatural”, en el plano de lo familiar y lleva al lector a cuestionarse acerca de dicha entrada: al interrogarse el lector por la naturaleza de lo que sucede en el relato y hacerlo perder su seguridad frente al mundo real (Roas), se está frente a lo fantástico.
La producción de Sergio Muñoz no se ha estudiado desde lo fantástico; los estudios de María Eugenia Rojas y Álvaro Martín Rojas analizan distintos aspectos de la novela Los Dorados del escritor, desde la óptica de la novela urbana y el tema de la exclusión y jerarquización, respectivamente. Ante esto, consideramos el criterio de David Roas acerca del “hiperrealismo” en el que se construye lo fantástico; el empleo de las técnicas realistas de las que habla Roas en La amenaza de lo fantástico (26) es lo que permite plantear una lectura de Barro a partir de esta estética, puesto que en la realidad cotidiana de la voz narrativa y su amigo Marquillos (Muñoz 19) se da la irrupción violenta de una realidad “otra” que es incomprensible para el mismo narrador del relato y plantea así un problema para el lector.Ahora bien, la manifestación del doble, como un tema o motivo recurrente en la literatura fantástica, es estudiada en profundidad por Rebeca Martín López en su tesis, Las manifestaciones del doble en la narrativa española contemporánea; la investigadora va a esbozar su definición a partir de tres manifestaciones del doppelgänger: una en la que “el mismo individuo existe en dos o más mundos alternos… que generalmente terminan fundiéndose”; otra en la que “… dos individuos con identidades distintas, pero homomórficos en sus atributos esenciales, coexisten en la misma dimensión…” (18); finalmente, la tercera se refiere a un protagonista que se ve a sí mismo muerto (19).
En Barro de Sergio Muñoz, se establece un doble que, como menciona en su tesis Rebeca Martín, se ve a sí mismo muerto; al parecer, de acuerdo con el narrador, Marquillos muere intentando impresionar a Ana Yancy, la “güila” de Los Murillo, porque se sentía atraído a ella; al montar un caballo del que cayó y fue aplastado por este (Muñoz 23), según el narrador; más adelante en la narración, se constata que Marquillos muere: “Yo fui a verlo y en el rancho estaba usté, con su mama y su tía, todos alumbrados por candelas… cuando lo vi tan bien vestido en la caja… (24).
Se establece la relación con el doble, porque los deseos del narrador, en realidad, eran tener a Ana Yancy para sí mismo, como más adelante se presenta (Muñoz 26 -27), por un lado; por el otro, el niño que es producto de la unión de ambos: “Usté quería a la Ana Yancy, pero al final era mío el carajillo… ¿por qué tenía sus mismos ojos… por qué el carajillo dejó de llorar al verme y un escalofrío me pasó por la espalda?” (Muñoz 30).
La “realidad” que se construye el narrador de Barro cuestiona la presencia del fantasma del amigo muerto, no solo por el hecho de que él siguió y encima se quedó con Ana Yancy, sino porque el niño le recuerda su culpa, puesto que ocupa el lugar del amigo, como su “doppelgänger”, una reproducción de Marquillos. El texto finaliza con la idea que se ha esbozado respecto al tipo de doble que permite verse a sí mismo muerto, el narrador dice:
“La gente empieza a rodearme, alguien grita que no me toquen, que llamen a la ambulancia, cada vez la voz se escucha más lejos. Volteo la cabeza y ahí está Marquillos, corriendo hacia mí, tan asustado… Un montón de rostros me rodea… el barrio está a oscuras y solo una luz en nuestro rancho, ‘onde rezan el Rosario…” (Muñoz 32).