El Premio Nacional de Ensayo 2003

Su presencia en la Universidad Nacional en Heredia en la Escuela de Economía Política ha sido constante y notoria, hasta el punto de que

Franz J. Hinkelammert no es un desconocido en nuestro medio. Lleva 28 años de vivir en suelo costarricense, tiempo en el cual ha publicado múltiples obras y desarrollado una ingente labor como conferencista y profesor en talleres del DEI (Departamento Ecuménico de Publicaciones) una institución ecuménica ubicada en Sabanilla de Montes de Oca y con una gran irradiación en toda América Latina.

Su presencia en la Universidad Nacional en Heredia en la Escuela de Economía Política ha sido constante y notoria, hasta el punto de que se le ha otorgado el doctorado honoris causa de manos de la actual rectora, Doctora Sonia Marta Mora. Esto no es mas que un pálido reflejo de lo que representa Franz Hinkerlammert en el ámbito internacional, tanto en  el pensamiento filosófico, político y económico, como teológico.

Por todo eso, ya es hora de que se vaya haciendo una especie de balance crítico de toda su producción, de las diversas etapas por las que ha pasado y de sus inquietudes actuales. Dada la envergadura de una empresa intelectual de esta naturaleza, consideramos que no es el momento de hacerlo, pero sí de analizar, siquiera sea someramente, el libro que le valió tan honrosa distinción. Publicado por la Editorial de la Universidad Nacional (EUNA), más que un libro unitario , se trata de una colección de ensayos de reciente factura. Esto hace que muchas de sus ideas mas importantes aparezcan repetidas, no tanto porque se trata de una reflexión introspectiva, o porque haya por parte del autor una preocupación didáctica o una voluntad de claridad, sino porque los ensayos han sido producidos en diversas circunstancias, muchas de ellas muy concretas y dirigidos, por eso mismo, a diversos públicos no todos ellos familiarizados con los temas tratados.

Voluminosa (524 densas páginas) y un tanto reiterativa, la obra, sin embargo, tiene a su favor de que se trata de una especie de suma del pensamiento del autor. Obra de madurez, el libro por eso mismo no refleja en su título la inmensa riqueza de su contenido que condensa luminosamente uno de los pensamientos mas fecundos y provocadores de nuestro tiempo. Se trata de una obra de síntesis, donde el pensador, el filósofo domina sobre todos los otros aportes de un autor que ha tocado múltiples disciplinas, todas aquí presentes, pero convertidas tan solo en la materia prima de un intento de sistematización muy proprio del talante especulativo de la tradición intelectual germánica.

Decíamos que el título se queda corto ante la riqueza de contenido de esta obra, pero también debemos reconocer que sería difícil encontrar un título que expresase adecuadamente lo que la obra contiene. En cuanto al primer sustantivo que encabeza el título, SUJETO, consideramos que apunta al objetivo principal del autor. Todo el intento de Hinkelammert consiste en construir lo que un gran filósofo latinoamericano, el argentino Arturo Andrés ROIG llama «sujetividad», es decir, la construcción de sujetos para que podamos hablar de dignidad humana o, simplemente, de seres humanos.

Las leyes establecidas por los hombres, y, concretamente, por quienes detentan el poder y usan la violencia institucionalizada y recurren al establecimiento de leyes o normas, so capa de racionalidad, tan solo buscan legitimar un poder opresor. Es por eso que la relación sujeto/ley debe verse como un antagonismo, como dos términos mutuamente excluyentes. Resistir al orden legal opresor, sea en el ámbito económico, político o ético y religioso, es construir «sujetividades» que hacen de la acción un proceso de liberación conducente a una auténtica libertad como capacidad de autocrearse y darse, por parte de los pueblos, su propio destino histórico. Por eso la «sujetividad» no nace, se hace, se construye a través de la resistencia frente a la opresión.      Pero todo lo dicho no constituye sino un discurso político, ético. Franz Hinkelammert busca ir mas lejos: construir una ciencia, dar una fundamentación científica en el sentido fuerte a la noble búsqueda de la justicia, si entendemos por tal una ética del reconocimiento del otro en su otredad. Para eso, se debe partir de un principio absoluto, es decir, mas allá del cual no se pueda ir. La ciencia empírica parte de hechos cuya evidencia no se puede negar ni camuflar. Este hecho absoluto consiste en nuestra condición de seres vivientes en el sentido biológico de la palabra, haciendo realidad aquello de que para pensar primero se requiere simplemente vivir, estar vivo.

Pero la vida no es solo un hecho producto de la evolución natural; la vida es un proceso construido por el ser humano mismo. Por eso, solo puede ser ética y, por ende, aceptable toda acción que busque producir y reproducir la vida y, a contrario sensu, debe rechazarse, tanto la acción práctica, como la doctrina o conjunto de ideas que produzca y legitime la muerte.

Todo lo dicho no representa ninguna novedad pues las grandes tradiciones religiosas y, en concreto, la tradición bíblica, especialmente basada en los profetas y en Jesús y San Pablo, no han hecho sino enseñar eso. Lo novedoso d el pensamiento de Hinkelammert es afirmar que la producción y reproducción de la vida, no es un simple acto del libre albedrío, es decir, una especie de generosidad que honra a quien lo hace pero que no repercute en el resto de la humanidad si no se hace. Por el contrario, Hinkelammert afirma una y mil veces que el matar no es solo un homicidio sino también un suicidio. Hoy la humanidad -y esto es propio de nuestros tiempos- se ha unificado. Por primera vez en la historia, podemos hablar de «humanidad» en el sentido fuerte del término, de modo que quien mata, no solo produce un homicidio, sino que atenta contra su propia vida. Todo atentado contra la vida, sea conscientemente provocado, sea en razón de efectos no previstos o efectos secundarios, conduce inexorablemente a la destrucción de toda forma de vida, tanto humana como en la Naturaleza, tanto en quien muere como en quien mata. Que la humanidad sea una significa que la tierra es redonda, por lo que la bala que se lanza de frente da vuelta entera y termina por matar a quien la lanza al penetrar en su nuca.

La ciencia establece normas o leyes absolutas, esto es, que son tales que  no están sujetas al libre albedrío o a la arbitrariedad. Y no puedo crear por decreto un mundo físico en el que las leyes de gravitación u otras no existan. Esto mismo se aplica en el mundo de lo humano, en las ciencias económicas, políticas y éticas. Por eso está la humanidad en un punto de no retorno : o salvamos la vida de los seres humanos combatiendo la muerte, la guerra, la hambruna, las enfermedades  y salvamos igualmente la vida en la Naturaleza respetando un código ecológico universal, o toda forma de vida, comenzando por la humana, va inexorablemente a una apocalíptica destrucción.

Para probar tan severo como lúcido diagnóstico, Hinkelammert pasa registro a las fuentes doctrinales que dieron origen a la modernidad, que nuestro autor hace remontar al siglo XVI y no solo, como se suele hacer, al siglo XVIII, época del nacimiento de la Ilustración, discurso ideológico gracias al cual, Occidente se ha convertido en la cultura hegemónica de la humanidad toda entera. Así, Locke, ideólogo de la primera revolución burguesa triunfante en el siglo XVIII, y Adam Smith y David Hume fuentes ideológicas las mas importantes del capitalismo en el siglo XVIII y luego, en el último siglo, los autores mas representativos de esta corriente, tales como Nietzsche, al que Hinkelammert destina un demoledor análisis, y Max Weber, Karl Popper, más recientemente, lo  mismo que los llamados «posmodernos» como Jean François Lyotard, son sometidos a un severo análisis crítico como legitimadores de este orden generosidad que hoy trata Occidente hegemonizado por poderosos sectores del gobierno norteamericano de imponer al mundo entero. Se trata de fundamentalismos que solo conducen a una locura nihilista, que desemboca en el suicidio colectivo que hoy abarca todos los estamentos de una sociedad que agoniza en sus propias contradicciones.

Ninguna de estas ideas es novedosa en el pensamiento de Hinkelammert. Sin embargo, este libro tiene el mérito de darnos una visión sintética, una especie de intento de síntesis lógicamente articulada de un pensamiento que, desde la periferia del mundo occidental, como es América Latina, lanza un «grito por el sujeto», como se titula otra de su obras, grito que debe ser escuchado, analizado y asumido por todos los hombres y mujeres a quienes el destino de la humanidad interesa. Es por eso que nos alegramos sobre manera de que el premio Aquileo J. Echeverría en ensayo este año haya sido otorgado a este libro, una obra de lectura imprescindible que honra a nuestro medio académico.

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