Hay unas gotas de sabor acre en las palabras de Ernesto Cardenal, aunque el motivo de su visita a México sea afortunado: la aparición de sus dos libros de memorias, Vida perdida y Las ínsulas extrañas, publicados por el Fondo de Cultura Económica (FCE).
La postura del poeta y sacerdote no ha variado desde que formó parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y es por ello que afirma: »En Nicaragua se acabó la revolución. El partido sandinista se corrompió y dejó de ser revolucionario».
A lo largo de los recientes cinco años ha dejado dormir a la poesía para dedicarse a la prosa. A las mil páginas que suman entre los dos volúmenes de memorias, agrega otro que aparecerá también en el FCE, La revolución perdida. El trabajo de la memoria, expresa, no fue doloroso »sino arduo, porque era indispensable recordar hechos ya olvidados».
Tardío apego religioso
¿Cuáles son los puntos de contacto entre los ejercicios del sacerdocio y el de la poesía?
-Tuve la vocación de poeta desde que nací. Ya tarde en la vida me vino el apego religioso. Fui desde entonces un poeta que entregó parte de su trabajo a Dios. A eso añado la vocación revolucionaria: la entrega a Dios me llevó a entregarme al pueblo. No hay conflicto entre las tres misiones. Para mí la revolución significó la puesta en práctica del Evangelio. Como decía Camilo Torres, la revolución es la caridad eficaz.
En paz con sus recuerdos, que ha conjurado por escrito, Cardenal es el mismo personaje de siempre: camisa de franela, boina, lentes bifocales. Mira con curiosidad al breve bosque frente a él y dice: »Ya no hay más memorias que escribir, sólo poesía. Llego hasta el fin de la revolución. Contar lo que pasó después ya no me interesa».
Sacerdote »tardío», a decir de él, Cardenal mantiene diferencias con el Vaticano: »Esa es la monarquía más absoluta que existe sobre la Tierra. Quienes buscan ser verdaderamente cristianos no pueden estar de acuerdo con una sucesión de Pedro que significa la negación de todo lo que predica el Evangelio.
Nada más contrario a los primeros cristianos que la corte vaticana. Por eso nuestra fe no es en el Vaticano, ni en el Papa, sino en el ejemplo de Jesucristo. La única Iglesia verdadera es la que está con los pobres».
Aunque sea difícil elaborar una sola hipótesis, ¿a qué atribuye que el sandinismo no se mantuviera en el poder?
-A que ya no hay revolución. El partido sandinista se corrompió y dejó de ser revolucionario. Por eso salimos de él quienes, creo, éramos los mejores elementos. Hoy el partido está dominado por un mando estalinista con el que es imposible estar de acuerdo. Esa corrupción de la que hablo fue de orden moral y económico, porque desvirtuaron los valores revolucionarios y muchos se enriquecieron antes de dejar el poder. La única respuesta a esa conducta es que parte de la condición humana es la debilidad por corromperse.
»Algunos de los que habían sido guerrilleros heroicos cayeron en esa tentación. Como lo dijo Eduardo Galeano: los que no tuvieron miedo de entregar la vida, sí lo tuvieron de entregar sus Mercedes Benz, sus casas y el producto de la rapiña que realizaron desde la cúpula sandinista.»
¿No estaría esa conducta prefigurada cuando Edén Pastora decidió cambiar de bando?
-Se pasó a la Contra y ahora ha rectificado bastante. Sólo que él no se corrompió nunca, aun cuando estuvo sujeto a la silla: hoy no tiene siquiera casa dónde vivir.
Rapiña de Ortega y Borge
¿A quiénes rescata de aquel grupo revolucionario?
-A Sergio Ramírez y algunos más que salieron del partido a tiempo; no a los que se quedaron. No rescato, para emplear el término, ni a Daniel ni a Humberto Ortega, que se enriqueció como jefe del ejército; tampoco a Tomás Borge, guerrillero legendario que participó luego en la rapiña.
No quiere del todo hablar de México, pero sí del subcomandante Marcos. Se le aviva la mirada: »Marcos es una gran esperanza para América Latina, porque encabeza nuestra misma revolución sólo que con una estrategia renovada. Digo que es la misma porque implica los principios de Zapata y de Sandino. El fue discípulo de Zapata, y Marcos junto con el EZLN lo son de ambos. El movimiento del cual Marcos es vocero es de enorme imaginación, originalidad y humor, que siempre es saludable preservar».
Además de poner por escrito sus puntos de vista, ¿cómo lleva el peso de la historia?
-La verdad es que no soy un personaje de la historia, sino sólo un sacerdote y un poeta que ha recibido cierto apoyo gracias a la divulgación de su obra.
Tomado de La Jornada