Estos cuentos señalan una aventura en la escritura costarricense, la manera en que están construidas sus frases, su ahondamiento en la siquis tica, y explotan en su lenguaje las manifestaciones del habla, sus sugerencias y la loca fantasía; es la imagen real de los actos cotidianos de las gentes y en los paisajes, como el lector transeúnte ve correr las aguas agitadas y misteriosas de los ríos de provincias; son los rostros de la patria en el eterno fluir de las conciencias y la vida real como eco de los problemas de la vida contemporánea.
Estos cuentos me sugieren escenas o saltos cualitativos de gran imaginación bien dosificada para un lector desprevenido. Las formas tienen sed de mostrarse para que el lector pueda hurgar en la memoria de los hechos y ponga barreras al olvido. Que el lector encuentre una salteada esencia de mundos posibles y de personajes bien ticos que se buscan unos a otros, motivándose en sus relaciones la exasperada pasión y la infrecuente amistad y que andan por la densa patria de las costumbres. Tienen su afinidad con el lado oscuro de la mente. Sus personajes manifiestan mundos ocultos y la peripecia de salir de su sueño y realizarse como seres reales en la prestidigitación de lo limitante o lo finito. La impresión de su lectura es inquietante como deben ser los buenos cuentos y en algunos logran su motivo inquietante de darnos un
susto, que en cada página el autor nos da una lección de magia y que en el accionar de su prosa vivimos los mejores momentos de la vida.