Tres muertes y dos herencias

Descubrir el pasado, conocer nuestros antecedentes, indagar en los secretos de la familia, puede ser tanto el origen de irreprimibles malestares, como la primera

Descubrir el pasado, conocer nuestros antecedentes, indagar en los secretos de la familia, puede ser tanto el origen de irreprimibles malestares, como la primera señal para salir del laberinto o simplemente, el punto de partida para muchas novelas, para muchas ficciones que muestran, que exponen y desarrollan, todo aquello que otros discursos ocultan.

La muerte que se avecina de manera inevitable, la sexualidad que se trenza con la violencia, las familias rurales, las familias costeñas, las bajezas humanas, la avaricia, las miserias personales y las pequeñas victorias, todo un catálogo de pasiones que surge a la vida cultural, traducida, mediante el lenguaje literario.

Existe una tendencia en la literatura costarricense de las últimas décadas, por contar lo urbano, por construir argumentos literarios que tienen a la ciudad de San José como escenario de sus acciones y como personaje central en sus tramas novelescas. Pareciera que la vida del campo o de las costas dejó de interesar a los escritores.

En algún momento de nuestra tradición literaria, los temas rurales se abordaron desde el punto de vista de la denuncia social, desde la novela agrarista o de la tierra, sin contar la desgastada y aburrida figura del concho. También existen las construcciones literarias románticas y nostálgicas sobre el campo, hechas por gente de la ciudad o aquellas otras, que hablan del campo porque no había otra cosa de la cual hablar, porque la ciudad simplemente no existía en su dimensión moderna.

Una vez, un filósofo argentino me dijo, que si se escarbaba un poquito en la historia de cualquier costarricense, se iba a encontrar a un campesino. La idea de pueblo pequeño infierno grande, también está presente en nuestras ficciones, El Jaúl de Max Jiménez dejó el camino abierto para narrar las envidias, los odios, la vida y la muerte en esos pueblos en apariencia idílicos que crecen perdidos en las montañas, entre nubes acogedoras o frescos a las orillas de los ríos y bajo las sombras de los árboles. “La vieja construcción, incrustada en medio de unos frondosos árboles de guanacaste era fresca en verano, con goteras en invierno y con ratas toda la vida. Lo mejor era que siempre podía verse el mar al ser tragado por el atardecer con sus chorros de fuego.”

Existen novelas que nacen en silencio, sin hacer escándalos, que tienen voz propia y una estructura acabada, bien trabajada, cuyos autores fueron alérgicos a las argollas literarias y a los tan frecuentes aplausos entre los mismos; obras que finalmente, resultan mejores que muchas otras que lo único que tienen en su haber, es publicidad. En el año 2009 la editorial Alambique, en una edición que puede ser mejorada, publicó En el reino de la sal, la última novela de Jorge Arturo Venegas Castaing, conocido en el mundo de los poetas como Jorge Arturo.

EN EL REINO DE LA SAL

Sandoval el joven es un condenado a muerte, vive en la ciudad, tiene treinta y cinco años y en poco tiempo va a morir de cáncer. Además, por mandato legal, acaba de recibir en herencia un hotel que se levanta en las que fueran las tierras de su abuelo, en un rincón de la costa del Pacífico, donde se acumulan los rencores y los atardeceres luminosos.

“Mientras ve la llegada del enorme autobús pintado con grandes rayas azules y amarillas quiere creer que no está tan mal el no tener otra que ir. Aunque lo tiene sin cuidado el indudable valor que aquello puede representar, sabe lo fácil que sería convencerse de que hay pocas cosas peores que tener la posibilidad de heredar las que fueron las tierras de su abuelo en su estado de salud actual.

-Mire- respondió el doctor-, en otros casos prohibiría ir, a usted quizá le ayude. Ah, y no olvide seguir el tratamiento al pie de la letra y descansar lo que pueda…tenga fe…

Lo cual no era sino una manera diplomática de decir aproveche antes de que no pueda ni moverse, sin que le estallen las entrañas.

-Tres meses- recuerda que el doc aclaró al exigirle la verdad.”

La literatura como conjuro contra la muerte. Tres meses de vida y una herencia recibida. Así comienza esta novela que se estructura en dos tiempos, en capítulos que se intercalan contando dos historias distintas que se llegan a unir por los vínculos familiares y por la articulación de las ficciones.

La búsqueda que emprende Sandoval el joven poco antes de su muerte, ocurre en los años noventas; la historia de Sandoval el viejo, su abuelo, que es la otra historia, se desarrolla en los años treintas y cuarentas del siglo veinte en la costa pacífica costarricense, entre ríos, calores, borracheras, rivalidades, sexo explícito y violencias de diversa índole. “Sandoval pasa sin saludar a nadie, directo hacia donde está el Albino. Engulle una larga bocanada del guaro de su garrafilla, para ofrecérsela al anfitrión, cuya cara se inyecta de sangre por una brevedad. Los demás quedan inmóviles.

Por menos, aquel bicho como el filo de un machetazo, había acuchillado a varios.”

Sandoval el joven, el heredero, descubre la historia de su abuelo, pertinaz aventurero, egocéntrico sin cura y pirata testarudo, la descubre en su viaje a la costa, lo logra indagando, conversando con testigos de la época, a los que la novela les da voz, los pone a hablar, los hace decir lo que saben.

El punto de vista del narrador se desplaza del omnisciente al de los personajes que cuentan la historia de los Sandoval, en los dos grandes tiempos narrativos en los que está estructurada la obra.

A Sandoval el joven, el moribundo, el viaje le sirvió para resolver problemas de derecho sucesorio y para reconstruir su accidentada historia familiar, él arma las piezas de esta historia y la deja expuesta para quien la quiera conocer después de su muerte, de algún modo, la deja en herencia.

Con esta historia de búsquedas genealógicas y enemistades asesinas, Jorge Arturo vuelve a tratar el tema rural en la literatura costarricense, lo hace mediante una narración fluida, limpia, oral, fácil de seguir, sin imposturas, con voz propia, sin tapujos o moralismos, con humor, con el manejo de la palabra y de las imágenes que un poeta como él sabe tener y con un realismo que desmitifica cualquier visión idílica que se pueda tener sobre la zona rural costarricense, en este caso la costa, durante la primera mitad del siglo veinte.

El ritmo no siempre se sostiene en esta novela con personajes bien construidos, en la que el autor recurre con frecuencia a las descripciones orgiásticas, a todo aquel mundo del bajo vientre que definía Mijail Bajtin al oponer el cuerpo a lo celestial.

“El jefe se encargaba de sobornar a la policía de la provincia. En especial al cundir rumores de que estaban apareciendo muertos. O que sacaban demasiado guaro, y se les comenzaba a joder el negocio a ellos. Aún con todo, el político sabía y aceptaba que la parte brava la hacía el Albino. Nadie se igualaba con aquel carajo para hacer buen guaro y traerle chiquillas.”

La rivalidad entre dos vecinos, que tiene como fuente la lucha por poseer una parcela de tierra, se desplaza sin contemplaciones a la batalla por las mujeres, que se poseen como cosas, tanto las menores de edad como las adultas.

Un político tradicional, corrupto y corruptor, heredero de los gamonales, la avaricia, el alcoholismo, el machismo, abogados carroñeros, la violencia sexual, las inevitables putas que tantas cosas dan para contar, la terquedad ciega y el egoísmo humillante, son rasgos del lugar social en el que se desarrolla buena parte de la trama de la novela, que logra construir un universo ficcional propio, que nunca cae en el panfleto y que aborda temas complejos con facilidad, con sensibilidad, con humor, con desenfado, sin cursilerías.

El capítulo que tiene lugar en una sala de hospital destinada a enfermos de cáncer, donde es tratado Sandoval el joven poco antes de su fin, resulta verdaderamente conmovedor y sorprende, el humor con el que se trata esa condición humana, con todo lo que ella implica de tragedia, de dolor y de muerte.

 


 

Jorge Arturo Venegas Castaing, nació en Lourdes de Montes de Oca el día 21 de julio del año 1961 y murió en San Vicente de Moravia, víctima de un cáncer,  el día 15 de abril del año 2010. Fue poeta y sin ninguna duda, tenía todo el talento para seguir creciendo como narrador. En el reino de la sal es, lamentablemente, su última novela.


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