Umberto Eco hace su memento

Imagine que despierta una mañana y descubre que ha perdido la memoria. Es lo que le ocurre a Yambo, el protagonista de la nueva

Imagine que despierta una mañana y descubre que ha perdido la memoria. Es lo que le ocurre a Yambo, el protagonista de la nueva novela de Umberto Eco.

-¿Recuerda lo que decía cuando le preguntaban que por qué había escrito El nombre de la rosa?

-Sí: que porque a los 50 años, o se escapa uno con una bailarina, o escribe un bestseller…

-¿Y qué diría ahora a quien le preguntase que por qué ha escrito La misteriosa llama de la reina Loana?

-Pues podría decir que porque odio al escritor Asor Rosa… Cuando presenté hace un par de años su libro El alba de un mundo nuevo fue lo primero que dije: «Odio este libro». Había contado lo mismo que yo tenía ganas de contar, la infancia, la educación recibida, la Italia de los años 30 y 40, el fascismo, la guerra, la Resistencia. «Odio este libro porque ha hecho de una forma espléndida algo que hubiera querido hacer yo», eso dije. Entonces miré a los ojos de Rosa y le dije: «Pero te prometo que lo haré».

-¿Y cómo se le ocurrió el libro?

 

 

-Pensaba: No será una autobiografía, mejor tomar distancias. No seré ajeno a la historia, porque al protagonista obviamente le daré todos mis recuerdos, pero no seré yo, será alguien que no haya escrito una línea en su vida, alguien sin ningún interés por la política, alguien con un trauma en la infancia que yo no tengo, que ha tenido un amor en el instituto como todo el mundo, y después hay un hermoso momento en el que se hace una paja con Josephine Baker, se la hace él, ¡que quede claro! no soy yo quien se la hizo…

Museo de la infancia

-¿Se ha documentado?

-Durante dos años he recorrido mercadillos, rastros, sitios nostálgicos en internet, recopilando mi pasado. En casa tengo ahora un pequeño museo de mi infancia y adolescencia… Estanterías y vitrinas llenas de albumes de Topolino, Flash Gordon, ejemplares de Novella y de las elegantes revistas francesas que leía mi madre, de las cartillas de cuando aprendía a leer, de la saga de Sandokán, de viejos paquetes de Macedonia Extra (el mismo tabaco que fumaba mi padre), del Nuovisimo Melzi edición de 1905 con la mesa de suplicios, el catálogo de torturas que miraba a la vez fascinado y horrorizado, de perfumados calendarios de peluqueros, de la cinta de la película Vorrei volare, del manifiesto de propaganda fascista en la que un negrazo se agarra lascivamente a la Venus de Milo, de figuritas Perugina… Muchas de estas imágenes han acabado en La misteriosa llama …, un libro ilustrado como los que leía de niño…

-Le habrá costado salir de entre tanto recuerdo…

-Sí, tuve que decidir dejarlo, porque había llegado a vivir en una especie de autismo. Siempre me ha gustado cantar, durante noches enteras, con mis amigos Gianni Coscia y Mario Andreose, entonamos canciones de los años 20, himnos religiosos (de «Bella tu sei qual sole» a «Bianco padre») y, a las horas pequeñas, éxitos fascistas a partir de «Giovinezza». Pero lo había hecho siempre en compañía, y ahora me sorprendía canturreando yo solo el himno de los submarinistas o «Bambina innamorata, stanotte ti ho sognata sul cure addormentata e sorridevi tu».

-¿Qué quería ser de mayor el pequeño Umberto Eco?

-El pensamiento que más me rondaba la cabeza era: de mayor seré soldado. Y cada vez que oía en la radio los infinitos actos de valentía, de heroísmo y de abnegación que llevaban a cabo nuestros valerosos soldados, más se enraizaba ese pensamiento en mi corazón y ninguna fuerza humana parecía capaz de erradicarlo.

-¿Todos los recuerdos que le ha prestado a Yambo, el protagonista, son suyos?

-No. Por ejemplo, una vez alguien me contó un episodio de la Resistencia que aparece en la novela. Un grupo de partisanos en fuga, por la noche, entre ellos un cirujano. Los patriotas llevan consigo a cinco alemanes que han hecho prisioneros. El dilema es que no pueden liberarlos (desvelarían a sus perseguidores su posición) pero tampoco llevarlos consigo, pues ralentizarían la fuga. Así que el cirujano los degüella con un bisturí.

Ajuste de cuentas con el pasado

-Una de las imágenes que conserva es una viñeta aparecida en el 36 en el Corriere dei Piccoli: el héroe Mario que se bate en Etiopía contra Ras Aitù. A su espalda lleva a la hermosa y sensual Gemmy…

-Sí, luego durante la fuga Gemmy descubre gran parte de su pierna izquierda, hasta la rodilla, ¡es una figura fundamental de mi biografía! Esa es una imagen eidética, la primera cosa que, cuando tenía seis años, me provocó excitación sexual.

-¿Cuál es el verdadero motivo que le llevó a escribir su autobiografía a través de estas ilustraciones?

-Siempre he andado haciendo cuentas con mi pasado. El día de nochevieja lo pasaba haciendo llamadas de felicitación a todas mis ex novias. Tengo amigos a los que les salen babas verdes por la boca si les recuerdas su infancia o su adolescencia. Yo, sin embargo, estoy en paz con esa edad y he intentado no perder el contacto con ella. Ayer recibí una carta de una profesora del instituto, que me dice: «Queridísimo Umberto, hoy he cumplido 90 años». No puedo mantener el contacto con mi primera maestra porque ha muerto, pero si no lo mantendría.

-Muchas mujeres en este libro…

-Para hacer este libro he buscado y reencontrado imágenes de mujeres que me han turbado a lo largo de mi vida. Los hermosísimos rostros femeninos de las portadas de Novella. Los cuerpos de mujer de las portadas de Averardo Ciriello para un periódico pornográfico de posguerra que se llamaba 7sette y que fue prohibido y el editor lo rebautizó 8otto. He conseguido dos copias de aquel periódico en un anticuario de Bolonia. Si uno lo ve ahora, es como si leyese Jesús. Y aquellas portadas que tanto me turbaron son de una castidad absoluta, como mucho como mucho se veía poco más allá del tobillo.

-¿Y qué me dice de su Beatrice?

-Beatrice es la muchacha que amé platónicamente en mi adolescencia. No la volví a ver, jamás. De vez en cuando los compañeros de entonces me decían: «está enferma». Yo decía: «un día iré a verla, le diré: tú no las sabido nunca, pero durante tres años escribí poemas que hablaban de ti». Hace dos años aquella muchacha se murió, a los 70 años, y me siento muy mal. Ya nunca podré decírselo.

-¿Y fue eso lo que le llevó a escribir este libro?

-Desde hace tiempo me daba vueltas la idea de escribir un libro de memorias, aunque sólo fuese por tener una excusa para volver a encontrarme con Pippo non lo sa y con el planeta Mongo, con Maramao perchè sei morto y con Fantomas. Pero seguramente, es cierto, lo que me hizo decidirme por fin a escribirla fue esta historia de la muchacha muerta.

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