Umberto Eco o el misterio de la razón

La Biblioteca
En la novela, Adelmo, el miniaturista, es castigado por haber penetrado lo prohibido, el conocimiento que conduce a la Filosofía, a “aquella (ciencia)

El nombre de la rosa (Barcelona: Editorial Lumen, 1985) es una novela que fabula desde la filosofía, la historia y lo policíaco. Consagró a Eco como narrador en 1980. Situada en un monasterio benedictino en el año 1327, narra las peripecias detectivescas del fraile franciscano Guillermo de Baskerville, inquisidor “perspicaz y humano” en Inglaterra e Italia, que trata de penetrar en las profundidades de los monjes cruelmente asesinados (cinco), asimismo amante de los libros y amigo de Guillermo de Occam (p. 72), maestro que le enseñó “a idolatrar la razón extinguiendo las facultades proféticas” del corazón. Baskerville se mueve entre el mundo irracional (apocalíptico) y el universo aristotélico de la razón. El meollo de la novela es el segundo libro de la Poética de Aristóteles, perdido según se dice, y la historia contada por Adso de Melk,  novicio que acompaña a Baskerville, en medio de la lucha entre el ‘deseo de saber’ (Baskerville) y el ‘deseo de poder’ (Jorge de Burgos y los benedictinos).

La Biblioteca

En la novela, Adelmo, el miniaturista, es castigado por haber penetrado lo prohibido, el conocimiento que conduce a la Filosofía, a “aquella (ciencia) que se escoge por sí misma y por amor al conocimiento”, que “merece ser elegida por sí misma y por el ansia misma de saber”.  La biblioteca de la Abadía es un laberinto: la biblioteca es la rosa.  En la biblioteca se guarda la verdad; los pétalos que se cubren unos con otros laberínticamente muestran que llegar a la verdad no es tarea fácil.  La rosa merece ser contemplada por sí misma, pero en su tallo hay espinas (el error, las mentiras de los infieles, etc.).  Asimismo Venancio (especialista en griego y hallado en los chiqueros con la cabeza clavada en la vasija que servía de recipiente a la sangre de los cerdos, y que osa enfrentar a Jorge de Burgos acerca de si es posible descubrir la verdad (discusión cerrada por Jorge recurriendo a una la falacia de autoridad), tenía la devoción a Aristóteles, al que consideraba “el más sabio de los hombres”. La Biblioteca es el ombligo del mundo (M. Eliade), el punto de encuentro entre lo sagrado y lo profano.

Los hechos

El Abad Abbone cree que los asesinatos están situados en un mundo mágico con causas diabólicas. Esta biblioteca es la más famosa entre todas las de la cristiandad. Depositaria de la verdad, en la biblioteca está el conocimiento para enfrentar al ‘anticristo’. Dado que el conocimiento es poder, para ser abad es necesario haber sido bibliotecario, en virtud de lo cual solo el bibliotecario tiene acceso a todos los libros de esta. La prohibición de entrar a la Biblioteca fue violada por Adelmo, en consecuencia es castigado por penetrar lo prohibido, el conocimiento que conduce a la Filosofía, a un saber liberador. Para el Abad las verdades no “son para todos los oídos (…), ni para satisfacer la necia curiosidad que puedan sentir” (p. 50) los monjes. No todos los libros deben estar a disposición de todos.

Por su parte, Baskerville cree que ya que “todos los hombres desean saber por naturaleza”, se debe analizar todas las percepciones sensibles para desmitificar la presencia del demonio y averiguar quién es el asesino a través de un análisis de las causas y efectos.

La polémica

Jorge de Burgos, ‘que no tiene ojos para ver’ y ‘aficionado por los tigres’ (en clara alusión a J.L. Borges), contrasta con Guillermo que usa ‘lentes’ con los cuales multiplica su mirada acercándola a través de la lectura de los secretos de la ciencia, a las fuentes del saber. Jorge cree que “la risa está bastante cerca de la muerte y de la corrupción del cuerpo” (p. 121), los libros no deberían ser ilustrados con imágenes cómicas. Pero Aristóteles consideraba que el hombre es un animal racional ‘que ríe’, lo cual hace de la risa un “vehículo de verdad”. Hablando de lo risible, Aristóteles dice: “conviene estropear la seriedad de los adversarios con la risa y la risa con la seriedad”.

La risa

La risa fue condenada en la patrística por san Juan Crisóstomo, el cual siguió la seriedad de Cristo –que nunca rió- según las Escrituras. La risa destruye a los adversarios, sus verdades absolutas, la eternidad de las ideas. La risa desarma los paradigmas, es decir, nivela los discursos (ningún discurso por encima de otro). Por eso para Jorge “cuando el necio ríe (signo de estulticia) “Deus non est” y la Regla de san Benito prohíbe expresamente la risa.  “La risa fomenta la duda” (p. 162). La consecuencia teológica es que, si trasladamos la risa a Dios, entonces Dios bromea y, si Dios bromea, estamos en un juego en el que la encarnación y la redención son un capricho de Dios, una broma divina. La risa no gozaba de buena reputación en la abadía benedictina. No obstante, “Aristóteles había dicho que la risa era algo bueno, y adecuado para la transmisión de la verdad” (p. 139). La misma fue recomendada por Tomás de Aquino para quitar la tristeza, siendo signo de racionalidad.

La pobreza de Cristo

Nacido en el seno de la Iglesia, el franciscanismo pretendió reformarla. Los fraticelli, cuyo mejor representante es Ubertino da Casale, fueron perseguidos por la autoridad eclesiástica, para quien “el infierno es el paraíso visto desde la otra parte” (p. 84). En consecuencia, “No te fíes de las renovaciones del género humano que se comentan en las curias y en las cortes” (p.147), indica Guillermo a Adso, pues las instituciones eclesiásticas  son “siempre un sitio donde los monjes luchan entre sí para conseguir el gobierno de la comunidad” (p. 155). El rebaño no se domina con las armas ni con el esplendor de los ritos (o de la verdad) “sino con el control del dinero” (p. 156). En este sentido, “los falsos profetas van vestidos de obispos” (p. 159) y quienes la abrazan voluntariamente jamás deben pretender universalizarla. La cuestión no es si Cristo fue pobre, sino si la Iglesia debería ser pobre. De lo que no hay duda es que los pobres sirven para debilitar el poder enemigo y se los sacrifica cuando ya no sirven (p. 188)…”Pero entonces vivimos en un sitio abandonado por Dios” (p. 199).

¿Certezas?

Jorge muestra las certezas, quiere que sean el criterio, habla desde el poder celeste. Entonces, ¿los teólogos tienen la respuesta verdadera a todas las preguntas? “-Nunca, pero están muy seguros de sus errores” (p. 374).

Guillermo asume a Aristóteles en la sencillez del espíritu franciscano, desde un optimismo metafísico. El maniqueísmo de Jorge tropieza de frente “con la entrega incondicional del franciscano, que se desprende de todo para legarlo a los pobres, como “Cristo y los apóstoles, que no “habían tenido propiedad alguna, ni individual ni común”, a pesar de que “el Papa condenó esta idea como herética” (María de los Ángeles Giralt). Es bueno recordar que fueron los franciscanos quienes primeramente acogieron los aportes del pensamiento aristotélico y musulmán de Avicena. Guillermo predica la duda porque la duda es humilde…Al fin y al cabo, “Un sueño es una escritura, y hay muchas escrituras que sólo son sueños” (p. 533). “Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus” (‘La antigua rosa existe en el nombre, nos quedan (sólo) nombres desnudos.’)

La lujuria es pecado, en la novela se trata de la lujuria por el conocimiento, es el problema de la seducción tanto de la mujer (!) como de la biblioteca, pues la lujuria por la verdad es sinónimo de lujuria sexual. El placer sería una metáfora del conocimiento o, dicho de otro modo, todo saber (lo racional) lleva el deseo (lo erótico) implícito y viceversa, el lógos es éros. La biblioteca es la Jerusalén celestial para muchos y una tierra situada entre lo desconocido y el infierno. Jorge quiere que copien sin entender; Guillermo que reflexionen para entender.

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