Una temporada en el Centro.

Panorama actual de la poesía en Costa Rica.
Antología 1980-2013.
Antonio Jiménez Paz
Amargord ediciones
Madrid, 2014POESIA DE LA PERIFERIA Sin embargo, lo segundo es lo significativo. Independientemente

Panorama actual de la poesía en Costa Rica.

Antología 1980-2013.

Antonio Jiménez Paz

Amargord ediciones

Madrid, 2014

POESIA DE LA PERIFERIA

La primera impresión que se tiene al terminar la lectura de esta antología es que la confeccionaron dos o tres poetas nacionales. Dicho de otro modo, la sensación es la típica de una “compilación” realizada por algún extranjero con “asistencia” de connacionales, aunque sea centroamericana. Quizás me equivoque, pero la selección está muy cerca de un “Retrato en familia” con sus invitados, además de que algunas aseveraciones casi lo reafirman; ello a pesar de que el “(…) proyecto se apoya en un trabajo de campo, en una investigación que rebusca entre los testimonios y la escasa bibliografía disponible” (p.19, subrayado nuestro).

Sin embargo, lo segundo es lo significativo. Independientemente de los convocados, el volumen se presta para la discusión acerca de la salud poética de este pequeño país, así como sobre el canon y su vallecentralidad. Lo asevera el propio editor y compilador: “(…) el objetivo que persigue el proyecto es doble: principalmente para que el lector ajeno a la poesía producida en Costa Rica pueda hacerse una idea lo más exacta posible del devenir de su actualidad, y luego para suscitar la discusión reflexiva en su foro interno, en el marco geográfico a la que esta pertenece” (p.22). Más que antología, es este entonces un “ensayo antológico”, una muestra, como bien lo subraya el antologador.

Lo primero que debe apuntarse es si la poesía producida en este pequeño territorio posee un “marco geográfico”, y si lo posee, ¿cuál sería ese marco?: ¿la ínsula tica (el valle Central), Centroamérica, Latino/Hispanoamérica? Y, en todo caso, ¿cuál es el centro de ese marco? “Que el centro de la historia somos nosotros mismos, una historia universal basada en nuestra propia base de datos” (p.9, subrayado nuestro). Sí, el autor nos previene. Recordemos que el mismo proviene de la periferia del centro español (Islas Canarias), país que a su vez es periferia del centro europeo. Tal vez por ello “(…) nos cuesta aceptar, entender, que nuestro centro pueda desplazarse, y que como tal pueda extenderse fuera de sus propios límites, más allá de los márgenes de nuestra ignorancia, de lo previsto y consabido, de lo seguro” (p. 9, subrayado nuestro).

¿Historia universal? No serán más bien “historias”, o mejor aún, historia pluriversal, atendiendo a las diversidades poéticas y narrativas de las literaturas centro e hispanoamericanas, para no ir muy lejos. O a la especificidad de la poesía costarricense, esa “mescolanza de estilos, escuelas en vigencia y espontaneidades coincidentes en los mismos periodos, en el desacuerdo estético con biografías autorales que no casan entre sí, demasiados factores en discordia” (p.11). Esa “Arritmia” (Ibíd.). Porque la cuestión de centro/periferia es más que una teoría relacional de origen económico-político; la relación metrópoli/periferia es una relación colonial/global, es decir, lo económico/político/cultural (sí, racial) en una red donde no hay jerarquías sino una acabada forma heterárquica de dominio y geopolítica del poder. Por tanto, es probable que aquella mescolanza,  esta arritmia, no cubiquen en el archivo del saber eurocéntrico, una ideología que pasa por “universal”.

De hecho, es una tarea pendiente para la academia y la crítica en general precisar si “la ruptura de la tradición” obedece a fracturas de un proceso “nacional”, o si cede, más bien, a una transnacionalización lingüístico/literaria, específicamente poética. Es decir, determinar si la poesía costarricense contemporánea se somete a una recolonización de la palabra a través de estilos “universales” que comparten cierta atmósfera cultural para satisfacer a las editoriales metropolitanas; mejor dicho, para lograr que la periferia se presente como un producto cercano a lo que se promueve en el centro.

Lo otro que resalta es la aseveración de que la poesía actual “acaba de nacer” (p.11). Ciertamente nuestra poesía es muy joven (¿100 años de soledad?), y ciertamente nuestra crítica se ha preocupado más por lo viejo que por lo coetáneo. Sin embargo, lo que acaba de nacer tiene tras de sí un largo proceso; lo nuevo, en ese sentido, es viejo. En otras palabras, la poesía costarricense actual posee antecedentes que debemos buscar y ubicar correspondientemente. Esos antecedentes son los que han propiciado la eclosión que hoy, para regocijo de todos, vive la poesía producida en esta isla. Jorge Boccanera en Voces tatuadas (crónica de la poesía costarricense 1970-2004), asegura: “hace tiempo que esta poesía ha asumido propuestas de riesgo y procura un universo simbólico para dibujar un rostro propio” (2004. Ediciones Perro Azul, págs. 12-13; citado por el compilador). Resta saber hasta dónde alcanza ese “hace tiempo”.

A partir de esos antecedentes podríamos ubicar a los poetas que remozan el lenguaje poético/simbólico nuestro y allanan el camino a muchos jóvenes que, increíblemente, los desconocen y hasta los niegan. Por ello afirmar que Osvaldo Sauma es “(…) el poeta referencial de este nuevo rumbo poético, con un pie en la estética de Debravo y el otro en el futuro incierto de las nuevas estéticas venideras” (p.23) pasa por ignorar el pasado reciente o por un aserto más que audaz. Bástenos por ahora, aparte de los que señala el mismo Sauma en la entrevista final: Eunice Odio, Francisco Amighetti, Isaac Felipe Azofeifa, Virginia Grütter, Carlos Rafael Duverrán y Alfonso Chase (pp. 407-409), mencionar a Max Jiménez (1900-1947), Alfredo Sancho (1924-1990), Mario Picado (1928-1988) y, por supuesto a Jorge Debravo, parte aguas de la poesía autóctona. Y entre los contemporáneos a Mayra Jiménez (1939), Juan Antillón (1940), Helio Gallardo (1942), Mario Matarrita (1951), Rodolfo Dada (1952), David Maradiaga (1968-1995) y Jorge Arturo (1961-1910), entre otros.

Finalmente, es importante destacar las entrevistas realizadas a Mía Gallegos, Ana Istarú, Guillermo Fernández, Mauricio Molina y la del mismo Osvaldo Sauma (la de José María Zonta es para olvidar), puesto que nos ofrecen insumos notables para comprender los variados caminos que ha recorrido, recorre y recorrerá eso que hemos dado en llamar poesía costarricense.

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