Las mismas sillas de la antigua barbería van para el nuevo local. Ante ellas, Rónald Abarca, quien lleva 18 años de trabajar en la Rex. Fotos: David Bolaños
Cuando la barbería Rex fue abierta cien metros al este de la iglesia católica, el presidente en ejercicio era Mario Echandi, el deportivo Saprissa apenas llevaba diez años de haber sido fundado y en Costa Rica había 1,2 millones de habitantes. Uno de esos, Santiago Alcázar Fonseca, abrió la puerta de un local pequeño y angosto y la historia de la barbería Rex inició el 12 de octubre de 1959.
El sábado 30 de agosto, tras 54 años continuos en la misma ubicación –al costado oeste del antiguo Banco Anglo de San Pedro–, los tres barberos que atienden en la Rex alzaron sus pesadas sillas para montarlas en la cajuela de un pick-up, quitaron los espejos de las paredes y colgaron un letrero en la puerta: “Nos movimos 100 metros al este”.
El martes por la tarde, en el local nuevo, la barbería estaba otra vez viva, aunque todavía estaban por acabar los detalles de unos espejos. Norberto Alcázar de 64 años, hijo del fundador y dueño de la barbería, estaba preocupado por los niños que podían pegar con el filo: “El sábado quería terminar esto, pero estábamos cansados”.
Las mismas sillas de la antigua barbería van para el nuevo local. Ante ellas, Rónald Abarca, quien lleva 18 años de trabajar en la Rex. Fotos: David Bolaños
La barbería es un espacio familiar, donde lo mismo llega un abuelo o un niño (Erick Alcázar, nieto del fundador, ahora trabaja aquí mismo), un espacio masculino. No machista, no misógino, sino masculino. Un espacio donde hombres atienden a hombres sin que eso los haga más o menos machos.
Cien metros al este de su local original, la Rex está más iluminada y el talento natural para el desorden que tiene un barbero la decoró con esmero. Ante las tres sillas, esperan los dos Alcázar y Rónald Abarca –este con 18 años de mover tijeras–; de toda la barbería solo falta un elemento para revivir el espíritu de ese local nacido en 1959: el por qué del nombre. “Tendría que morirme e irle a preguntar a mi tata”, confiesa Norberto.