“Los jueces vieron cierta alegoría, un valor de exaltación inherente a la denuncia”, explicó David Bolaños.
David Bolaños es tímido y discreto. Habla bajito, pero sus fotografías vociferan una realidad que para muchos no corresponde a la idílica –y deforme− versión que imaginamos de nuestra “feliz” y “pacífica” Costa Rica.
Con su cámara, David se hundió hasta las raíces en un cafetal de Sarchí, ubicado detrás de su casa, conoció los secretos de la artesanía de réplicas de piezas precolombinas en su pueblo, pidió permiso para entrar en la vida cotidiana de los indígenas térrabas (borucas), en Buenos Aires de Puntarenas, y sudó la gota gorda en cañales en Bagaces y Santa Cruz, Guanacaste. Su objetivo fue capturar la expresión de los rostros, manos y cuerpos mientras se sacrifican en el ritual de la vida y el trabajo cotidiano.Las fotos, en primera instancia, fueron sus tareas para dos cursos de la carrera de Comunicación y Producción Audiovisual que estudia en la Universidad de Costa Rica. Pero luego, esa misma carpeta de imágenes, cargada de un balance perfecto entre compromiso, estética y talento, terminó entre las finalistas del concurso “Visionado FID”, convocado por primera vez en la 4ta edición del Festival Internacional de Diseño 2014 –celebrado la semana pasada−, en colaboración con Minus-Lab y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC).
La revisión de los portafolios artísticos fotográficos estuvo a cargo nada menos que de Spencer Tunick (EE.UU.), controvertido rey de los retratos de miles de personas desnudas en lugares públicos, Andrés Asturias (Guatemala), de la Revista RARA, y los costarricenses Roberto Guerrero, fotógrafo y artista, y María José Chavarría, curadora del MADC. La propuesta fue acogida como la única de carácter documental. David sesionó aproximadamente durante 20 minutos con los visionadores, lapso en el cual recibió sugerencias, comentarios constructivos y consejos para mejorar su abordaje creativo.
David actualmente labora en el Semanario UNIVERSIDAD, en calidad de horas asistente. De acuerdo con Ernesto Rivera, editor de investigación de este medio, Bolaños no tenía conciencia clara de su potencial y talento pero es innegable que su obra fotográfica tiene la doble virtud de la belleza y la denuncia social.