Dra. Olimpia López Avendaño: «Yo apuesto por el cambio»

La segunda entrevista de nuestra serie con las personas candidatas a la Rectoría de la Universidad de Costa Rica (UCR), le correspondió en la

La segunda entrevista de nuestra serie con las personas candidatas a la Rectoría de la Universidad de Costa Rica (UCR), le correspondió en la rifa realizada a la Dra. Olimpia  López Avendaño, integrante del Consejo Universitario, quien por más de tres horas conversó con periodistas de UNIVERSIDAD.


El grupo que apoya a Olimpia López Avendaño  presentó ante el  TEU el 19 de febrero los documentos para su inscripción como candidata.

«El cambio universitario tiene que ser ya, no lo podemos postergar y tiene que ser con un claro liderazgo participativo y humanizado», aseguró la Dra. Olimpia  López Avendaño, quien se define a sí misma como  «freiriana» (seguidora de Paulo Freire) en cuanto a la defensa del diálogo, de pensamiento bolivariano y socialdemócrata.

Agrega que es urgente revitalizar los espacios  de foro que se han perdido en la UCR y propone una Universidad comprometida  con el desarrollo, más  volcada  con los sectores nacionales, humanizada a lo interno y lo externo, que se moderniza, se flexibiliza y da respuestas. Una Universidad con visión regional, colocada en las diversas regiones del país.

El siguiente es un extracto de la conversación sostenida durante tres horas con la Directora del Semanario Universidad Laura Martínez Quesada, la jefa de redacción Ana Incer Arias, Lisbeth Huertas Jiménez, quien la transcribió y editó, y los redactores Javier Córdoba Morales y Alonso Mata Blanco.

La Universidad  perdió en los 90 el  liderazgo que tuvo durante mucho tiempo. ¿A qué atribuye esa pérdida? ¿Cómo lo retomaría de llegar  a la Rectoría?

– Yo comparto eso plenamente. Creo que la Universidad  se vio inmersa en la década de los 90  en un proceso que no es solo nacional sino latinoameriano, donde  predominaron las ideas neoliberales y se pensó en debilitar  lo público para dar preeminencia a lo privado. Es la década en la que tenemos que pelear presupuesto ante el Ministro de Hacienda, don Telmo Vargas, en la calle, donde se cuestionaba a las universidades sobre sus producciones y se decía que no había un buen manejo de los recursos. La universidad pública dejó de ser ese derecho fundamental en el que el país ponía la atención para buscar orientaciones y soluciones a los problemas nacionales. A lo interno empezamos a desgastarnos en la búsqueda de recursos, en la sobrevivencia en el marco de la escasez presupuestaria y  a entrar en una serie de cambios que incluyen las instancia paralelas para la generación de recursos propios. Esto trajo consecuencias ideológicas porque determinó la forma de relacionarnos, nos hicimos más individualistas y replegados en nuestro quehacer y el debate interno empezó a morir.

En este momento, uno de los grandes problemas de esta Universidad es que el debate interno está casi ausente, todos los espacios colegiados están debilitados, hay acciones aisladas de facultades que intentan debatir algunos problemas nacionales, pero no es la Universidad articulada examinando esos problemas. Si a lo interno no somos capaces de articular el pensamiento  universitario y entrar en discusión y debate sobre los problemas álgidos, ¿cómo la comunidad nacional podría poner los ojos en nosotros como la Institución líder que va a marcar orientaciones  y a ser, como dice el Estatuto Orgánico, la conciencia lúcida de la patria?

Creo que para retomar ese liderazgo tenemos que hacer una transformación muy profunda de nuestra organización, nuestro funcionamiento y una relectura de sus principios estatutarios, porque también el contexto histórico ha cambiado.

Estamos en el inicio del siglo XXI con unos retos distintos a los del pasado. El mismo Banco Mundial  cambió su perspectiva y empezó a darse cuenta de que la educación superior era necesaria para el desarrollo. Ahora se reconoce que en una sociedad del conocimiento  las universidades son la herramienta fundamental de un país. La Universidad se volvió eje trascendental del desarrollo, pero tiene  que recuperarse de una década en que entró en contradicciones y debilitamientos de su infraestructura, de sus  recursos humanos y de todo tipo.

No era lo mismo ser conciencia lúcida de la patria en los 70 (cuando  se escribió  este) que ahora, porque las orientaciones y los aportes para darle a nuestro país son de otra naturaleza.

¿DE CUÁL NATURALEZA?

– Nos encontramos en un proceso de cambio radical, pragmático  en la forma de ver el mundo, de ver la realidad, abordarla e investigarla. En los noventa estuvimos marcados por un paradigma  de la modernidad muy racional, donde predominaba el pensamiento objetivo y creíamos que la razón  era el elemento fundamental del accionar y del conocimiento humano; pero a inicios de este siglo vemos que la subjetividad humana debe jugar un papel trascendental en la adquisición de conocimiento. Entonces, estamos en un proceso de ruptura paradigmática desde todo punto de vista. Para abordar los procesos investigativos, por ejemplo,   requerimos no solo de los modelos cuantitativistas, de corte positivista,  sino también de metodologías de tipo cualitativo donde lo que el ser humano siente, piensa y percibe  desempeña un papel fundamental en las transformaciones, si hablamos de ciencias sociales.

Ante esta ruptura paradigmática la Universidad también tiene que releerse, porque ya  las funciones sustantivas no las abordaremos de la misma manera. La docencia no puede ser ya la tradicional, debe ser más horizontal y con nuevos mecanismos de comunicación e impartirse en una aula enriquecida y donde también se contemplen las inteligencias múltiples. Otro reto es que  ahora tenemos estudiantes que son producto de las nuevas tecnologías, ya no es la juventud de la pizarra  y la tiza.

Pero para hacer eso se requieren diversas transformaciones en la Institución, pues ahora estamos muy atomizados.

Uno de estos cambios es revitalizar los foros y espacios colegiados de discusión y análisis. La Asamblea Colegiada no ha vuelto a convertirse en foro desde hace muchos años y las asambleas de escuela han ido convirtiéndose en administrativistas. No puede surgir ninguna reflexión profunda de nuestra Institución con el tipo de funcionamiento y de relación que tenemos ahora.  Inclusive  tenemos un clima organizacional tremendamente debilitado,  de relaciones interpersonales bastante negativas, que tampoco favorecen ese diálogo.  Hasta nuestras sodas dejaron ser  espacios de tertulia.

¿USTED COMO MIEMBRA DEL CONSEJO UNIVERSITARIO SIENTE QUE ESTE HA CAÍDO EN LO MISMO?

– Siento que el Consejo a lo largo del tiempo empezó también a concentrarse en los problemas que en ese momento eran vitales como la venta de servicios.

En mi periodo como directora incluí un eje para repensar nuestra Universidad como instancia pública y volver a redefinir nuestro camino y nuestra acción, porque en esa búsqueda para la sobrevivencia el énfasis se fue hacia ciertas áreas que nos hizo abandonar otras y ahora hay que volver a retomar aspectos que se debilitaron en los 90.

¿CÓMO REACTIVAR LA PARTICIPACIÓN ESTUDIANTIL EN LA DISCUSIÓN Y ANÁLISIS DE LA PROBLEMÁTICA NACIONAL?

– En ese contexto de los 90 el profesorado cambió su estructura y composición. Para empezar, un porcentaje importante es interino, lo que significa que debe salir corriendo a otros espacios laborales y no hay tiempo para la reflexión  ni el pensamiento crítico; por ello la enseñanza se limitó a la transmisión del conocimiento mínimo.  Ese modelo de enseñanza debe cambiar, pero también las condiciones del profesorado.

Creo en un movimiento estudiantil muy independiente, no creo que deba ser orientado por los profesores, tiene que surgir del mismo estudiantado, lo que podemos hacer es crear condiciones para que surja.

¿POR QUÉ HA LLEGADO A ESTA SITUACIÓN LA UCR?

– Porque se dio un estilo de gestión no bien pensado, basado en la inmediatez y sin visión de hacia dónde íbamos. Para solucionar esto yo planteo la planificación estratégica (entendiéndola como integral y a largo plazo) para saber por dónde va esa unidad académica y qué recursos requiere. La Institución debe tener claro cómo va a desarrollar el talento organizacional con procesos claros de reclutamiento y formas de enriquecer la formación de este.

Respecto al proceso de admisión, hay gente que piensa que el examen  de la UCR está dirigido a una población muy concreta en el Valle Central. Eso deja a la gran cantidad de estudiantes de las regiones sin acceso a la educación superior pública. ¿Cómo garantizarles este?

– Hay que democratizar la educación en la UCR como principio, pero abordarlo desde diferentes ángulos. Primero  tenemos que ver el sistema educativo como un sistema integrado. Debemos integrarnos con la enseñanza media  porque  si no contribuimos ahí,  no podríamos lograr que ciertos sectores tengan la expectativa de  llegar a la UCR. Es más, muchas personas talentosas ni siquiera hacen la prueba de admisión. Hay que fortalecer los programas de orientación vocacional y las relaciones con los colegios de secundaria, así como el sistema de becas para  personas de escasos recursos, las bibliotecas  y los servicios complementarios. Además, urge revisar el modelo de admisión como un todo porque la discriminación mayor está  en el uso de la nota  de la secundaria que tiene un sesgo.

¿PODRÍA PENSARSE EN UN PROCESO REGIONALIZADO QUE PERMITA A LA UNIVERSIDAD DEJAR DE ESTAR CENTRALIZADA EN SAN JOSÉ Y TENER MÁS PRESENCIA EN LAS REGIONES?

– A eso hay que darle mucho pensamiento. A lo único que me comprometo en este momento es a un análisis global del modelo de admisión con un equipo ampliamente participativo, puridisciplinario, porque cuando uno piensa en instrumento por regiones, al mismo tiempo crea desigualdades.

¿ CUÁL ES SU CRITERIO SOBRE LA REGIONALIZACIÓN?

– Tenemos un enorme potencial en las sedes regionales, pero la sede Rodrigo Facio les ha impedido el crecimiento en muchas cosas, por ejemplo en el número de carreras.

Pienso en una Universidad colocada en las diversas regiones, y no en una sede impidiéndole a otra su desarrollo, sino en un plano de igualdad. Ya para eso el Consejo Universitario ha formulado políticas, solo resta ejecutarlas. Debemos cambiar la cultura organizacional en cuanto a la forma como vemos a las sedes regionales, para tenerlas no como  subordinadas de segunda categoría, sino como espacios de primera donde vamos a darle un mejor servicio al país.

Varios sectores creen que la UCR es elitista pues buena parte de su población proviene de colegios privados. No se puede tratar lo desigual como igual; en los privados se les ofrece capacitación para realizar el examen o pagan cursos particulares, y no así en los públicos y menos en las regiones.

– Ustedes tienen razón en  cuanto a que hay que revisar la prueba, pero más que esta, es todo el modelo  de admisión. Yo no la llamaría elitista, pero tiene una tendencia hacia estudiantes de clase media y media baja, hay un sector más humilde que se queda afuera y está en las privadas, las que les garantiza rápido acceso y hasta les ofrece préstamos.

¿Cómo resolver el problema de la burocracia universitaria?

– No hay duda de que la modernización administrativa es uno de los retos fundamentales de la Institución, en el marco de una clara visión universitaria, la cual pasa por incorporar plataformas  tecnológicas, hacer un proceso de cambio de cultura organizacional para  exigir una actitud de servicio al cliente  y de resultados de calidad, lo cual yo realizaría mediante un programa de gestión integral de calidad.

¿ La UNA va delante de la UCR en estos cambios?

-La UNA comenzó un proceso de autoevaluación y de transformación hace muchos años asesorados por los holandeses, con una mujer -Rose Marie Ruiz- con un liderazgo y un plan definido dispuesta a cambiar.  La UCR cree que seguirá siendo la mejor universidad porque la gente nos favorece con su buen criterio y porque los competidores que tenemos en el sector privado no son de la misma talla. Pero sabemos que ya no es tan cierto, debemos hacer transformaciones radicales. En la UCR  hay sectores  muy conservadores  de  política académica  y cuando se habla  de cambio y transformación se unen en contra. Por ejemplo, mi propuesta en el VI Congreso -realizado el año pasado- fue muy atacada; el aparato administrativo, el equipo de las vicerrectorías  y el de la administración universitaria académica se opusieron a las propuestas que planteaban cambios. Aquí para cambiar hay que luchar con mucha gana y estar muy clara.

¿Defenderá el pueblo de Costa Rica a la UCR como lo hizo en los 90, después de que ha rechazado a tantos de sus hijos e hijas a la entrada de sus puertas?

– Uno de los grandes retos para las universidades públicas latinoamericanas, según la UNESCO, es mantener su legitimidad  ante el sector que la sostiene y fortalecer su democratización. En este momento el pueblo  todavía  tiene un criterio excelente de esta Universidad porque  es sólida en investigación y en docencia y sus profesionales son todavía los mejores. Eso está en el ideario del pueblo, pienso que nos defenderían todavía, pero no por mucho tiempo. Si no hacemos los cambios que nos corresponden y elegimos a la Rectoría a la persona  con el liderazgo y la visión apropiados,  en cuatro u ocho años no seríamos capaces de seguir soportando una institución que camina en forma lenta.

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