Hace 10 mil años el mundo estaba en la época glacial, el clima era frío y seco incluso en Costa Rica, donde el Chirripó estaba cubierto de nieve.
El Valle Central, donde ahora vive casi la mitad de la población costarricense, era una inmensa sabana arbolada, con pastizales como los que sobreviven en algunas partes de África. No habían bosques y los seres humanos todavía no habían llegado.
En ese paisaje, que no es tan antiguo como el de los dinosaurios que vivieron hace 60 millones de años, se desarrolló una forma de vida que consistía en megafauna o animales gigantes.
En el sitio donde está San José, caminaban perezosos de cinco metros de altura, osos hormigueros gigantes, mastodontes, bisontes y mamuts.
También los caballos y camellos corrían por las sabanas y unos cuantos tigres dientes de sable esperaban por su presa, pues la mayoría de los grandes mamíferos eran hervívoros.
Pero dos mil años después, hace 8 mil años aproximadamente, el clima cambió por causas tectónicas y del comportamiento del océano; el ambiente se calentó y acabó la época glacial. Los bosques surgieron y acabaron con la comida de los grandes mamíferos que al mismo tiempo empezaron a ser cazados por los primeros humanos que habitaron en Centroamérica.
Pero algunos vestigios de aquel tiempo se conservaron fosilizados en las tierras costarricenses y ahora podrán ser apreciados por el público. Los restos son estudiados en el Departamento de Historia Natural del Museo Nacional.En estas colecciones, especialmente las de geología, se conservan muestras que datan de hace miles o millones de años, resguardadas del ambiente, de los hongos y de los coleccionistas privados.
VIDA ANTIGUA
Ana Lucía Valerio Zamora es la encargada de la sección de geología del departamento y César Laurito Mora, paleontólogo del Instituto Nacional de Aprendizaje, colabora con las investigaciones.
El departamento existe desde la apertura del Museo Nacional en 1887 y dentro de las colecciones está el Herbario Nacional, la sección de geología y la de zoología.
La de geología a su vez tiene colecciones de rocas minerales, fósiles de vertebrados e invertebrados y otra con materiales educativos. Sin embargo casi nunca realiza exposiciones por falta de espacio en el museo.
Según explicó Laurito, en Costa Rica hay menos investigaciones paleontológicas que en el resto de Centroamérica y se requiere de grandes esfuerzos económicos y de formación para realizar los estudios.
Para el especialista la clave de la historia del istmo centroamericano y de su biodiversidad no solo está en el presente, sino que se manifiesta a través de los fósiles. Explicó que toda la gama de vida actual proviene de lo que vivió hace mucho tiempo y que todavía no se ha descubierto en la totalidad.
Para ambos expertos, en Costa Rica no es tan fácil estudiar los fósiles porque hay pocas personas dedicadas a este trabajo y cada especie detectada hay que estudiarla minuciosamente y compararla con otras que hayan sido documentadas previamente.
EL GIGANTE DE ALAJUELA
En 1934 el profesor Alberto Brenes descubrió en San Ramón de Alajuela los restos de un animal gigante, llamado por su nombre científico Eremotherium laurillardi.
Los fósiles de estos huesos se guardaron en el Museo Nacional, pero el material desapareció hasta que recientemente se descubrieron varios restos del animal, gracias a la investigación dirigida por Valerio.
El Eremotherium, mejor conocido como perezoso gigante, era un animal de unos 5 metros de altura aproximadamente, muy robusto y con largo pelaje. Todos esos detalles se pueden conocer ahora gracias a unos fósiles que se encontraron congelados y bien conservados en un lugar de la Patagonia, explicó el paleontólogo.
El museo pondrá en exposición a partir del 27 de junio los huesos del talón del perezoso, los cuales miden casi un metro de largo; este también fue expuesto en el reciente Congreso Nacional de Geología que organizó la UCR.
Pero el perezoso no estaba solo, en ese mismo lugar se encontraron lo restos de un toxodonte, y un animal parecido al hipopótamo, ambas especies características de la época del Pleistoceno Superior, hace aproximadamente 10 mil años.
Otra de las más recientes investigaciones presentada en el congreso, corresponde a los huesos de un mastodonte hallados en Tibás en 1995. Por la forma de los dientes los científicos presumen que se trata de un Cuvieronius, de la misma época que los anteriores.
En Costa Rica se produce actualmente el 80 % de la investigación científica de Centroamérica, explicó Laurito, pero no existe la cultura de la preservación, pues muchos descubrimientos importantes se han perdido por descuido o porque coleccionistas privados se adueñan de ellos e impiden que los científicos puedan estudiarlos.
Aunque los suelos del trópico sean muy ácidos como para conservar los fósiles, algunas muestras se mantienen y es una misión del Departamento de Historia Natural conservarlas. «Es cuestión de tiempo, en 200 años podríamos tener un buen registro», agregó Laurito.
Mientras , ir al Museo Nacional para ver el talón de este perezoso gigante es la mejor manera de imaginar como fue la vida en Costa Rica hace más de 10 mil años, cuando ellos caminaban donde nosotros vivimos ahora.
