Franklin Chang: “Costa Rica necesita un ‘overjol”

Para el astronauta Franklin Chang, “somos un país, hasta cierto punto, víctimas de nuestra propia democracia”. Construyó su primer cohete de pólvora en el

Para el astronauta Franklin Chang, “somos un país, hasta cierto punto, víctimas de nuestra propia democracia”.

Construyó su primer cohete de pólvora en el colegio −comandado por un ratón asustado con un pequeño casco− y ahora desarrolla un motor de plasma, sacado de algún capítulo de la vieja serie televisiva Star Trek, para llegar a Marte.

Quizás habría estudiado en la Universidad de Costa Rica (UCR), de no ser porque nueve meses después de graduarse en el colegio La Salle sus padres lo enviaron a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Connecticut. El resto es historia: más de 1600 horas en el espacio, siete vuelos espaciales y un tiquete al salón de la fama de la NASA.

El pasado lunes 26 de agosto la UCR le otorgó su máxima distinción, el doctor honoris causa, por su labor como investigador, científico y ciudadano.

A continuación, se ofrece una entrevista resumida que UNIVERSIDAD le realizó a Chang en la sede de su empresa, Ad Astra Rocket, en Liberia.


Usted es receptor de tres doctorados honoris causa, ahora la Universidad de Costa Rica ha decidido otorgarle esta condecoración. ¿Este premio tiene para usted un significado particular?

—Obviamente, la UCR es la universidad con más tradición en el país, es la primera universidad del país. Para mí, es extraordinario ser reconocido por la máxima institución académica de Costa Rica.

¿Cómo lograr que las universidades costarricenses tengan una mejor inserción en campos como la ciencia y la tecnología?

—Desarrollar el trabajo en equipo es muy importante. En Costa Rica estamos muy acostumbrados al individualismo y el desarrollo personal y no a los trabajos colaborativos. Nos falta aprender a compartir los laureles y las derrotas. Llega un momento en que la competencia debe dar paso a la colaboración.

Hay quienes quieren universidades que solo respondan a mercados laborales y a la formación de tecnócratas, ¿es peligrosa esta visión que evade el desarrollo humanista de los estudiantes?

—Es muy peligroso: tendríamos una población llena de autómatas y de robots, personas que no podrán pensar fuera del cajón. La sociedad está completamente interconectada, estamos muy afectados por aspectos sociales y financieros. Si no hay plata, no hay investigación y si no hay investigación, no hay desarrollo. Tenemos que entender todas estas dimensiones.

¿Cómo se ha reflejado la persistencia como un valor en su vida?

—Ha sido un factor crucial, quizás el más importante de todos. Nunca fui una persona brillante, ni el primero de la clase ni el último. Fui, básicamente, el alumno promedio, pero siempre he sido muy testarudo. Eso quizás es lo que más me ha ayudado a lograr mis objetivos. Eso lo uso para decirle a la juventud que si yo lo hago, realmente lo puede hacer cualquiera.

Nuestros sistemas de admisión no se han enfocado tanto en esa parte de la persistencia, sino más bien sobre las posibilidades de las personas para acceder a una educación de calidad. ¿Cree que son lo suficientemente justos?

—A veces estos exámenes masivos, estas cosas tan voluminosas no valen la pena. Las personas aprenden a poquitos y es mejor hacer un examen de una cosa pequeña, de algo específico y lograr que se aprenda eso y luego moverse a un siguiente nivel, que hacer cosas muy grandes donde uno se descalabra porque no durmió bien o porque tuvo algún problema. Eso tiene que evitarse.

 

Buscando velas más grandes.


Usted, en algún momento, utilizó la metáfora de que Costa Rica era un barco con muchos agujeros que pocos se empeñan en reparar. Las velas también deciden el rumbo por el que se pueden generar esos agujeros. ¿Hemos elegido bien esas velas?

−Este es un mar diferente y el barco es, básicamente, el mismo, pero no le hemos dado mantenimiento. Este barco necesita un “overjol”, no un mantenimiento pequeño ni parches. Tal vez hay que cambiar las velas por unas más grandes. Tal vez hay que hacer el casco un poco más estilizado, para que vaya más rápido.

No veo que estemos poniendo atención a nuestros problemas, me preocupa mucho esa parte del país. Costa Rica se ha deslizado a la mediocridad poco a poco y, como ha sido tan lento, es difícil notarlo. Nos acostumbramos a que las cosas no funcionen y todos los días lidiamos con inconvenientes y problemas. El sistema está cada vez más deteriorado.

¿Nos hemos dejado llevar por la inercia?

—Nos hemos dejado llevar por la buena vida, porque nuestros antepasados sí se tomaron el trabajo de acomodar y enrumbar al país en unas líneas muy específicas. Crearon instituciones muy fuertes que nos dieron un impulso; eso ya llegó al final; ahora tenemos que hacer un cambio bastante grande. Esto va a ser difícil, porque es un paciente que ha estado enfermo por mucho rato… Ya no podemos darle aspirinas.

¿Vivimos en un sueño de  glorias pasadas?

−Estamos aletargados; despiertos, pero con letargo. Nos cuesta encontrar la dirección correcta. Somos un país, hasta cierto punto, víctimas de nuestra propia democracia. Nuestro país ha elevado la democracia a un nivel altísimo y extraordinariamente sofisticado, pero eso ha creado una situación de ineficiencia y de entropía. Eso hace difícil que podamos hacer cambios.

¿Es obsoleta la forma en que estamos utilizando nuestro sistema democrático?

—Los conceptos democráticos son los mismos y hay que mantener eso. Sin embargo, es como tener Windows 1.2 y necesitar instalar Windows 8. Eso nos ha pasado con la platina, con la trocha, con el TLC…

Usted sabe que este gobierno ha sido muy criticado y calificado negativamente por muchos costarricenses. ¿Considera positiva la gestión de este Gobierno?

—El Gobierno somos nosotros; a veces uno le echa la culpa a estas personas, pero realmente ellos reflejan nuestra voluntad. Nosotros los pusimos ahí. Todas esas personas están porque nosotros, los ciudadanos, los pusimos ahí.

¿Fallaron los ciudadanos en esa decisión?

—Creo que fallamos en tomar ciertas decisiones. Incluso el método que estamos usando para poner a estas personas al mando de estas instituciones es, tal vez, obsoleto. Hoy en día es muy diferente y tenemos que aprender a adaptarnos.

Usted ha leído mucho acerca del político estadounidense Tip O´Neill; él decía que “toda política que no es local no es realmente política”. ¿Cómo se debe trabajar para trascender buscando ese enfoque?

−Evitar la centralización. En Costa Rica estamos muy centralizados; este es un país tan pequeño que no tiene porqué estar centralizado. Hay algo que no está funcionando bien: tenemos un sistema concentrado en el Valle Central, todas las decisiones se toman ahí. Las entidades gubernamentales de aquí están esperando una respuesta del gobierno central que nunca llega, porque está completamente enredado. Tenemos que lograr que las comunidades tengan un cierto nivel de autosuficiencia, no solamente en la parte administrativa de las municipalidades, sino en la parte financiera.

Dentro de las rutas que ha navegado este barco, que es Costa Rica, usted antes mencionó algunos errores, entre ellos el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos de América (EUA). En el 2007, usted señaló que ese tratado parecía a conectar una manguera a un hidrante: había que desarrollar una serie de válvulas para que la manguera no explotara. ¿Ha resuelto el TLC los problemas que muchos plantearon que solucionaría en Costa Rica?

−No ha sido lo que uno se imaginaba, pero no es por el TLC per se, sino porque la manguera no está condicionada para absorber ese caudal. El hidrante, realmente, no sabe nada de TLC: es un potencial de beneficio, pero nuestras instituciones e infraestructura todavía no están adecuadas para poder utilizar todas las capacidades. Creo que en el área de telecomunicaciones hemos mejorado un poco —los teléfonos son más baratos, y el servicio es un poco mejor— y eso a mí me agrada mucho. Pero esto está lleno de fugas y, definitivamente, tenemos que arreglar la manguera.

¿Cómo observó, en su momento, la decisión de la Corte Interamericana de Justicia, cuando ordenó a Costa Rica legalizar la Fecundación In Vitro? ¿Cómo contempla las medidas que está desarrollando el Estado al respecto?

−¿Tiene algo de malo que exista Fecundación In Vitro? No veo nada malo, está perfecto. No tengo ningún problema con eso y no veo nada que sea problemático, porque, después de todo, la fecundación es una decisión humana y si lo hacemos en una mujer o en un platito, es una decisión humana, que conlleva todas las responsabilidades.

¿Ha asumido la Iglesia Católica roles que le corresponden? ¿Se ha sobrepasado en su participación en ciertos temas?

−En Costa Rica, la tradición católica es muy fuerte; yo crecí en esa tradición. Siempre he pensado que un niño debe tener una crianza con algún tipo de religión, cualquiera que valore la ética y haga las cosas por el bien, que permita que distingan el bien y el mal.

Soy de la opinión de que es muy importante mantener una separación entre la Iglesia y el Estado. Lo que ocurre en países donde la religión está totalmente arraigada a las actividades humanas, es demasiado. Prefiero mantener las cosas separadas, como en EUA, donde todas las religiones son permitidas, no hay ninguna religión oficial y donde el que quiere practicar su religión lo pueda hacer.

Franklin: el hombre tras el casco de astronauta


¿Qué compromiso significa para usted ser Franklin Chang?

−Es una gran responsabilidad; no fue parte de mi plan. Nunca me imaginé que al convertirme en astronauta iba a ser un personaje público, con una responsabilidad de tener una vida bastante ejemplar. Me preocupo mucho por eso; trato de hacerlo lo mejor que puedo; no quiere decir que sea perfecto. Uno trata de seguir ese modelo.

¿Y ha llegado a cansarse por toda esa responsabilidad?

−Sí. Sí llega a cansar. En ciertos momentos, uno quisiera tener su privacidad. A veces añoro estar solo en mi casa, con mi familia y con mi esposa. Mi casa es el único lugar donde me puedo refugiar. No lo digo en una forma negativa, porque la forma en que la gente me saluda y se comunica conmigo es algo que me llena de orgullo y de felicidad, especialmente los niños. Pero, llega un momento en que hay que cargar baterías.

Si usted fuera un personaje de alguna novela, película o serie, ¿quién querría ser?

−Bueno, soy. Soy un gran admirador de la serie de televisión Star Trek y me identifico bastante con el capitán. Es de esperarse, pero tengo otros aspectos que no son exactamente el carácter de Jean-Luc Picard, sino más emotivo. Él es un poco más seco, más frío. Yo soy una persona bastante emotiva cuando hay que serlo; cuando uno requiere estar bastante centrado y calmado, también lo soy.

¿Y es como el señor Spock, capaz de entregarse por el bienestar de las mayorías?

−Sí. Eso es. Mi pasión es esa: poder aportar algo que le ayude a todo mundo; es algo que me mueve bastante.

¿Utilizaría el capitán un motor como el que usted está desarrollando?

−Efectivamente. No lo utilizaría: lo usa. El motor del Enterprise es un motor de plasma, son dos motores. Son de plasma y utilizan básicamente el mismo concepto del VASIMR; los motores que usan para ir a velocidades super luminarias son motores de antimateria y todavía no los hemos inventado (risas). En algún momento vamos a entrarle a eso.

¿En qué etapa del proyecto se mantiene Ad Astra? ¿Cuáles son sus más recientes logros?

−El motor ya funciona, lo hemos disparado más de 10 000 veces, pero este es un motor que uno enciende y apaga; es como que usted se suba a su carro, encienda el motor y lo tenga encendido por unos cuantos minutos y lo apaga. Y lo apaga porque necesita un radiador, que bote el calor; cuando el calor se acumula en el motor tiene que llevar un fluido que enfríe el motor y absorba todo el exceso de calor. ¿Por qué no lo habíamos hecho? Porque es importante saber que el motor enciende y funciona bien, antes de ponernos a trabajar en el desarrollo del radiador, porque no es una cosa tan difícil. Es algo relativamente simple.

¿Teme que en un futuro este tipo de trabajo llegue a ser utilizado con fines militares?

−El uso de las cosas militares es una decisión del ser humano; esa no es la razón por la cual estamos trabajando. La tecnología hasta cierto punto es ciega: es el ser humano quien decide usarla para bien o mal. La energía nuclear se puede usar para matar gente o para alimentar hogares con electricidad.

Fotografías: David Bolaños.

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