La Embajadora de Francia, Nicole Tramond, impuso al Dr. Gabriel Macaya la medalla que lo distingue como Oficial de la Orden de la Legión de Honor.
El Dr. Gabriel Macaya, Rector de la Universidad de Costa Rica, fue nombrado por parte del gobierno de Francia, Oficial de la Orden de la Legión de Honor, máxima distinción que otorga esa nación a un extranjero.
Durante el homenaje Nicole Tramond, Embajadora de Francia en Costa Rica, manifestó que su país le rinde este honor al Dr. Macaya, por su aporte al desarrollo de las relaciones entre ambas naciones. Asimismo, por el compromiso que asumió desde sus años de estudiante en Francia, donde obtuvo su Doctorado en Biología Molecular, para promover programas de cooperación, acuerdos internacionales, visitas de personalidades, coloquios, seminarios y conferencias, lo cual ha hecho que el intercambio entre ambos países sea nutrido y fructífero.
La Orden de la Legión de Honor fue creada por Napoleón Bonaparte -cuando fungía como Cónsul y aún no había sido nombrado Emperador- el 19 de mayo de 1802- y con ella se ha rendido homenaje durante dos siglos a civiles y militares, a hombres de arte y de ciencia, a grandes servidores del Estado y a apóstoles del progreso.
En este sentido la Embajadora añadió que es muy significativo que justo durante la celebración del bicentenario de esa orden, se reconozca la trayectoria del Dr. Macaya, por el importante papel que juega en la vida pública, intelectual y cultural de Costa Rica.
El primer costarricense que fue distinguido con la Orden de la Legión de Honor fue el Dr. José María Castro Madriz -poco después de dejar la Presidencia de la República-, el 8 de octubre de 1850, en París, quien fue admirador de Francia y arquitecto del inicio de relaciones diplomáticas entre Costa Rica y ese país europeo.
La han recibido además personalidades nacionales como Enrique Macaya -padre del homenajeado-, Rodrigo Madrigal Nieto, Alvar Antillón, Gonzalo Facio, Bernd Niehaus y Rafael Angel Calderón Fournier.
En esta oportunidad, el Dr. Gabriel Macaya, se confesó francófilo, pues no solamente fue educado en una tradición cultural francesa por influencia paterna, sino que posteriormente durante sus estudios de posgrado, tuvo la oportunidad de vivir siete años en un país donde la diversidad cultural es una fortaleza y donde se formó, más allá de lo científico, en música, pintura, literatura y política.
Manifestó que al recibir esta orden reafirma su compromiso con la cultura francesa, sus tradiciones y los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que pregona la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada el 26 de agosto de 1789, tras la Revolución Francesa.
