Las residencias estudiantiles del Recinto de la UCR en Tacares de Grecia son un ejemplo de autogestión y solidaridad.
Es la hora de tomar café y en las residencias del Recinto de Tacares de la Universidad de Costa Rica (UCR), en el cantón de Grecia, una estudiante sale a comprar leche y dos chicas preparan un chocolate caliente, mientras otros estudian en sus habitaciones.
Las puertas están abiertas, las computadoras sobre la mesa o las camas; los estudiantes van y vienen del Recinto que está ubicado exactamente al frente de los dos edificios de residencias estudiantiles inaugurados en el 2011, donde habitan 32 jóvenes.
César Rodríguez, encargado de Vida Estudiantil del Recinto, está convencido de que estas residencias son únicas, porque cuentan con infraestructura, equipamiento y una forma de organización que las diferencian de otras instalaciones de la UCR y por eso las han bautizado como “residencias modelo”.
En cada edificio hay 8 apartamentos equipados con el menaje y electrodomésticos para la comodidad de sus residentes, cuyo costo fue de ¢20 millones. Cada apartamento dispone de dos habitaciones, compartidas por dos estudiantes. Allí las camas son de madera fina traídas desde Palmares, una zona reconocida por la calidad de los muebles que allí se fabrican.
En la salita hay una computadora de escritorio y un televisor pantalla plana de 32”, que recientemente fue sustituido. En el anexo está la cocina equipada con refrigeradora, cocina, alacena y todos los utensilios para cocinar, como cucharas, ollas y vajilla.
Rodríguez explicó que en la mayoría de residencias no se ofrecen todos esos artefactos eléctricos y utensilios de cocina; sin embargo, aquí se decidió invertir en esas facilidades y los estudiantes han correspondido cuidándolas. A ellos se les brinda una inducción para el uso de los aparatos eléctricos, especialmente a aquellas personas que no los tienen en sus casas.
Las residencias tienen conexión de Internet inalámbrica en todas las habitaciones y un área común de lavandería y secado.
LA CONVIVENCIA
Aunque existe un reglamento bien definido, las normas de convivencia se acuerdan entre los habitantes de cada apartamento al inicio del semestre. Ellos definen a quién le toca sacar la basura, hacer el aseo o cocinar cada día de la semana.
“De 10 a 10” es una de las reglas más importantes que los residentes conocen y respetan. Esta norma consiste en que antes de las 10 de la mañana y después de las 10 de la noche, nadie puede hacer ruido para no interrumpir el descanso de los demás, según explicó la estudiante de Turismo Ecológico Paola Calderón.
Paola es una de las residentes más antiguas. Ella ingresó en el 2009, cuando sólo residían 14 personas y las habitaciones aún se ubicaban dentro de las instalaciones del Recinto. Recuerda que en ese momento los espacios eran muy reducidos y las áreas comunes como sala y cocina eran compartidas entre todos los residentes.
Calderón valora la experiencia de compartir con personas de otras carreras y otros lugares, como Pérez Zeledón, Esparza y San Vito de Coto Brus, porque le ha ayudado a madurar y a ser más tolerante. “Para mí es una de las mejores experiencias que he tenido; siento que aquí el ambiente es muy lindo, muy familiar”, comentó.
Las relaciones aquí se basan en los principios de solidaridad, autogestión y responsabilidad, según detalló el exdirector del Recinto, Eval Araya, quien impulsó muchos de los cambios que hoy caracterizan este espacio. Para él es importante darles a los estudiantes la confianza y esperar lo mejor de ellos y ellas.
Esta última modalidad es inclusiva y está disponible para las parejas tanto heterosexuales como homosexuales que lo soliciten. Para optar por una habitación mixta, ellos deben cumplir con ciertas condiciones, entre ellas: mantener el récord académico y asistir a un programa de salud reproductiva.
En el caso de los estudiantes del Recinto que provienen de zonas alejadas y no logran un cupo en las residencias, se les otorga el beneficio de reubicación geográfica, que consiste en ¢63.504 para que puedan alquilar un lugar; hay 132 estudiantes que se encuentran en esta condición.
Como parte del plan maestro de desarrollo del Recinto de Grecia, se planea para el año 2015 la construcción de un edificio de residencias propias, con capacidad para 50 o 60 personas.