Sistemas agroforestales propician biodiversidad

UCR utiliza microorganismos para mejorar producción de cedro

Cuando el cedro está aserrado, la pulgada maderera tica tiene un precio de ¢698.

Un proyecto desarrollado por la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica utiliza la relación entre el cedro y los microorganismos que viven en sus raíces para garantizar la supervivencia del espécimen y luego llevarlo al campo.

El cedro amargo es una especie forestal de crecimiento lento presente en los bosques tropicales caducifolios –que pierden sus hojas en algunas épocas del año– y es considerado por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza como una especie vulnerable.

El cedro es de alto interés comercial debido a la alta calidad de su madera; sin embargo, ese no es el único valor del cedro; también se desenvuelve muy bien en sistemas agroforestales y puede usarse en sistemas de recuperación de zonas boscosas, ya que permite la repoblación vegetal de un terreno. De hecho, en Costa Rica se le da prioridad a la siembra de cedro en función de reforestar y conservar más que de explotar su madera.

Simbiosis

Algunos de los trabajos de Laura Solís, la biotecnóloga a cargo del proyecto, incluyen la recolección y aislamiento de cepas de microorganismos presentes en el cedro en estado natural, para tener certeza de que benefician a la especie.

¿Qué es un sistema agroforestal?

Un sistema agroforestal es aquel que utiliza un mismo terreno para la agricultura y están presentes algunos tipos de árboles que favorecen el crecimiento de los cultivos y permite un uso del suelo más productivo, diverso, saludable y sostenible. Puede que en ellos también haya pastos y ganado.

Para el desarrollo de estos sistemas, es vital que las especies de árboles no sean competitivas entre sí, pues agotarían los recursos para los cultivos (sean los nutrientes del suelo o el agua).

La guía para la implementación de sistemas agroforestales con árboles maderables, hecho por la Oficina Nacional Forestal, detalla más de 20 especies con estas características como el amarillón, el caoba, eucalipto, madero negro, y laurel.

Una vez determinados los microorganismos que pueden establecer la simbiosis con el cedro, se incorporarán en las raíces del árbol.

“Micorriza” se llama a la relación entre un hongo y las raíces de una planta en la que ambas partes se ven beneficiadas: una especie hace asequibles los recursos para la otra.

En el caso del cedro, el hongo le aporta fósforo al árbol y el árbol le aporta carbono al hongo y, entre ambos, se aportan agua. Antonio Andrade señala en el texto “La interacción entre abetos y hongos” (en el que también participaron otros autores, como Solís) que, como muchas relaciones simbióticas, la micorriza es el resultado de un prolongado periodo evolutivo.

Una vez se garantiza que el cedro ha sobrevivido al ataque de ciertos patógenos que impiden su crecimiento, se saca del vivero y se traslada al campo.

Beneficios

Solís destaca que los especímenes de cedro que son inoculados presentan una mayor salud y resistencia a agentes patógenos.

Esto, a su vez, reduce el uso de agroquímicos, por lo que el productor no debe invertir en los abonos; además, beneficia al ambiente ya que se reduce la contaminación aérea, del suelo y de los mantos acuíferos subterráneos.

En adición, estos elementos permiten establecer un sistema agroforestal eficiente.

El proyecto espera determinar con exactitud cuáles son las especies que establecen la micorriza para facilitarlas a los productores y evitar el uso de abonos genéricos que no siempre son efectivos.

Las investigaciones de Solís están enmarcadas en un convenio colaborativo entre la Universidad de Costa Rica y el Instituto de Biotecnología y Ecología Aplicada en México; la investigadora ha establecido contacto con científicos de la región que trabajan con cedro con el objetivo de “unir esfuerzos”, como ella dice.

 

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