Juntos en el mismo saco

Durante muchos años, la política y los políticos tradicionales, unidos al gran capital y a los medios masivos de comunicación social (prensa, radio y

Durante muchos años, la política y los políticos tradicionales, unidos al gran capital y a los medios masivos de comunicación social (prensa, radio y televisión), usufructuaron del poder político, todo eso bajo la mirada inocente e ingenua de un pueblo irreflexivo y «domesticado».

De esa forma, vimos desfilar cada cuatro años a los mismo de siempre: en esta administración eran diputados, en la otra embajadores, una vez ocuparon cargos de ministro, en otra ocasión cónsules en el extranjero, después presidentes ejecutivos de instituciones públicas, de vez en cuando cancilleres, cuando menos representantes ante gobiernos extranjeros, etc. Siempre los mismos ocupando altos cargos públicos.

Pero el asunto no concluía ahí. La política tradicional y sus políticos pensaban y administraban a Costa Rica como una empresa familiar: padres, hijos e hijas, hermanos y hermanas,  esposas y esposos, sobrinos y sobrinas, primos y primas, amigos y amigas, vecinos y conocidos; a todos ellos se les nombraba como si quien gobernara esta tierra de trabajadores y trabajadoras  fueran los propietarios de una empresa privada. Ocupando puestos y disfrutando de jugosos salarios, muchos de ellos sin los atestados suficientes, se convertían en hacedores, o cuando menos cómplices, de actos de corrupción. Aquellos que manipulaban al pueblo en la campaña electoral, los mismos que de por vida ocupaban cargos públicos y nombraban a sus familiares más cercanos en puestos políticos, no eran sólo eso, eran, además, grandes empresarios, dueños de poderosos medios de comunicación social, de consorcios autobuseros, de mega centros comerciales, de «malls», de cadenas de tiendas, eran dueños de latifundios agrícolas, de ingenios azucareros, grandes exportadores e importadores, poseían compañías aéreas, empresas de bebidas alcohólicas y propietarios de  franquicias de bebidas internacionales. Tenían compañías constructoras, empresas bancarias privadas, dueños de operadoras de pensiones, etc.

A partir de ahí cualquier cosa podría suceder. Se comenzó a legislar en beneficio propio: los diputados aprobaron la ley para el gran negocio de las cogeneradoras eléctricas: el ICE tenía que comprar energía a empresas privadas aunque tuviera que desperdiciar la producida por sus propias plantas hidroeléctricas. Se aprobaron préstamos como los de la CCSS-Fischel; CCSS-préstamo español y ALCATEL-ICE. Se dieron contratos de concesión de obra pública: RITEVE, Alterra-aeropuerto, autopistas, hospitales, etc. INTEL abre su planta industrial en Belén y de contaminación ni la Municipalidad del Cantón chista. Enormes donaciones taiwanesas a partidos políticos coinciden con el criminal «aleteo» de tiburones en nuestros mares. Un oriental que donó millones de colones para la campaña del PLN y del PUSC  huye  misteriosamente del país tres días antes de ser arrestado por una millonaria defraudación fiscal. …y el narcotráfico…y las zonas francas que no pagan impuestos al país…y el TLC que busca arrebatarle al pueblo las instituciones del Estado para regalárselas a los grandes empresarios..y el ALCA…y el Plan Puebla Panamá…y el neoliberalismo y…y podríamos seguir con más… Pero…¿Y nosotros?…¿Acaso nos hemos preguntado por el nivel de responsabilidad que tenemos  con la sociedad que estamos viviendo? ¿Aún piensa usted seguir confiando en la misma mafia político-económica de siempre? Peor aún: ¿Usted todavía cree en ellos?. ¿De verdad aún sigue creyendo que la clase política tradicional quiere solucionar los problemas que estamos viviendo?. Llevémoslo al extremo de la ingenuidad ¿Considera usted que los políticos tradicionales piensan en el futuro de sus hijos? Claro que no. Ninguno de ellos piensa más allá de sus intereses y a pasos agigantados la centroamericanización de los problemas sociales toca nuestras puertas.

Todos y cada uno de ellos sólo busca la permanencia en el poder de un sistema corrupto y neoliberal que sin vergüenza ni pudor está dispuesto a venderle el país a las grandes compañías transnacionales. Los de hoy son los mismos que ayer usufructuaron puestos políticos y son parte de «esa familia tradicional» que miraron a Costa Rica como si fuera una empresa de su propiedad. Si usamos un poco la razón, nos daremos cuenta que ellos no merecen más nuestra confianza. No podemos  seguir fundando la fe y la esperanza de una nueva sociedad en quienes han hecho de este país una nación de pocos ricos y muchos pobres y la han tenido como un botín para el robo y el saqueo.

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