Venezuela somete el patrimonio de Chávez a prueba de fuego

Nuestro enviado especial a Venezuela, Álvaro Murillo, relata con ojos costarricenses cómo se vive en las calles de Caracas las visperas de la elección parlamentaria.

Caracas. Enviado especial.

Este es el dibujo de los ojos agachados y las cejas cortas de Hugo Chávez, cuyo cadáver o su representante descansan acá mismo en el Cuartel de la Montaña. Este es el graffiti del ícono del caudillo que alcanzó la presidencia el 6 de diciembre de 1998 y que 17 años después, este domingo que viene, expone su legado en unos comicios parlamentarios con toda la pinta de plebiscito sobre la gestión de Nicolás Maduro, presidente actual de Venezuela y lugarteniente de la herencia chavista, una fuerza política internacional.

Este es el barrio ‘23 de enero’, municipio Libertador, donde votaba Chávez, donde está su mausoleo y donde la vecina Elizabeth Torres ejerce como guardiana de un altar montado a un costado de la calle, en medio de bloques de edificios de más de 60 años colmados de familias pobres que adoran agradecidos a su expresidente y que presumiblemente votarán por el oficialismo este domingo.

El retrato del “Comandante” está, imágenes de vírgenes están, flores están, bandera venezolana está y un Cristo está. (“Al pasado no regresaremos jamás”, se leía en un graffiti enorme junto al rostro del Ché Guevara, en la pared de uno de esos bloques).

Dijimos “presumiblemente”, porque las encuestas señalan un fortalecimiento de la oposición, una fuerza electoral que no es una sino varias y diferentes, con facciones moderadas como la que representa el excandidato Henrique Capriles y otras más beligerantes como la que inspira Leopoldo López desde la cárcel.

Si ganan, daría un golpe al chavismo y convertirían a la Asamblea Nacional en el contrapeso del Ejecutivo de Maduro, en una piedra formal en su zapato. Los herederos de la revolución de Chávez, los que publicitan con estridencia mediática las ayudas a los pobres en vísperas de la elección del domingo, han llegado incluso a hablar de qué harían en caso de que la derecha retomara el control de la Asamblea Nacional: defender la revolución con más fuerza.

Lo ha dicho Maduro en sus numerosos y tajantes discursos de esta semana, pero lo repiten también los simpatizantes de la parte más baja de la estructura del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). “Si ellos ganan, pues tranquilos, pero si eso los lleva a tomar Miraflores (la sede del Ejecutivo), plomo van a llevar. Él (Chávez) nos enseñó a defender la Patria como sea y aquí hay armamento. Esta ‘parroquia’ (barrio 23 de enero) puede bajar con muchas mujeres con una pistola escondida en el pecho”, dice Ángel Castro. Prefiere llamarse “sargento Castro” y es parte de las milicias voluntarias en el barrio ‘23 de enero’. Lo muestra en el uniforme que utilizó este viernes para hacer de guía a quienes iban a rendir visita ante el mausoleo de Chávez. “Viene de toda Venezuela a pedirle que nos ayude este domingo”, dice mirando al cielo. A 300 metros un mercal (expendio estatal de bienes básicos) cumplía este viernes dos semanas cerrado por falta de abastecimiento, pero el fervor revolucionario es superior en muchos venezolanos.

Esa energía chavista, inspirada desde un más allá o desde las fuerzas humanas que la carburan con el apoyo de algunos gobiernos de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), se expone en las urnas a recaudar el favor o la condena de los 19,5 millones de venezolanos llamados para elegir a los 167 diputados de la Asamblea Nacional, unicameral.

La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), coalición de fuerzas opositoras, expresó en días recientes su esperanza de triunfo, pero evitando el exceso de confianza, pues se dicen víctimas de reglas electorales desbalanceadas y de la evidente campaña que en su contra ha hecho el Gobierno de Maduro.

Un ejemplo: la papeleta de votación promedio de las 87 circunscripciones en los 24 estados contiene 36 logos encabezada arriba a la izquierda por el del PSUV, seguida por otros de partidos minoritarios y rematada en la última línea por el de la MUD, con la palabra “unidad”, igual que el logo adyacente. No es una papeleta para despistados.

Por eso la cancioncita del jingle opositor: “abajo, a la izquierda, en la esquina, la de la manito”. Así pretenden convencer a los venezolanos de votar por la alternativa no chavista.

Cuentan con cierto descontento incluso entre quienes veneran a Chávez. La popularidad de Maduro no pasa sus mejores días, como no podrían pasarlos ningún gobierno en un país herido por la caída del precio de su principal industria (el barril de petróleo está en los niveles más bajos en seis años), por el escaso acceso de productos básicos (aunque el Gobierno lo achaca a una estrategia de empresarios) y por la inseguridad, con una tasa de 85 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

Las caraotas (frijoles negros) cuestan más de mil bolívares el kilo (el 10% de un salario mínimo) en un mercado normal. En porcentajes macroeconómicos es explicaría así: la inflación es del 200%, el PIB se ha contraído un 10% y el déficit fiscal es del 20% del PIB (más de tres veces el de Costa Rica). La pobreza volvió a los niveles del 2002, con casi la mitad de la población, según estudios de las principales universidades. Nada pudo sostener la mejoría registrada en el 2010, cuando se había reducido al 28% de los venezolanos.

América Navarro, una pulpera del popular sub-barrio caraqueño Los Flores de Catia, al ladito de la parroquia 23 de enero, resume la herencia chapista desde el otro lado de las rejas de máxima seguridad por donde vende golosinas: “colas (filas) y malandros (delincuentes)”. Tiene miedo, se le nota en la mirada. Duda incluso de hablar con este periodista hasta que identifica el acento extranjero y corre a hacer la advertencia. “Vete de aquí que es peligroso”. Eran las 5 p. m. y en la licorera de la esquina llegaban carros apresurados para comprar el licor antes de que empezara a regir la Ley Seca. A las 6:00p.m. caía el telón de la venta de licor y la hora segura para caminar por este barrio.

“Anoche mataron a una señora aquí”, dice señalando a los 50 metros. Dicen que iban a robar un carro y ella se asomó desde su casa y le pegaron un tiro. Es cierto. Las noticias venezolanos reportaron esta noche la muerte de Irma Guillén Bigott, una dirigente comunal cuyos datos no querían revelar en la morgue “para que la derecha no los aprovechara “la derecha” en la campaña, según los sitios de noticias. Son ciertas dos cosas: toda noticia tiene un valor electoral en esta sociedad hiperpolitizada y salen armas de cualquier casa, como contaba el “sargento Castro”.

Por eso el temor de algunos sectores sobre las horas posteriores a las elecciones del domingo, incluso algunos visitantes extranjeros que conforman la mirada internacional (incluida la expresidenta tica Laura Chinchilla), después de que la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, rechazara la misión de observación de la Organización de Estados Americanos (OEA), por “injerencista”. Luis Almagro, secretario general de este organismo, publicó entonces una carta abierta en la que detalló problemas de transparencia y proporcionalidad en las elecciones de este domingo.

También criticó el estado de excepción que rige en algunos municipios fronterizos. Un dirigente opositor fue asesinado la semana pasada, pero las autoridades lo atribuyen a una banda criminal aparte. Otro homicidio de tantos.

La oposición, sin embargo, está optimista. Cuenta también con los votos de los venezolanos de la diáspora. Centenares de ellos han llegado desde esta semana al aeropuerto Simón Bolívar.

Los vuelos hacia Caracas estaban agotados o a tarifa de oro, pero igual han llegado en masa. “Vine por mi Patria, porque espero volver algún día”, dijo una ciudadana sin revelar su nombre. Vive en Costa Rica, en el rico cantón de Escazú, donde trabaja en un negocio de otro amigo venezolano. Se fue en el 2011, “cuando las cosas no estaban tan mal como ahora”, cuando Chávez vivía, cuando su mirada era real y no el graffiti póstumo que se repite por toda Venezuela.

(Durante los 90 minutos que tardé en escribir esto, Nicolás Maduro, presidente de Venezuela y del PSUV, daba un discurso en ocasión de entrega de casas nuevas en el estado de Bolívar, pero advirtiendo que está respetando la veda electoral).

 

 

[delipress_optin id="134623"]

0 comments

Semanario Universidad