Excelencia académica e infraestructura

La señora Rectora ha anunciado con bombos y platillos los megaproyectos en infraestructura para la Universidad de Costa Rica, dibujando la imagen de una

La señora Rectora ha anunciado con bombos y platillos los megaproyectos en infraestructura para la Universidad de Costa Rica, dibujando la imagen de una universidad futurista y gigantesca. Inversiones millonarias de bancos nacionales y mundiales. No voy a ahondar en el asunto del Banco Mundial porque la trayectoria de este Banco en relación con la educación en América Latina es muy conocida y solo basta revisar la bibliografía más actual sobre el tema y saber investigar en la Internet para encontrar páginas que documentan la relación del Banco Mundial con las universidades públicas y sus desventajas.

Por tanto, no era de extrañar que el Vicerrector de Investigación de ese momento, quien se mantiene siempre actualizado, estuviera tan bien informado de este asunto y llamara a la reflexión. Muchos lo considerarían lo más natural dentro de la vida académica. Lo  incomprensible es que la señora Rectora, de profesión historiadora, se atreviera a afirmar que lo que el Dr. Jensen decía del Banco Mundial eran “posiciones infundadas que más parecen obedecer a los intereses personales que a los de la universidad y el país”. Qué barbaridad de desconocimiento sobre el contexto mundial.

Pero además, la Dra. González afirma que esos megaproyectos nos darán una mejor universidad, más competitiva y excelente académicamente. Por eso es necesario recordar que hay otros parámetros que miden la excelencia académica, de los cuales la infraestructura no es la principal ni la más importante.

En el ámbito del personal docente, por ejemplo, se considera excelente quien no se detiene jamás en la búsqueda del conocimiento y va subiendo los peldaños hasta alcanzar el último título en su disciplina. Quien se mantiene actualizándose  e investigando constantemente y publicando periódicamente.

La forma de medir esta excelencia, como es sabido, cambia de universidad en universidad. Por ejemplo, entre las universidades norteamericanas y europeas y la UCR existe una variante interesante en el uso del doctorado. Este grado académico marca en dichas universidades el inicio del trabajo académico, porque es cuando se considera que el profesional está listo para empezar su propio camino y comenzar a dar un aporte valioso e innovador. Pero en nuestra universidad, el doctorado es considerado más bien como una culminación, un final. Hay muchos profesores que al regresar a la UCR con el doctorado son sumidos por el sistema en puestos administrativo-docentes, cortando el tiempo que deberían darle a la investigación y producción del conocimiento, y a veces solo les queda repetir su tesis doctoral por años y años.

Otra distinción interesante en cuanto a la excelencia es que en las universidades mencionadas el docente es evaluado cada seis años, después de obtener la propiedad, para ver si ha publicado e investigado en un porcentaje razonable. Otro ejemplo es que el sabático dura un año y no un semestre, pero se les exige al menos un libro publicable como producto de esa licencia.

No quiero decir que nuestra universidad deba imitar esos parámetros porque nuestra realidad es diferente, pero me parece útil recordar algunos parámetros internacionales sobre el personal docente que miden lo que es una buena universidad y donde la infraestructura no es la parte principal.

Por supuesto que no puede negarse la necesidad de ampliar y mejorar los edificios, sobre todo la necesidad de invertir en nuestras bibliotecas o la necesidad de acortar la brecha digital haciendo accesible el uso de las TICs a la mayoría de los estudiantes, pero todo eso no garantiza un pensamiento crítico e innovador.

Sin duda, esos megaproyectos -que por cierto no abarcan a toda la universidad- dotarán de mejor equipo a muchas unidades y de mejores edificios, pero lo que va a garantizar que ese equipo lo usen los mejores y que en los edificios enseñen profesores excelentes y que esa investigación sirva a la mayoría del pueblo costarricense será la lealtad a los fines de la academia y la universidad pública. El fortalecimiento del espíritu intelectual y crítico, la contratación del personal sobre bases de mérito académico y la eliminación del clientelismo.

Por eso, paralelamente al anuncio de los megaproyectos deberíamos preguntarnos ¿qué se está haciendo para fortalecer el diálogo universitario, el pensamiento crítico y  la reflexión académica? ¿Para evitar la represión y el acoso laboral que son los enemigos de la libertad académica? Por los últimos acontecimientos pareciera que muy poco.

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