Cuando el estilo lo es todo

Águila: ave rapaz diurna de gran tamaño, fuerte musculatura y vista muy aguda; persona de mucha viveza y perspicacia. Caracol: molusco gasterópodo, provisto de

Águila: ave rapaz diurna de gran tamaño, fuerte musculatura y vista muy aguda; persona de mucha viveza y perspicacia.

Caracol: molusco gasterópodo, provisto de concha en espiral, capaz de alojar todo el cuerpo del animal; concha de este molusco.

Una mirada atenta mostrará que las presiones para controlar a los medios de comunicación de la UCR no son un hecho circunstancial ni aislado. Hace un tiempo ya, se introdujo en el debate político una vocación autoritaria que parece nutrirse de una autopercepción de superioridad, que necesariamente pasa por decretar la inferioridad de los otros.

Se trataría, pues, del estilo aristocrático del águila, frente a la estrategia del pobre y vulgar caracol que, como explica el diccionario, lleva su casa a cuestas, porque ni acceso a bono de vivienda tiene.

Pero, refresquemos ese momento. El 22 de marzo del 2004, la periodista Berlioth Herrera preguntó al ya precandidato presidencial, Óscar Arias si una larga campaña dividiría al PLN. Su respuesta fue: «Nada de eso me preocupa a mí, nada. El 80 por ciento o más del liberacionismo, según las encuestas, va a estar conmigo y, además, dos no pelean si uno no quiere (en referencia a su rival, Álvarez Desanti). Es decir, las águilas habitan en las cumbres y cometerían un gravísimo error si bajan al fango a pelear con los caracoles.»

 

 

Recordemos que lo propio de la aristocracia es el «gobierno ejercido por la nobleza o por una clase privilegiada», por una élite que se cree mejor que el resto y se autoatribuye, condescendientemente, la potestad de decidir lo mejor para «el pueblo».

Para adoptar esta actitud, además de tener la base material que da poder, es necesario tener aguzada la vista y hacer los vuelos en picada que sean necesarios «en nombre del pueblo»: si ayer se dijo que buscar la legalidad de una reelección en la Sala IV sería asestar un golpe a la democracia, hoy se puede cambiar de opinión e ir por la oportunidad. Nadie espera menos de un águila.

El mismo estilo se inscribe en artículos y correos de Kevin Casas, por ejemplo cuando llamó prácticamente a perseguir a quienes expresan libremente opiniones y críticas que él no comparte, y a mantener en el -además misógino- «desván» de los caracoles, a la «tía loca».

Así, en un artículo publicado en La Nación, el 28 de abril pasado escribió: «Es hora de separar la paja del trigo y discernir dónde termina la crítica legítima a nuestras instituciones y dónde empieza la intención de subvertirlas; de separar a quienes están dispuestos a respetar las reglas del juego democrático de quienes no lo están, y de denunciar implacablemente a estos últimos.  (…) Ahora, la tía loca ha enseñado los dientes, ha empezado a bajar la escalera y es hora de pararla antes de que nos invada la sala.»

Más recientemente, en un mensaje enviado a una lista liberacionista, que a su vez fue suministrado al Semanario por liberacionistas que no comparten sus juicios, dedica buen espacio a criticar a UNIVERSIDAD, al que, entre otras cosas acusa de ejercer «una práctica constante de destrucción personal» y de no presentar puntos de vista diversos.

Pone como ejemplo que «hace 3 años Universidad hizo un reportaje con implicaciones muy serias sobre unos convenios del PNUD con el IMAS (…) Lo realmente grave es que publicaron el reportaje sin siquiera hacer una llamada al PNUD, llamada que, con gran facilidad, hubiera podido aclarar todo el asunto.»

Las páginas del Semanario responden por sí solas en cuanto a la variedad de opiniones que en cada edición se consultan. En lo que respecta al reportaje aludido, es necesario desmentir sus gratuitas y livianas afirmaciones, porque son falsas. Esa nota se basó en la denuncia de un diputado y la investigación que la propia auditoría interna del IMAS estaba realizando. Además, como se hizo constar en su momento, se intentó reiteradamente tener la versión de la persona que entonces estaba a cargo del tema, en el PNUD, dejándole mensajes con su asistente, quien confirmó habérselos transmitido, pero nunca accedió a atendernos, posiblemente para poder luego, como lo hizo, reclamar que el Semanario no la había consultado.

Lo interesante de todo esto es cómo la vocación autoritaria que late en ciertos grupos políticos pretende, desde su autoproclamada superioridad, controlarlo todo. Así como impusieron la división jerarquizada de sus propios compañeros en águilas y caracoles, así como tomaron la reelección de la Sala IV después de haber criticado esta posibilidad por antidemocrática, así no entienden por qué los caracoles, desde el pedestre fango, pueden recurrir a medios verdaderamente independientes -porque son de la UCR, y no de algún grupo empresarial- para expresar sus opiniones y críticas.

No hay nada que altere más al águila, que la imposibilidad de controlar, desde su altura, la diversidad y autonomía de «tías locas» y caracoles. Cuando eso sucede, le urge imponer su verdad y su orden. Es su estilo.

* Periodista

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