Carmen Naranjo: Adiós a una hija del 48

Carmen Naranjo, nacida en Cartago el 30 de enero de 1928, era una hija predilecta de la guerra del 48 y con ella, se

Carmen Naranjo, nacida en Cartago el 30 de enero de 1928, era una hija predilecta de la guerra del 48 y con ella, se cierra una generación que surgió y vivió hasta el último aliento los ideales de la Segunda República, encabezada por José Figueres Ferrer.

Con su muerte, el miércoles 4 de enero de 2012, se cierra un ciclo en el que una escritora e intelectual luchó siempre por una Costa Rica que se cae a pedazos y donde la socialdemocracia es apenas un fantasma, si se compara con lo forjado con la constitución de 1949.

Esa es la reflexión que se desprende de lo expresado por el exministro de Cultura, Arnoldo Mora (1990-1994), quien resaltó la coherencia política, humana y literaria de Naranjo en su larga trayectoria.

 

Para Virginia Borloz, biógrafa de Naranjo, se fue una amiga entrañable, a la que conoció cuando las luces de la fama se habían apagado y quedaba el ser humano íntegro. Desde Francia, Borloz, autora de “Carmen Naranjo, una metáfora viviente”, lamentó la partida de una luchadora insigne.

El periodista y escritor Carlos Morales, quien la consideraba una hermana de la vida, advirtió de la necesidad de analizar su amplia obra de forma conjunta, porque sería un error analizarla solo desde un punto de vista.

DISCÍPULA DE BENJAMÍN NÚÑEZ

“Doña Carmen representa un quiebre en la política y las letras, y fundamentalmente de una nueva generación que emerge de la Segunda República, hija intelectual y política del 48, fiel a los principios socialdemócratas y consecuente con la junta de gobierno”, detalló Mora.

Para poder entender a la Carmen Naranjo escritora y ciudadana, es imprescindible ver toda su dimensión humana, porque es desde ese humanismo, en el cual el Estado debía jugar un rol protagónico, que se puede comprender el resto de sus facetas.

“Se formó en los ideales de Rodrigo Facio y José Figueres Ferrer. Fue discípula del padre Benjamín Núñez; por eso, ella es designada como embajadora en Israel”, explicó.

Además, considera, fue la única que se atrevió a llamar en público “tontos” a los Arias (Óscar y Rodrigo).

“Nadie en Costa Rica se había atrevido a hacer semejante afirmación y ella, consecuente con su forma de pensar, expresó ese gran odio, esa violencia contra los Arias porque estos contradecían el pensamiento socialdemócrata del Partido Liberación Nacional y, sobre todo, de la Segunda República, que creía en el Estado como ente de transformación social”.

Cuando Naranjo, Premio Magón 1986, se percató de que esa Costa Rica solidaria, ideada por los grandes reformadores de la década de los 40, se instaló en ella esa preocupación literaria por la clase urbana, en la que se desarrollan la mayoría de sus libros.

Y eso hace que incluso en el lenguaje abandone aquella visión del “concho”, pese a que sus referentes, como don Pepe Figueres, les guste todavía ese hablar del campesino.

Hija de ese 48, que cambió la vida del país en aquel momento, y ganadora en 1966 y 1971 del Premio Aquileo J. Echeverría; no es gratuito que en su faceta de funcionaria pública, se desempeñara en la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) y en el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), dos instituciones emblemáticas de la visión de  un país que ya no existe y que ella defendió siempre.

“Desde la Caja promovió una nueva concepción de la mujer. Ya no pensaba en la mujer que tenía siete u ocho partos, sino que más bien impulsó políticas de control de la natalidad”.

La corrupción, que empieza a permear la vida institucional, es la que la aleja física y metafóricamente del ámbito urbano y gubernamental. Antes, recuérdese que había ejercido como ministra de Cultura entre 1974 y 1976.

Se va del gobierno de Daniel Oduber no porque haya detectado corrupción, como lo aclaró muchas veces en vida la propia escritora, sino porque hubo una diferencia con la entonces nueva ley de radio que se discutía en el Congreso.

Oduber, a quien siempre consideró su maestro y del que fue alumna en la Universidad de Costa Rica (UCR), se quebró por la presión de los empresarios y a pesar de las marchas y los desfiles para que ella no se fuera de Cultura, su firmeza fue inquebrantable.

Esa corrupción en la vida política y el desgarramiento, que sufre la sociedad costarricense a partir de los 60, se encuentra en su amplia obra ensayística, poética y en sus cuentos.

“Yo creo que fue de una gran lucidez, de una gran rectitud y de una gran valentía, porque uno puede ser lúcido y esconderse, pero ella, en cambio, fue de una sola pieza”, concluyó Mora.

UNA MUJER ENTRAÑABLE

“Le escribo de Francia, donde me encuentro desde el 25 de diciembre por un período de dos meses y debo confesarle que a pesar de que me despedí el domingo 17 de diciembre de mi maestra y amiga, y a pesar, también, de que en nuestro abrazo de despedida nos dijimos todo y que sabíamos que no nos abrazaríamos nunca más, puedo decirle también que no por ello la noticia de su muerte ha dejado de conmoverme y de arrancarme inevitables lágrimas de dolor y de tristeza profundas”, dijo Borloz.

Ella es la autora de “Carmen Naranjo, una metáfora viviente”, texto en el que hace un amplio análisis de la obra y la persona que fue la escritora de “Cinco temas en busca de un pensador”, quizá su ensayo más célebre.

El encuentro con Naranjo, como explica Borloz, comenzó una amistad que nunca se truncó.

“Conocí a Carmen Naranjo en los albores del siglo XXI; antes, había tan solo oído hablar de ella. Recibí una invitación de su parte por medio de una llamada telefónica el día de mi cumpleaños y desde la que ella misma me invitaba a asistir a su taller literario, en el que en algún momento tocó el tema de ‘Madame Bovary’ y Martita Barquero, integrante del taller, le contó que su amiga Vicky Borloz ‘venía de presentar su tesis sobre bovarismo’. Y ella, que se decía ‘anti-bovarista’, pero leyó mi tesis, me invitó a su taller, devino bovarista y me procuro el honor de una generosa guía literaria y de su imponderable amistad”.

Borloz, en su libro, resalta la dimensión humana de Naranjo, un área que, de una u otra manera, puede perderse en el laberinto del momento.

“Ningún tiempo que me quede será suficiente para agradecerle a la vida el privilegio de haberla conocido, pero más importante aún: de haber podido estar cerca de ella cuando las luces de la fama y la celebridad, tan efímeras como insignificantes, parecían haber cumplido su ciclo. Me acerqué con incredulidad a la maestra y descubrí con admiración al ser humano que fue Carmen Naranjo: mujer intachable, coherente en la palabra y en la acción”.

Esa coherencia hay que proyectarla a las nuevas generaciones, para que se conserve su “invaluable legado y su recuerdo, cual metáfora viviente”, destacó.

CARMEN, LA FILÓSOFA

Morales, por su lado, afirma que “se me dificulta mucho ver a Carmen Naranjo como una sola personalidad. Prefiero verla como en un laberinto de espejos, muchas veces reflejada en imágenes idénticas, pero diversas. Única, pero multifacética. Coherente, íntegra, pero distinta”.

Y es que Naranjo en sus múltiples quehaceres: filóloga, escritora, funcionara pública, consultora internacional e incluso modelo de Pierre Balmain, durante sus años de vida en Venezuela, siempre mantuvo su coherencia.

“Para mí, primero, está la amiga. Más bien una hermana, una mujer solidaria, capaz de entregarse a los otros aun a riesgo de su propia tranquilidad. Cuando renuncié de La Nación (1975), fue la primera persona en brindarme una mano. Y no era una mano cualquiera, era brazo de ministra. Se daba a todas las promesas literarias del país regalándoles talleres de poesía y les publicaba sus libros en la Editorial Costa Rica o en EDUCA o en el Ministerio”.

Una de las áreas en las que su aporte resultó clave fue en la gestión cultural más allá de su acción como ministra, cargo que ejerció solo durante dos años.

“Fue una infatigable promotora cultural, de sus viajes como consultora de UNICEF, rastreó los cenáculos de París, Buenos Aires o México y nos llenó San Chepe de luminarias intelectuales: Rulfo, Cortázar, Sábato, Pellicer, Cardenal, Pablo Antonio, Collazos, Sergio y Paco Zúñiga, deambulaban por la Avenida”.

Para Morales fue en su mundo poético en el que Naranjo alcanzó su mayor cúspide como creadora: “En su poesía es donde mejor se realiza como escritora, pero expertos como Beto Cañas consideran que lo magnífico son los cuentos, y yo no voy a contradecirlo. Sus novelas son vanguardistas, rupturistas, experimentales, a veces de difícil encuentro con el lector común, aunque su temática sea lo existencial profundo de ese hombre común que lee, pero no entiende”.

Y Morales coincide con Mora en que al igual que lo hiciera en su oportunidad Yolanda Oreamuno, Eunice Odio y la propia Carmen Lyra, Naranjo traspasó barreras y rompió esquemas en un mundo tradicionalmente machista.

“Ahora siento que su grandeza mayor está en ser una de las primeras pensadoras de nuestro aldeano siglo XX. La percibo como una filósofa, y nótese que esa palabra era un dominio masculino, por lo cual ella es adelantada, pionera, y hasta Rodin hubiera podido esculpirla para romper con el machismo histórico que ella en sus ensayos combatió”.

En el ensayo, no obstante, es donde el lector puede toparse con la Carmen Naranjo más pensante y analítica.

“En ‘Cinco temas en busca de un pensador’, está la esencia de la Carmen reflexiva, crítica, denunciante, pensante, ‘filosofante’, y eso lo vamos a encontrar en toda su obra, incluso en su primeriza ‘Canción de la ternura’, donde la pregunta sobre el ser y el estar encubre cualquier destello de pasión, de delirio”.

Ese afán de pensadora y “hacedora”, que nunca la abandonó, la convirtieron en una figura de la intelectualidad costarricense de gran trascendencia.

“Por ese empuje filosófico, Carmen (filóloga graduada la UCR y con estudios en México y Iowa) simbolizó para nosotros un paradigma académico, un ícono contra lo mediocre, lo corrongo,  lo charlatán, lo farandulero, en contra de toda esa monserga empírica que ha terminado por ganarnos la carrera. Y, paradójicamente, esa ubicua valentía suya para criticar y desmenuzar lo frívolo, tornó un poco elitista su producción literaria”.

Una hija del 48: soñadora, luchadora, incansable y coherente hasta el último aliento, fue la que dijo adiós el 4 de enero, en medio de la vegetación que la rodeaba en el Cacao de Alajuela, una pequeña “isla” a la que se había retirado para profundizar en la realidad nacional de una Segunda República que en silencio se desmorona y va a la deriva.

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