Argentina logró imponer su propuesta a los acreedores privados del país, mediante un canje de bonos de la deuda que concluyó el 25 de febrero pasado.
El gobierno del Presidente Néstor Kirchner salió fortalecido al lograr reducir su deuda externa en $67 mil millones.
La renegociación de la deuda argentina -la mayor de la historia- ha sido uno de los procesos más originales en esta materia y ha sorprendido a los analistas, incluyendo a los de los organismos financieros internacionales.
Pocas personas se atrevían a predecir un resultado tan satisfactorio para el gobierno de dicho país. Los analistas dudaban de las perspectivas de canje de los bonos en default, (o sea, aquellos bonos por los que Argentina no estaba pagando siquiera interés, desde que se declaró en quiebra, hace más de dos años) por otros, cuyo valor representaba apenas cerca de 30% del original.
La oferta era reconocidamente dura, pero el presidente Néstor Kirchner insistió en que era lo mejor que el país estaba en condiciones de ofrecer. Y reiteró que era eso, o nada. A mediados de enero se abrió el período de canje de los bonos antiguos por los nuevos, período que se cerró el pasado 25 de febrero.
El FMI y los miembros del G-7, los países más industrializados del planeta, no ocultaron sus críticas a la oferta pero, ante la firmeza de Kirchner, prefirieron esperar, y cruzar los dedos para que el canje no tuviera éxito. Así podrían obligarlo a hacer una mejor oferta a los acreedores.
El director del FMI, el español Rodrigo Rato, enfatizó en que se necesitaba un porcentaje muy alto de aceptación de la oferta para que el FMI pudiera darla por buena y reanudar los contactos suspendidos con el gobierno argentino desde el año pasado. Pero nadie se atrevía a decir públicamente qué se consideraría un porcentaje aceptable. Extraoficialmente se hablaba de 75 % a 80 %. El 11 de enero pasado, en vísperas del inicio del canje, en el diario Clarín, de Buenos Aires, un comentarista decía que «un canje de la deuda verdaderamente exitoso, para el gusto de Estados Unidos y de las otras potencias de G-7, es que la propuesta argentina coseche más del 80% de adhesión entre los bonistas». Y agregaba: «Por mucho optimismo que se irradie desde el Ministerio de Economía, ese está muy lejos de ser un porcentaje al alcance de la mano: llegar al 70 o 75%, con una oferta que sigue siendo dura a pesar de las mejoras, sería casi una proeza».
Pues bien, el resultado revela que se logró algo más que esa proeza, pues el porcentaje de aceptación del canje fue ligeramente superior al 76%.
De ese modo, el gobierno argentino salió extraordinariamente fortalecido y logró reducir su deuda externa en $67 mil millones. En esa cifra, el ministro de Economía, Roberto Lavagna incluyó los 20 mil millones de dólares de aquellos que prefirieron no sumarse al canje. O sea, para el gobierno argentino los bonos no canjeados hoy no valen ni un centavo. La deuda pública argentina representa ahora 72% del producto Interno Bruto (PIB), muy inferior al 113% que representaba a fines del año pasado.
LO QUE SIGUE
El «default» argentino y la salida a la crisis ha merecido especial atención del mundo financiero, empresarial y gubernamental.
Esta semana el secretario adjunto de Estado para América Latina, Róger Noriega, urgió a la Argentina a sellar un rápido acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el tema de la deuda.
Se trata de dos temas «pendientes»: uno es el destino de los bonos de quienes se negaron a entrar en el proceso de canje. Algunos pretenden seguir la lucha contra el gobierno argentino en los tribunales, cosa que parece no importarle mucho a Buenos Aires.
Sobre la deuda no canjeada, afecta principalmente a ciudadanos italianos, muchos de ellos pensionados a quienes los bancos de ese país vendieron esos bonos ofreciendo tasas de interés muy superiores a las del mercado, cuando ya se sabía que Argentina no podría honrar esa oferta.
En estricta operación de mercado, puede decirse que muchos ciudadanos fueron simplemente estafados por los bancos y ahora exigen la reposición de sus fondos, sin aceptar el hecho de que especularon… ¡y perdieron! O fueron realmente engañados por los bancos, como ya empieza a reconocerse en tribunales italianos.
Lo otro es el reajuste de las tarifas exigido por la empresas privatizadas. El FMI presiona para que el gobierno les reconozca aumentos que Kirchner no parece dispuesto a aceptar. El presidente dio muestras, el jueves 10, de que está dispuesto a dar la lucha, cuando instó a los argentinos a no comprarle a la empresa británica-holandesa Shell, que decidió aumentar los precios de sus productos.
«¡A Shell, los argentinos no le tienen que comprar. No le compremos ni una lata de aceite!», dijo Kirchner durante un acto en la casa de gobierno.
ITALIA Y EE.UU.
Presionado por los tenedores de bonos, el gobierno italiano es uno de los que ha mantenido una posición más dura contra la oferta argentina en el seno del G-7, mientras los estadounidenses se mueven con mayor prudencia.
Esto se debe quizás, a que la ortodoxia ultraliberal de EE.UU. hoy en el poder prefiera dejar esos inversionistas a la suerte del mercado, en vez de seguir aportando recursos para que el FMI apoye a los países en cesación de pagos, como fue el caso de Argentina, como lo señaló el comentarista Jorge Oviedo en el diario La Nación, de Buenos Aires.
En crisis anteriores, Estados Unidos promovió planes de rescate de las naciones endeudadas, como el Plan Baker y el Plan Brady. Pero entonces, recordó Oviedo, los grandes perjudicados no eran personas, eran bancos y, sobre todo, no eran bancos estadounidenses. De modo que el Departamento del Tesoro negoció y el Fondo otorgó dinero fresco a los deudores. Parte de ese dinero se usó para comprar los mismos bonos del Tesoro, usados como garantía para nuevas emisiones por los países en deuda, y así se mató dos pájaros de un tiro: se saneó el sistema financiero norteamericano, que recibió el dinero que se les adeudaba, y se financió el imparable déficit del Tesoro.
Pero ahora la situación es diferente y la respuesta de Estados Unidos también lo ha sido. Consultado sobre la situación de los acreedores que no se sumaron al canje de la deuda argentina, el Secretario adjunto Noriega contestó: «Es una pregunta muy difícil y complicada. Por eso no querría tratar ese punto. No quiero hacer un juicio de valor acerca de ese proceso».
«¿Puede el G-7, por medio del FMI, dejar que se salga con la suya un país que decide no reconocer $35 mil millones de dólares de su deuda documentada?», se pregunta Oviedo. Lavagna y Kirchner, agregó, «hablan de $20 mil millones porque no cuentan los intereses vencidos impagos». Y recuerda que «la suma equivale a más de cuatro veces el «default «de Ecuador y a más de dos tercios del ruso, el más grande de la historia, después del argentino».