En el Semanario UNIVERSIDAD del día 8 de diciembre de 2011, el señor Abel Chaves Trigueros (Presidente de la Cámara Nacional de productores y exportadores de piña) escribió un artículo de opinión titulado “Progresamos con desarrollo social y mejoramiento ambiental”. Después de leer cada letra, sílaba y oración me convencí más de que la vida misma de un trabajador(a) piñero cada día vale menos y se valora a más bajo valor en el mercado de la piña. A una transnacional no le importa si es migrante o nacional, si tiene 3 hijos y los 3 están en la escuela o colegio.
Desde el título hasta el punto final me provocó náuseas, “desarrollo social” y “mejoramiento ambiental”. ¿Dónde? ¿Cuál progreso? ¡Progreso aumentando las ganancias de las empresas tal vez sí! ¡Y mejoramiento ambiental en un país de otro planeta –quizá en la piña debajo del mar de Bob Esponja- porque aquí jamás! Con fuentes de agua contaminadas, con cisternas que llevan agua a las comunidades, deforestación, sedimentación de los ríos y con tierras casi estériles, yo no veo ningún mejoramiento ambiental. O tal vez sea que tanto Bromacil me ha dejado casi ciego. Y por si queda alguna duda, llevo 11 años viviendo en medio de un piñal.
En un párrafo de ese artículo se da un dato sobre la cantidad de empleados que tiene la producción piñera; pero no se especifica si esos empleos son durante todo el año, por meses, temporadas o días –los famosos picos de producción y empleados. Tampoco se dice, que se contratan las personas por un máximo de 3 meses para evitar los derechos laborales que cada persona merece y que los trabajadores están inmersos en un clima caliente extremo, a veces llegando a los 40 grados centígrados a mediodía; o trabajando de noche y bajo la lluvia.
Seguro Abel olvidó contarnos sobre la persecución sindical que viven muchos y muchas en las plantaciones y empresas; algo que se ha denunciado sistemáticamente a lo largo de años. También sobre la presión que viven los campesinos para que vendan sus tierras a las piñeras, para que estos se expandan más y más. Se estima que existen poco más de 50 000 hectáreas de piña sembrada en el país; ¡quién sabe cuántas de estas tierras anteriormente fueron de campesinos!
La producción piñera en Costa Rica ha aumentado la dependencia económica y el asistencialismo de la población, tanto así que en las temporadas bajas muchas personas buscan otros empleos para poder sobrevivir el mes. Dado que un salario mínimo ya no alcanza, ni tan siquiera para una persona sola, menos a una familia entera.
Para ir finalizando, me fui a conversar con un extrabajador del área de cosecha de piña en la zona sur y con respecto a su paso por PINDECO me dijo esto:
“…en el transcurso del día era muy bochornoso porque había que estar metido en los piñales, hay hojas de piña que llegan hasta el cuello a uno, lo raspan, a veces da alergia por los químicos que le echan a la piña, el sol da dolor de cabeza, ganas de vomitar, había que tener cuidado con las terciopelos [Serpiente venenosa] por aquello de una terciopelo –y ya habían pasado varios chiles… recuerdo, una vez tuve un accidente afilando un cuchillo por cierto, nos daban un overol más o menos grueso y afilando el cuchillo se me resbalo y me corte el muslo, se me salió como un tendón y tuve que venir a la clínica de Buenos Aires y me hicieron 4 puntadas; eso se me infeccionó por los químicos que traía el cuchillo porque era para cortar la raíz a la mata.
Yo volvería a trabajar ahí [PINDECO] pero en oficina y trabajar con visitas al campo de vez en cuando. Yo dejaría que en un futuro mis hijos trabajaran ahí pero no en el campo, porque en el campo es muy muy duro y cansado, todo el día o toda una noche, con un día libre y no se puede estudiar ni surgir.
DURO, esa es la palabra que define trabajar en el campo lleno de piñales.”
Este trabajador no vive en una piña debajo del mar, ni tampoco trabaja en una oficina con aire acondicionado.