La coyunda de declaraciones de un cardenal mexicano y del ya célebre obispo de Cartago, acerca de que la vestimenta “sin recato” de las hembras era factor que atraía la ‘viril’ agresión sexual contra las mujeres, excitó una legítima furia entre ellas y en quienes las acompañan en sus luchas contra la discriminación que sufren y contra las diversas violencias ligadas a esta discriminación.
El coraje llevó a organizar una protesta con nombre colorido y la movilización fue cuna para cantos, consignas y coreografías que denunciaban el discurso sexista de la jerarquía del aparato clerical católico.
El lema más atractivo fue: “¿Cuál es la única iglesia que ilumina? ¡La que arde!”. El canto no aclaró si el ardor se seguía de las llamas del antiguo infierno o del deseo erótico. No es mala propuesta que el aparato clerical católico se convierta al erotismo en este siglo XXI. Ahuyentaría hipocresías.Un vendedor utilizó el espíritu de la marcha para colocar su producto: “¡Chicharrones a cien, gelatinas a dos. Vienen con dispensas para el purgatorio!” Pese a su teología magra, vendió todo. Tampoco se supo si por las dispensas o por lo sabroso del chicharrón.
El ardor de quienes manifestaron contra el aparato clerical católico se justifica de sobra. La lectura católica de la creación de los seres humanos privilegia el segundo relato que aparece en la Biblia. En él, Adán se aburre porque no tiene televisión y la mujer, extraída de su costilla, lo seduce para que desobedezca a Dios. Don Dios se enfurece y fulmina a la hembra: “Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos. Con dolor darás a luz, necesitarás de tu marido y él te dominará” (Gn, 3,16). A este tierno mito judío la doctrina católica añade su neurótica obsesión contra el cuerpo humano.
El goce en la relación sexual lleva a la idolatría y el erotismo es pecado. Así, la católica casta alma debe disciplinar los cuerpos llevándolos a tristes coitos orientados a la producción de bebés. La crianza es deseo divino, los orgasmos, en especial el femenino, satánica lujuria, o sea pecado.
Esta ruin imaginería sostuvo el fraseo del cardenal charro y el obispo local y ha gestado crímenes para nada pasajeros. El aparato clerical católico ha logrado internalizar su imaginario en muchas subjetividades en América Latina y, como los humanos no pueden prescindir del deseo sexual, le permite a este aparato control sobre una población que hace del sexo una turbada confesión.
Al fundado enojo expuesto en la manifestación contra las violencias que sufren las mujeres, lo replicó la excitación de los jerarcas católicos. El vocero principal fue el obispo de Cartago, uno de los dos a quienes el Espíritu Santo concedió competencias financieras en el primado costarricense. “Herejía”, “profanación” “sacrilegio”, exhaló, porque en una representación (reproducida por La Nación S.A.) se figuró a la virgen de los Ángeles en calzones y con una moneda en la cara.
El sentido principal de los términos obispales es clerical, no civil. Pero si el obispo se resiente, lleve la cuestión a los circuitos judiciales. Quizás jueces católicos resuelvan que ponerle bragas a una imagen de la virgen es delito.
El obispo notorio prefiere refugiarse (y también la Conferencia Episcopal) en que se ha insultado a la “fe cristiana”.
Falso. El catolicismo no agota la fe cristiana. Aunque numeroso, el catolicismo es una secta. No todas las sectas cristianas comulgan con la ventajista neurosis sexista del aparato católico ni con su culto mariano. Otro alegato obispudo es también falso.
Solo habrían hablado a sus fieles. Pero, en su visión, ¿no es el aparato clerical católico el único revelado por Dios mientras que otras iglesias son ‘naturales’, o sea creación humana? ¿No bendicen y hablan los papas católicos urbi et orbi (universalmente)? No se quiten entonces cuando las papas queman. Cuando sentencian, sentencian para todos.
Y quien no obedece, a quemarse (cuando había infierno; ahora la condena es votar por el PLN).
También hay algún error entre quienes manifestaron contra el sexismo sin recato del aparato clerical. Hablan de “iglesia católica”. La ‘iglesia’ es una comunidad de fieles (muchos ellos de buena fe) sometida a una jerarquía implacable.
La marcha fue contra el aparato clerical católico tal como él se manifiesta en Costa Rica. Este aparato es parte del sistema de dominaciones. Y, como tal, enemigo de todo espíritu evangélico. Y de las mujeres.