Liberalismo, libertarismo y anarquismo

Un español de paso por Costa Rica se sorprendió al ver que  aquí existe un partido denominado “Movimiento Libertario”, ya que en su tierra

Un español de paso por Costa Rica se sorprendió al ver que  aquí existe un partido denominado “Movimiento Libertario”, ya que en su tierra –decía- el libertarismo siempre ha sido popularmente sinónimo de anarquismo y no constituye un partido político porque esta filosofía no aspira al poder, sino, con sus ideales, inspira una forma de vida donde precisamente lo que no debe existir es el Estado.

Abordando el significado más comúnmente usado de los términos liberalismo, libertarismo y anarquismo, podemos decir que el liberalismo, en teoría, es un sistema  político que  trata de satisfacer las libertades civiles apelando a principios republicanos. Constituye una corriente fundamentada en el Estado de derecho, en la llamada democracia representativa, y en la división de poderes. Por naturaleza y definición, el liberalismo entonces promueve la permanencia del Estado. Dentro de su haber existen tendencias que abogan por un Estado más pequeño que los actuales, y que enfatizan una menor intervención del gobierno, especialmente en la economía; pero aun así, el Estado sigue siendo el patrón fundamental que  sustenta al sistema.

El libertarismo es una filosofía política que aboga por la vigencia suprema de la libertad individual, es decir, el derecho del individuo sobre sí mismo, cuyo límite tan solo es el derecho ajeno; es un pensamiento antiestatista donde toda relación humana se daría mediante pactos voluntarios y excluye el uso de la fuerza (Estado), la cual solo podría emplearse contra otros de manera defensiva; y aquí estaría probablemente la necesidad de un ente jerárquicamente superior al individuo que vele por la seguridad; quizá un Estado mínimo o “Estado policía”, pero no como gobierno en el sentido tradicional. Algunas de estas propuestas las apoyan ciertos “libertarios” de los Estados Unidos, constituidos como partido;  fracasada tercera fuerza en aquel país, y muy criticados por los libertarios más radicales (¿o más verdaderos?) opuestos a formas libertarias de gobierno por considerarlas una contradicción. Para estos libertarios radicales, podrían coexistir el socialismo y el libre mercado dentro de un territorio común, siempre que quienes participen en estos lo hagan voluntariamente.

La tercera que enunciamos en el epígrafe, el anarquismo, es una filosofía política y social que llama a la oposición y abolición total del Estado, entendido como gobierno, y de toda autoridad, jerarquía o control  que se imponga al individuo, por considerarlas innecesarias, nocivas e indeseables. Este podría considerarse como un “anarquismo ortodoxo”. Pero los movimientos anarquistas que tuvieron su auge especialmente a fines del siglo antepasado y hasta pasada la segunda guerra mundial, fueron muy diversos, y por eso la frase: “Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”, trató de hacer participar de sus ideales a un espectro muy amplio de pensamientos políticos, pero todos tenían en común la idea de la eliminación del Estado- gobierno, tal y como lo conocemos.

Después de comentar estas ideas con el amigo español, llegamos a la conclusión de que su extrañeza, de ver en Costa Rica un movimiento libertario como partido político tenía razón de ser, pues ningún partido que aspire al poder va a pretender disminuir al Estado; pretenderá ser gobierno y dirigir al Estado. Por definición, y como hemos dicho, cualquier libertario verdadero es ante todo antiestatista y abogará, como mínimo, por la sustitución de la fuerza del Estado mediante pactos voluntarios; así, despreciará las formas de coerción que utiliza el Estado, especialmente el cobro de  impuestos abusivos, que de paso le sirven para mantener su clientelismo y corrupción. En Costa Rica los partidos políticos son financiados, como bien sabemos, mediante la “deuda política”, que a través de los años se ha hecho monstruosa, corrupta, y está plagada de abusos. Este impuesto que el Estado nos impone a todos para “disfrutar” del festín electoral, sería odioso en un pensamiento o ideal libertario franco, que en general califica la mayoría de los impuestos como un acto inmoral de presión y sometimiento; y si compusieran un himno, quizá los verdaderos libertarios cantarían en una de sus estrofas:

Si falta el consentimiento,

Si hay fuerza material,

O existe presión legal,

Cualquier cosa que nos hagan

Que se alce lo que nos pagan,

¡Tendrá que ser inmoral!

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