Roberto Martín Martín y la cultura del spam

Parte de la decadencia mundial se ve no solamente en Italia, Grecia e Irlanda, sino en Costa Rica también, donde se sigue viviendo de

Hace algún tiempo una persona de dicho nombre hizo contacto conmigo como miembro de la Organización Mundial de Medicinas Alternativas, radicado en España. Recientemente lo volvió a hacer como miembro del Parlamento de Seguridad y Paz. Se presentó recientemente como catedrático de la UNESCO. En ambos casos avocaba la venta de cursos de varios tipos. Por dicha me sonó el nombre de años atrás y lo até al presente. Le contesté que solo la Universidad de la Paz estaba asociada con el Parlamento de Seguridad y Paz Mundial y con la UNESCO para esas cosas. Por cierto,  todo el tiempo había estado utilizando el chantaje afectivo o presión interpersonal para vender sus cursos. Todo era falso. Era un predador de personas mayores y de miembros de sociedades que  creyeran que esto venía desde arriba de la jerarquía. No había tal. Es la cultura del spam en sus peores manifestaciones. Es la cultura de la estafa y la civilización de la mentira.

Parte de la decadencia mundial se ve no solamente en Italia, Grecia e Irlanda, sino en Costa Rica también, donde se sigue viviendo de los logros del pasado, sin crear un presente lo suficientemente poderoso para generar un futuro. Cubrí parte de esto en un trabajo denominado El Estadio y la Virgen. Intento comparar los logros de una nación como Costa Rica a finales del siglo XIX y principios del XX con la actualidad. Comparo el alumbrado de San José como el logro internacional que fuese  la inauguración del Estadio Nacional. Hemos decaído en calidad y nos estamos enorgulleciendo de un montón de cenizas y quizás menos aun que eso. Pienso en las maravillas de civilización de que habla Miller en su trabajo “El Dinamo y La Virgen” al respecto de la inauguración de la Exposición de París de 1900 y de la Torre Eiffel  de 1889. O sea todos eventos que valían la pena. No sé si el público sabe que después de Nueva York, San José fue la primera ciudad con alumbrado eléctrico. Luego le siguieron Buenos Aires y Méjico. Ahora solamente tenemos un Estadio de fútbol a precios altísimos de entrada. Un estadio logrado a través de negociaciones con la China, que muchos consideran como una venta de la República de Costa Rica. Incluyendo ello, la prohibición a la llegada del Dalai Lama. Pero ya el país tiene fama de venderse barato, según muchas estimaciones que se han hecho.

Lo triste es el efecto sobre nuestro pueblo. La irresponsable utilización de la propaganda comercial con la finalidad de emular estados emocionales de un  comprador hipománico, de manera incontrolable y desaforada, tiene efectos desafortunados. Ha calado en nuestro pueblo. El otro día me explicaba un taxista sobre una venta ganga y cuando noté, comenzó a entonar  los mismos tonos emotivos, que la sucia propaganda comercial. O sea una imitación de  un desaforado por comprar. Un consumismo psicológico, que los ha condicionado. Un consumismo irresponsable y que va moldeando a nuestra gente a pensar así. Lo llaman tonos afectivos populares y no veneno psicológico. ¡La muerte de nuestra idiosincrasia a través de la manipulación!

Pobre generación mía que tendrá entre 65 y 75 años de edad y que ya no sabe qué  pensar. Algunos imitan las clases tóxicas empresariales y otros la población en desfortunio. Es una “generación perdida”, si bien fue la que introdujo el neoliberalismo en el país. No sé cómo hacen para reconciliar su catolicismo con la destrucción de Costa Rica. Parece no molestarles. Parece no conmoverlos. Debe ser que aun se les permite admitir en el confesionario, que pecado es tener novia fuera del matrimonio, mas nunca mencionar que destruyeron un país próspero. El efecto psicológico de dicha propaganda soez y tóxica no se está considerando ni pecado, ni crimen. Basta con acogerse a una interpretación muy pobre de lo moral y ético.

La moralidad ha de considerarse como lo humano y no solamente como lo deísta. El hombre vive  lo divino como hecho de su humanidad. Mas vive  lo humano como hecho de su estatus de hijo de Dios.

No sé cómo existe país tras país que se considera católico, porque algunos van a misa o como Costa Rica tiene un estado confesional. ¿Por qué no se está considerando anticatólico el permitir el tugurio? Ni es anticatólico el fomentar las estafas spam de un siglo en total decadencia y blasfemia. Me pregunto por ende, ¿qué es lo que hay que considerar como un hecho mora?. ¿Acaso no puede existir una antropología de lo moral, así como una teología del hecho económico? ¿Acaso indecencias como las economías neoliberales no son un hecho del pecado? ¿Un hecho de la profanación del Templo de Dios en la civilización humana? Los mercaderes pues, en el templo, tal y como es narrado por los Evangelios. Ante el hecho del tugurio no puede haber hecho económico moral justificable.

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