Fuerte discriminación salarial por sexo

Según el estudio, la tasa neta de participación femenina pasó de 30% en 1990 a 34% en 2000. Durante la década de los 90,

Según el estudio, la tasa neta de participación femenina pasó de 30% en 1990 a 34% en 2000.

Durante la década de los 90, la discriminación en contra de las mujeres, por razón de su sexo, hizo que ganaran un 14% menos que los hombres, a pesar de trabajar igual y de tener las mismas capacidades.

Esta es la conclusión central a la que arribó la investigación «Discriminación salarial en el mercado de trabajo costarricense durante la década de los 90», tesis por la licenciatura en Economía, de Roslyn Jiménez Cordero y Natalia Morales Aguilar, dirigida por Juan Diego Trejos, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCR.

Más aún, la investigación determinó que, dado el mayor nivel educativo de ellas, si esa discriminación por causa de su género no existiera, el salario de las mujeres, con las mismas características que los hombres, sería mayor que el de ellos.

«Ganarían mucho más que los hombres porque en promedio las mujeres ganan más por hora, pero si se quita el componente de discriminación, el salario de las mujeres sería mayor», dijo Morales.

TRABAJO PIONERO

El objetivo de la investigación fue medir la discriminación salarial como componente de la brecha (o diferencia) salarial entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo de Costa Rica, durante la década de los 90, entendiendo que «la discriminación salarial ocurre cuando personas trabajadoras con la misma productividad tienen salarios distintos por pertenecer a cierto grupo sociodemográfico.»

Para ello, por primera vez en el país las autoras realizaron un análisis económico de la década pasada con la metodología de Oaxaca y Ransom, que descompone la diferencia en el salario de unos y otras en tres variables: la ventaja de los hombres, la desventaja de las mujeres (ambas suman la discriminación) y la productividad.

Las autoras también utilizaron las Encuestas de Hogares de Propósitos Múltiples de la década pasada, y aplicaron la metodología únicamente a las personas asalariadas del país, «debido a que son el grupo donde la contratación salarial depende en forma directa de la relación con un patrono y porque representan aproximadamente el 75% del total de ocupados. Las categorías de cuenta propia y patronos presentan mayores problemas con la calidad de la información.»

Además, para verificar la validez de sus hallazgos, aplicaron la metodología a tres modelos: uno en que se incluyen las personas asalariadas de 25 a 60 años; otro que excluyó de la muestra al servicio doméstico, y que dejó por fuera aproximadamente al 18% de las mujeres y al 0,3% de los hombres ocupados; y otro más que excluyó a la rama agrícola, con lo cual se eliminó a un 22% de las mujeres y a un 25% de los hombres.

Estas exclusiones se hicieron para evitar sesgos en los resultados, debido a que las remuneraciones de las mujeres son más bajas en el servicio doméstico, y las de los hombres lo son en la rama agrícola, en ambos casos por tratarse de ocupaciones que requieren de baja calificación.

El resultado fue que «en los tres modelos, la discriminación salarial en contra de las mujeres dio muy parecida: cercana al 14%», explicó Morales.

«La discriminación se mantuvo a lo largo de la década, a pesar de que la brecha salarial (el porcentaje del salario que ganan más los hombres con respecto a las mujeres) disminuyó cuando mucho 2%, que es muy poco», agregó.

Por su parte, Jiménez explicó que establecieron sus mediciones a partir del ingreso por hora, que es el estándar aplicado internacionalmente.

«En promedio, las mujeres trabajan menos que los hombres en el mercado laboral. Esto es por condiciones culturales, de género, porque a lo largo de la historia se les ha dado la responsabilidad del trabajo reproductivo. Entonces, cuando se divide el salario entre horas, el de las mujeres sale más alto que el de los hombres», añadió.

Agregó que la variable que más incide en la discriminación es la experiencia. «Ellas tienen más educación que los hombres. Pero, más hombres trabajan y estudian al mismo tiempo, lo cual hace que se subestime la experiencia de los hombres. Por otro lado, las mujeres tienden más a salir del mercado laboral en la época reproductiva y por eso tienen menos años de experiencia.»

BAJA INCORPORACIÓN

Las investigadoras también encontraron que durante los 90 aumentó la incorporación de mujeres al mercado de trabajo remunerado, mientras que la de los hombres bajó. Así, la tasa neta de participación femenina pasó de 30% en 1990 a 34% en 2000, mientras que la de los hombres pasó de 77% a 74%, en los mismos años.

«La incorporación de las mujeres aumentó principalmente al final de la década, entre 1998 y 1999, pero no se trató de mujeres capacitadas, sino de «mano de obra barata», con menos nivel educativo. Aun así, este 30% de incorporación es uno de los más bajos de América Latina, pues en otros países es del 40% a 50%», dijo Morales.

Agregó que la segregación del mercado laboral también es importante. «Las mujeres trabajan mucho en el sector servicios, donde se pagan salarios inferiores.»

No obstante, «las mujeres que entran al mercado de trabajo tienen más años de educación, de modo que si estuvieran en otros puestos deberían ganar más. En condiciones iguales, las mujeres deberían ganar más porque tienen más educación», dijo Jiménez.

No obstante, Morales explicó que «las mujeres tienen la ventaja de estar mejor «equipadas» para ir al puesto de trabajo, porque tienen mayor nivel educativo, pero estamos hablando solo de las que trabajan, que son apenas un 30%, frente al hecho de que un 70% de los hombres trabaja. Allí hay un problema.»

Así, cuando se elimina del modelo al servicio doméstico, las mujeres ganan más que los hombres, «pero porque se elimina a las trabajadoras con menos años de educación, entonces esto sesga hacia arriba porque trabajamos con las mujeres que ganan mejor», explicó.

La conclusión es clara. Las mujeres que se incorporan al mercado de trabajo remunerado tienen más años de educación que los hombres, de modo que si no hubiera discriminación, ellas ganarían mucho más que ellos porque en promedio las mujeres ganan más por hora, pero si se eliminara el componente de la discriminación, el salario de ellas sería mayor.

«El modelo permite decir que aunque las mujeres ganaron más que los hombres en algunos años de la década, la discriminación se ha mantenido», dijo Jiménez.

Las autoras explicaron que la discriminación salarial es mayor en el sector privado, pues en el público las categorías salariales están más definidas.


 

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