Feminidad y raciocinio: La construcción social de la locura

«Casada hace 23 años. Ha tenido doce partos, cinco hijos vivos, siete mueren de eclamsia infantil a temprana edad. Hace como diez años estando

«Casada hace 23 años. Ha tenido doce partos, cinco hijos vivos, siete mueren de eclamsia infantil a temprana edad. Hace como diez años estando amamantando a un niño se trastornó por primera vez (…) Hace tres años se trastornó por segunda vez por las mismas circunstancias (amamantaba a un niño). Ahora hace cuatro meses que se trastornó por tercera vez (también daba pecho a un niño). Causa: puerpuerio, herencia». (H.C. 9425, 1907)


Pabellón de mujeres en el Asilo Chapuí: algunas pacientes acompañadas de personal paramédico. 1909. (Foto cortesía de Archivo Nacional)

Este es parte del historial médico de una de las pacientes de 44 años, del Asilo Chapuí, inaugurado en 1890 como el Hospicio Nacional de Locos.

La investigación «Cuando se quiebra el imperio de la razón. Interpretación psicosocial sobre los malestares de la feminidad en Costa Rica (1890-1910)», elaborada por Mercedes Flores González, de la Maestría en Psicología de la Universidad de Costa Rica, analiza, entre otros aspectos, el proceso de construcción cultural de la insanidad psíquica en ese período, el proceso de institucionalización de las enfermedades mentales y las representaciones y regulaciones sociales sobre las ‘desviaciones’ individuales.

CUERPO FEMENINO, TRASTORNOS PSÍQUICOS

Los directores construían la Anamnesis de los pacientes, o sea la historia de la enfermedad a partir de terceros, sin incluir el relato del internado acerca de su situación personal y familiar.

Como en el caso de la mujer expuesto al inicio, en los relatos anamnésicos el cuerpo femenino aparece reiteradamente como representación material asociada con trastornos psíquicos.

«Desde los constantes malestares físicos que aquejaban a las pacientes -entre estos, los padecimientos ginecológicos y los asociados con contagios venéreos- transitando por los embarazos, partos, lactancias y abortos, hasta las experiencias de abuso físico y sexual, así como las desfloraciones deshonrosas y la huida de los ‘seductores’, las imágenes corporales fueron delineadas como reservorios de la enfermedad, como referencia empírica de la alteración de los nervios».

Flores explica que esto se debe a que durante  finales del siglo XIX, los controles sobre el cuerpo formaron parte de los nuevos dominios científicos y de las políticas de regulación institucional.

IMAGINARIO MÉDICO Y SUBJETIVIDAD

Las representaciones médicas de la corporalidad femenina mostraron significaciones particulares, asociadas con la concepción de una naturaleza incompatible con los cánones de racionalidad.

Un ejemplo son dos artículos médicos publicados a principios del siglo XX, en la Gaceta Médica de Costa Rica, en los que se afirma que «las funciones genitales de la mujer tienen en todas las etapas una influencia muy marcada en su condición moral. Con la primera aparición de los menstruos se presentan desórdenes orgánicos é intelectuales…», o bien, que «durante el embarazo el útero se convierte en un centro aún más marcado hacia el cual convergen los actos de sensibilidad general (…) Una especie de instinto animal gobierna a la mujer en este período, de tal modo que las más leves causas de excitación pueden resultar desastrosas (…) En vano la razón trata de recuperar en ellas su imperio, pues en realidad es un monarca cuyo poder se ha hundido».

Esta visión involucró la vigilancia de la sexualidad, que se filtró a través de rígidos preceptos morales.

SEXUALIDAD Y MORALIDAD

La investigadora plantea que en los historiales clínicos de mujeres en convivencia matrimonial, la maternidad prolífica aparece como uno de los cauces de regulación de los cuerpos femeninos.

En este sentido, añade Flores, «cuando la maternidad prolífica se interrumpía como consecuencia de abortos, de muertes prematuras de los infantes o por dificultades en el maternizaje de los niños, los médicos asociaron la procreación fallida con la manifestación de trastornos psíquicos».

En algunos historiales, el contagio venéreo de los esposos fue descrito como desencadenante de una larga experiencia de padecimientos físicos, abortos o muertes prematuras de los hijos, «contagios que develaban peligros reales en los lechos conyugales, así como infidelidades que fracturaban las imágenes idílicas del matrimonio, cuyas consecuencias  fueron expuestas desde los trastornos de las esposas y sus cuerpos dolientes».

En los relatos sobre mujeres que procedían de sectores populares, la descripción de sexualidades ilícitas y su relación con la condición moral de las mujeres fue más explícitamente narrada y valorada por los alienistas (médicos de enfermedades mentales).

«Debido a que muchas de ellas habían accedido a diversos espacios públicos, sus comportamientos implicaban en sí mismos un cuestionamiento de la condición  moral y mental, que los médicos generalmente asociaban con prácticas sexuales no reguladas.  De esta forma, la atribución de inmoralidad o corrupción innatas se vinculaba con la indagación de la honorabilidad en sus comportamientos».

OTROS DIAGNÓSTICOS

» JARABE GELINEAU» El más activo de los sedativos.

El jarabe Gelineau constituye el medicamento por excelencia á oponer a la AGITACION NERVIOSA, que causa tan á menudo la mujer á ciertas épocas de su existencia»  (Gaceta Médica de Costa Rica,1907).

Ya fuera por el mercadeo publicitario o las publicaciones oficiales del gremio médico, en el imaginario social de fines del siglo XIX se empezaba a difundir un ‘nerviosismo’ específicamente femenino, construido desde la concepción de una naturaleza disfuncional que encubaba los gérmenes de insanidad, aclara la profesional.

En la práctica clínica del Asilo Chapuí esta concepción se plasmó mediante la introducción de las más novedosas nosologías. De este modo «los diagnósticos de psicosis -particularmente la psicosis histérica-, psiconeurosis, histeria, y moral insanity, proponían nuevas derivaciones clínicas vinculadas con la moral y la insanidad femenina».

Los alienistas del país describieron la moral insanity  como perversión del sentido moral. Esta nosología clínica fue introducida en la práctica psiquiátrica  costarricense durante el primer decenio del siglo XX.

El estudio manifiesta que la articulación que los alienistas intentaban establecer entre la degeneración constitucional y las formas de vida de los sectores populares, tenía como finalidad explicar la génesis de sus comportamientos disfuncionales en la pérdida de sentido moral, innatamente transmitido a través de generaciones en la rama débil de la especie humana.

«La perversión moral fungía entonces como estigma o signo degradante que también era heredado por las mujeres: transgredían la moral doméstica, pero sobre todo, la moral sexual impuesta a las mujeres.(…) Este sesgo valorativo de los galenos sobre las formas de vida de las poblaciones marginadas y sobre las mujeres que rompían con los modelos de feminidad burguesa, se expresó explícitamente tanto desde la construcción misma de la nosología como en las descripciones clínicas efectuadas en el asilo nacional», afirma Flores.

«…Observada durante todo un mes se ha probado que R. no padece enajenación mental es simplemente una pervertida moralmente, careciendo de educación. Además ha presentado síntomas de sífilis secundaria». (HC.9487, 1909)

Como parte de sus conclusiones, Flores afirma que una de las funciones centrales de la psiquiatría dentro de la reforma liberal fue «precisamente negar el conflicto psíquico, excluir la palabra y el protagonismo de los internados, en las escenas de su malestar. En esta brecha se disfrazaban paliativamente sus contenidos pero sin tocar su génesis biográfico-social; por ello su cura se enunciaba como propiedad médica y no del enfermo».

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