El KO técnico de la gran esperanza blanca

Su intransigencia toca varios frentes: uno tiene referente ideológico liberal y fue expuesto por John Locke en el siglo XVII. Escribe Solís que a

No se secó la tinta de la crónica anterior sobre la Gran Esperanza Blanca de Costa Rica, cuando Ottón Solís se vio maleficiado por La Nación S.A. que publicó un artículo suyo en el que el fundador del PAC reafirma su apoyo al indulto laureano concedido a un amigo de uno de sus amigos (diputado) condenado por tribunal competente por balear a un preadolescente rural que cogía limones en un predio de propiedad disputada.Aunque Solís continúa ignorando la investigación policial y los términos de la sentencia (y las dudas sobre la legalidad del indulto), su juicio toma ahora el carácter de una declaración de principios: “… no puedo so pena de ser deshonesto conmigo mismo, cambiar esa opinión, ni siquiera calificarla, adobarla o dimensionarla de modo alguno” (LN: 20/12/2012).

Su intransigencia toca varios frentes: uno tiene referente ideológico liberal y fue expuesto por John Locke en el siglo XVII. Escribe Solís que a quien le cuesta trabajo lo que tiene, experimenta una rabia sin freno al encontrar sus reses en el camión del ladrón, verse hurtado en sus ganancias o robada su mercadería. “El sistema no debería castigar si en esas circunstancias las personas afectadas reaccionan de manera violenta”.

Para Locke, los productos del trabajo son extensión de la vida misma del productor. Atentar contra un valor producido es igual que atacar la vida del propietario. Locke supera ancho los ejemplos de Solís: la agresión contra la vida se produce aun si no existe robo alguno. La intención deja fuera de la especie humana al agresor. Si no es humano, su muerte no compete a los tribunales.

La prensa informa que el preadolescente baleado bajaba frutos en terreno disputado. El asunto, incluso para Locke, no ameritaba tirar a matar. La defensa legal del individuo que disparó alegó que su saña emocional se debió al temor por la seguridad de una hija. Como se lee, versiones encontradas solo resolubles con noticia policial y con el análisis del valor jurídico que resulte de ella. Ambos puntos fueron negativos para la defensa del imputado.

Solís, en cambio, resuelve la trama con el metro siguiente: “…le creo menos a la persona que anda metiéndose en propiedades ajenas (…), que a la persona que no anda por ahí en actos indebidos y que es reconocida como honesta y trabajadora por sus vecinos”.

Para Solís hay gente creíble y gente que no. O si se prefiere: malos y buenos. Buenos y veraces son quienes tienen propiedades y disparan. Malos, los que se meten con la propiedad ajena. A los malos se les da lo que merecen.

El concepto subyacente viene también de Locke: es su versión de la no-persona. Quien lesiona la propiedad legítima, carece de todo derecho. Se ha puesto en estado de guerra contra la civilización. Pero eso fue el siglo XVII.

En el siglo XXI, cualquiera diría a Locke que si los dueños tienen derecho (natural) de matar a quien les ofende, esto solo hará que quienes roben lo hagan asesinando antes, durante y después, o sea cuando puedan, a los propietarios que desean desposeer. Como tendencia, sus acciones erosionarán al Estado y lo transformarán en Estado fallido. Escalada de violencia, le llaman. Algo así como el gobierno de Laura pero a lo bruto. Para evadir la escalada arguyó, antes que Locke, T. Hobbes.

Tal vez Solís no conozca a Locke ni a Hobbes. Pero dedicó parte de su existencia a intentar ser político. Un político que divide a la sociedad en ‘buenos’ (personas que delinquen con impunidad) y ‘malos’ (blancos de tiros, en realidad) tiene una mente esquemática y epidérmica en exceso y nunca debió ocuparse de lo que no desea comprender: la bases de la coexistencia humana elemental en las sociedades modernas.

En ellas la ley, no alguien, castiga los delitos. Y el marco jurídico y sus modos fijan la acción delictiva. Si un político difiere de esta referencia, pues trabaje y la cambia. Es grotesco que por apoyar al amigo de un amigo, declare lo que haría si él fuera presidente: impedir que los ‘buenos’ vayan a presidio así delincan.

Que Solís equipare su apego al amigo poderoso que “ayuda” a un amigo también poderoso a brincarse la cárcel con anteriores acciones suyas: apoyar la fecundación in vitro, oponerse a un TLC con EUA mal negociado, favorecer una legislación sobre las sociedades de convivencia, por ejemplo, es grosero. En esos casos su horizonte era una mejor convivencia. Lo del amigo del amigo, como dice el clásico, “Peor es meneallo”.

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