La astilla de José María Villalta

Afirmar, que no insinuar: “que un grupo pequeño, que es incontrolable, que probablemente son infiltrados pagados por las DIS, financiados por su partido, se

Se dice de “tal palo tal astilla” cuando un alumno o discípulo ha heredado las cualidades de su maestro. No es el caso del diputado Villalta con su mentor, don José Merino. Aquella respetuosa discrepancia de ideas de don José, aquel guardar silencio mientras el adversario político exponía sus ideas, diferentes a las suyas, aquella elegancia intelectual de quien sabe respetar el pensamiento distinto; no es astilla del diputado Villalta, que, en la sesión del plenario del martes 9 de octubre, arruinó el homenaje que la Asamblea haría en memoria de don José, con acusaciones, insultos, y un verbo inflamatorio e incendiario. Se confundió de curul el diputado Villalta y se imaginó en la barricada, por el tono y el lenguaje callejero que usó.

Afirmar, que no insinuar: “que un grupo pequeño, que es incontrolable, que probablemente son infiltrados pagados por las DIS, financiados por su partido, se haya metido en esa manifestación a tirar piedras”, (Acta de la Sesión Plenaria 78. Página 9) es herir a los manifestantes, subestimándolos, como si no fuesen capaces de pensar por sí mismos. Es herir a la DIS, un cuerpo que vela por la seguridad del país, acusándola de prácticas propias de la KGB o la policía política de la antigua Alemania Oriental, es ofender al PLN que solo intentaba dar honor a quien honor merece; pero sobre todo, es mancillar el silencio con el que queríamos, diputadas y diputados, rendir homenaje y respeto a un hombre cabal, a un luchador por sus ideas, a un José Merino que engrandeció la Asamblea con su lealtad y su inteligencia. La Fracción del PLN salió del plenario como reacción a la agresión villaltista a nuestra compañera Annie Saborío, defendiéndola como diputada y como mujer; y no dramatizo: la insultó llamándola irrespetuosa y mentirosa. Estaremos atentos al comportamiento del villaltismo, sin permitir que su lengua, que no tiene hueso, enlode y ensucie una Asamblea que últimamente ha dado muestras de eficiencia y sintonía con la ciudadanía. Las manifestaciones pacíficas y en armonía con la forma tica de ser, bienvenidas, pero las autoridades deben estar pendientes de agresiones y desafueros, porque nuestras calles no se nos pueden ir de las manos. Nuestras calles son lugares de tránsito y paseo y no escenarios bélicos, con piedras, garrotes y combates.

Pero no quiero quedarme en la denuncia de la actitud del diputado villaltista porque sería seguir su juego. Quiero en la segunda parte de este artículo hablar de don José. Aún quienes están en las antípodas de su pensamiento político reconocen su hidalguía, su estilo claro y sin tapujos de defender el suyo. Se opuso a muchas cosas, al combo del ICE y al TLC, pero sus posturas eran de buena fe, producto de su visión del mundo. Lo recuerdo como un gladiador de ideas, como un guerrero que igual se le veía en una reunión de indígenas que en una asamblea sindical, siempre dando un mensaje honesto. Y es que puede diferir de su definición ideológica, pero con admiración por su dignidad. Sus palabras en la última entrevista a La Nación: “tengo tiempo para leer y reflexionar, para escribir. Me siento cada día más maduro, reflexiono mejor y entiendo mejor todo. Puedo ser más crítico”, retratan a un hombre estudioso, actualizado, llevando el pulso constante de nuestra realidad y la internacional. Y también una persona serena que sentía que había llegado a un punto de inflexión, de reflexión e inventario.

Simbólicamente dejo en blanco el siguiente espacio, para representar el minuto de silencio que en la sesión del martes fue saturado por el ruidoso villaltista.

(Espacio blanco)

Descanse en paz, don José, que sus ideas seguirán en esta tierra resonando aún en su ausencia.

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