Alcemos la voz

Ante los días tan convulsos que ha atravesado el país recientemente, muchos, incluso medios internacionales, se han dado a la tarea de señalar una crisis de gobernabilidad en Costa Rica. Esto parece no alejarse de la realidad, si consideramos que la gestión del Estado en los últimos años no ha sido fluida con respecto a […]

Ante los días tan convulsos que ha atravesado el país recientemente, muchos, incluso medios internacionales, se han dado a la tarea de señalar una crisis de gobernabilidad en Costa Rica. Esto parece no alejarse de la realidad, si consideramos que la gestión del Estado en los últimos años no ha sido fluida con respecto a sus contrapartes no gubernamentales y agentes externos que participan en la toma de decisiones de impacto, y es, precisamente, este último punto donde parece estar nuestro gran lunar.
Siendo testigos de extensas discusiones alrededor de grandes proyectos, que, en ciertos casos, son resultado de alguna problemática en donde el pueblo exige medidas inmediatas, vemos cómo después de mucho desgaste y aparentes acuerdos entre las partes, se toman decisiones que entran a regir por periodos muy cortos. Con esto hago referencia a proyectos como: la ley de tránsito y nuevas multas, proyecto de pensión anticipada, partes impersonales por exceso de velocidad o mejor conocido como “las cámaras en carretera”,  proyecto de solidaridad tributaria o la Villa de los Juegos Centroamericanos; en casos como estos, se anuncian las determinaciones y horas después saltan a la luz grandes divergencias alrededor del tema. Y ni que decir de la reciente negociación con los anestesiólogos, donde el Gobierno, después de muchos días de sostener una firme posición, cede ante lo solicitado por este grupo irresponsable de personas, quienes decían estar “luchando por los intereses de los asegurados” -cuando en realidad su objetivo fue aumentar el paquete de beneficios particulares con más días de vacaciones pagadas, justificándolo por “el alto nivel de estrés”, cosa que jamás será mayor al que viven los cirujanos, emergenciólogos o cardiólogos, solo por citar algunos ejemplos. Lo más grave aún, y según organismos internacionales, es que este acuerdo sienta un precedente para que grupos similares en otros países latinoamericanos adopten posición de exigir las mismas condiciones, hecho que no favorece a ningún sistema de salud ni mucho menos a los pacientes.
Ante situaciones como las citadas, se percibe a viva luz un fuerte desgaste, inversión de tiempo, capital humano y recursos de todo tipo, en el diseño de proyectos que se encontrarán al final del camino con decisiones que serán reversadas luego de un corto tiempo. Esto, desde todo punto de vista, representa un retroceso en cualquiera que sea el motivo generador de las iniciativas, y más aún, contiene un incalculable costo para el país pudiendo destinarse ese tiempo y recursos en otros fines prioritarios.
Esta triste realidad que nos acompaña dista de lo que un único problema de gobernabilidad contiene, más que eso, existe evidencia de un claro irrespeto  a la autoridad. Hoy en día nuestros líderes, ineludiblemente, deben pensarlo dos veces para emitir instrucciones generales ante el temor de que ciertos grupos “brinquen” con la noticia y no tarden en poner en práctica su nueva especialidad: huelgas, paros y protestas. Estos mecanismos, legítimos y avalados por la Organización Internacional del Trabajo resultan vitales en cuanto a la defensa de los derechos fundamentales de los trabajadores; sin embargo, parece que en Costa Rica se está presentando un abuso de estas prácticas que sobrepasa la línea de la defensa de derechos por algo más parecido a los caprichos. El Gobierno cede, ciertos grupos celebran y la población civil seguirá pagando las consecuencias.
La desconsideración es el sentimiento que nos embarga a los costarricenses.
Hago un llamado al ciudadano común, a ese que le indigna todo lo que pasa pero siente que no le afecta por lo que no se involucra, a esas y esos que dicen “el sector público es un desastre y cada vez estamos peor”, a los que creen, convenientemente a mi parecer, que el país debería gobernarse como una gran corporación, eficiente en la toma de decisiones y con poca burocracia, a que alcemos la voz proponiendo soluciones y no dejemos toda la responsabilidad al Estado y a los gremios que no logran ponerse de acuerdo.  Si algo de sobra tenemos los ticos es capacidad intelectual, solidaridad y amor por nuestra patria.
No hacen falta estructuras formales para que los que saben del tema emitan opinión y ofrezcan asesoría en temas claves; estoy seguro que el día que alcemos la voz tendremos también voto y será entonces cuando por fin logremos trabajar juntos, como sociedad, en la ruta hacia el desarrollo de Costa Rica.
Esperemos que la próxima huelga que se dé en el país sea al estilo japonés, donde en vez de detener labores, los trabajadores se proponen aumentar su rendimiento y productividad.

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